Se ha encontrado una llave en las inmediaciones de la iglesia de Los Dominicos en la comuna de Las Condes, Santiago.
Caminaba ayer 15 de septiembre, a eso de las 10:30 aproximadamente, por el Parque Los Dominicos, cuando me topé con una solitaria y brillante llave que yacía al borde del camino empedrado, junto al césped.
La llave, se podría decir, es común y corriente. Metálica, con cabeza ancha y plana, y dientes desiguales que recuerdan los picos de la Cordillera de Los Andes. Por un lado de la cabeza está grabada la marca “Flood”, y por el otro la imagen de un león de perfil, rugiendo a boca abierta y exhibiendo sus largos y afilados colmillos.
No es una llave antigua, no parece ser una llave maestra o una honorífica. No, no tiene aspecto de ser llave de la ciudad. No creo que se le hayan perdido o extraviado a alguien tan distinguido.
Aunque uno nunca sabe. La llave podría pertenecerle a algún personaje ilustre. Podría perfectamente ser la llave a una cerradura importante que encierra una intimidad muy recelosa y cuidada, fuera del ojo público malintencionado que sólo busca morbo y faranduleo. Ahora el dignatario, nuestro personaje conocido podría estar vulnerable al haber perdido esta llave que ahora yo guardo para devolver.
No tiene las características de ser la llave a algo muy misterioso, como un baúl o cofre antiguo. Esas cosas ya están fuera de moda, ya no se estilan. Pero sí podría ser la llave a una caja de seguridad de algún banco. Una pequeña caja fuerte que aloje riquezas y gran cantidad de billetes y documentos de contenido reservado. ¿Cómo hacerme con esa caja? ¿A qué banco pertenecerá? ¿Qué tesoros esconderá esta llave que lleva un león como símbolo?
¿No podría tratarse de una de las mismísimas llaves de San Pedro? ¿o sí?
Viejo despistado y amnésico, has extraviado uno de las llaves que dan a las puertas del cielo. Es de suponer que tienes duplicados de la llave, viejo gagá, sino los que mueran tendrán que esperar a que vayas a buscar a un cerrajero mientras los fallecidos vaguen por el purgatorio y otros prefieran ocupar el tiempo de espera junto a una sensación térmica más elevada, admirando los sitios de interés que el infierno tiene para ofrecer.
La llave podría ser de cualquier persona. Podría cerrar y abrir cualquier tipo de puerta. La puerta de una estudiante, de un ministro, de un dentista, de un poeta, de un albañil, de un embajador, de una empleada doméstica, de un carpintero, de una puta, de un cura, de una profesora, de una ingeniera, de un cocinero o restaurador, de un pintor, un veterinario o un chofer de carro fúnebre.
Podría ser que la llave fuera virgen. A lo mejor nunca ha tenido la experiencia de ser introducido a una cerradura para abrir o cerrar nada. Puede que nunca ha tenido la oportunidad de estar en compañía de otras llaves, todas unidas y colgando de un mismo llavero. Qué triste e inservible se sentirá esta llave de ser ese el caso. Ha perdido su dueño y por ende se ha extraviado de aquello que le daba un significado a su existencia: la cerradura. La única que guarda codificada en sus entrañas la razón de tantos surcos desiguales en la llave. Una llave para una cerradura, y ahora que está ahí, olvidada y sola, tendrá que aceptar su destino, que ya no le abrirá nada a nadie, que no ocultará nada a nadie más, que no le empedirá el paso a nadie ni le dará acceso a ni un alma.
¡Cómo pudo sucederle eso a ella! Un paraguas olvidado sigue siendo un paraguas y puede cobijar a cualquiera bajo la lluvia. Si te regalo un pañuelo mío, perfectamente te puede servir a ti. Un lápiz dejado sobre un escritorio de una biblioteca podrá servirle a cualquiera que lo encuentre. Pero ¿en qué se convierte una llave que ha caído al suelo y se ha quedado ahí olvidada? Ya no sirve para nada. Es un pedazo de metal de forma curiosa.
Hago un llamado a quien crea que pudiera ser el dueño de esta llave, que por favor se ponga en contacto conmigo. Si crees haber perdido una llave en el Parque Los Dominicos, puede que esta sea la tuya. No te preocupes por quedarte fuera de tu casa, tu oficina, tu caja fuerte, tu baúl, tu edificio, tu clóset, tu tienda o tu invernadero. Tengo tu llave conmigo y sólo busco devolverla a su dueño. Sólo quiero que la llave encuentre su cerradura y vuelva a tener una razón de ser, que tenga alguna utilidad como tal.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
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1 comentario:
Ruego a Ud. adjuntar este comentario al del diario:
Me encanta leerte Trinquete!!
(tan simple como una llave fuera de su llavero, ni con cerradura conocida....)
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