Soy un pelo púbico.
Para ser más específico, para decir las cosas como son y no andar con rodeos y más que nada para que nos podamos tutear de entrada y ya comiencen a hacerse una idea de cómo luzco; soy un vello púbico de la zona genital.
Estoy aquí simple y llanamente porque pertenezco (o pertenecemos, yo y los míos, mis compañeros pendejos) a uno de los grandes misterios que asaltan de vez en cuando a las personas a las que les mantenemos la temperatura de sus entrepiernas.
A ver, no estoy diciendo que soy en sí un misterio. Mi señor sabe de sobra que la razón científica de mi plena existencia es por el incremento en el nivel de andrógenos del cuerpo… Todo pendejo sabe eso. Como todo pendejo sabe de sobra que cumplo una función de protección a los órganos sexuales. Otro de nuestros propósitos es el comunicar a una potencial compañera sexual que la persona que lo posee es sexualmente madura y puede reporducirse (¿?). Ahora esta última definición de mi ser la leí por ahí y jamás la he entendido del todo bien.
¿Sabían que -y me voy a desviar un pelo para hablarles de nuestra imagen artística ya que todos queremos ser rock stars y tener nuestros cinco minutos de fama- puntualmente el vello femenino en el arte y a través del tiempo ha sido más abiertamente representado que el pelo púbico masculino? Ahí están las shunga (pinturas japonesas de carácter erótico) que datan del siglo XVIII. También nos podemos referir a La Maja Desnuda de Goya o -y esta es una de mis favoritas- El Origen del Mundo de Gustav Coubet, de 1866. Sin embargo los ejemplos de pintura en las que se representa el vello púbico masculino son más escasas. Si nos vamos a la escultura no podemos dejar de mencionar a David de Miguel Ángel, con un pelo púbico demasiado arreglado y por lo mismo muy femenino si me preguntan a mí, aunque no me explico por qué las figuras masculinas pintadas en la Capilla Sixtina (creadas por el mismo Miguel Ángel) carecen de pendejos.
Curioso, pero bueno, volviendo al aún más curioso misterio de mi señor, quiero mencionárselos formulándoles la misma pregunta que se hace él muchas mañanas: ¿Cómo es posible que siendo de la zona púbica o genital podamos nosotros los pendejos llegar tan alto en las paredes que forman la ducha del baño?
¿Se han fijado alguna vez? Somos capaces de llegar a grandes alturas, trepando por mojadas y resbaladizas baldosas, luchando contra la adversidad del agua que cae con estrepitosa fuerza a nuestro alrededor. No estoy diciendo que todos nos caracterizamos por ser perfectos escaladores. Muchos de nosotros terminamos posados en el jabón, aferrados a la tina o arrastrados por la corriente del agua hasta desaparecer, engullidos por la boca del desagüe.
Pero no todos corremos la misma suerte o tenemos el mismo destino. Otros, como yo, escalamos esas paredes o incluso cortinas de baño como verdaderos Stallones púbicos. Nacimos escaladores como los griegos nacían guerreros. Verdaderos trepadores innatos que por alguna razón que desafía las leyes de la naturaleza y escapa todo raciocinio humano, somos capaces de llegar a alturas tan vertiginosas como a nivel del mentón, e incluso algunos tenemos la fama y reputación de llegar a la altura de la frente, aferrados con uñas y dientes a esas baldosas traicioneras.
Después, se le puede ver a mi señor (y nos consta que como él, son la mayoría de las personas) bajo el agua de la ducha, acumulando como mejor puede, agua para bajarnos a la fuerza. Aún asombrado por nuestras habilidades alpinistas, mi señor juntará sus manos de forma horizontal y con las palmas mirando hacia arriba, ligeramente encorvando los dedos hacia el techo para formar un improvisado bowl con el cual recolectar mejor agua de ducha; comenzará a verterla sobre nosotros para así entorpecer nuestra escalada.
Esto lo repetirá las veces que sea necesario con tal de interrumpir nuestro ascenso. Para algunos esto significará caer hasta las tenebrosas profundidades del desagüe, pero para otros será un mero contratiempo hasta poder reanudar con perseverancia nuestra ansiada escalada hacia la libertad.
Hacia la libertad para algunos. La verdad es que nadie sabe a ciencia cierta las razones por querer trepar por muros o cortinas de baño. Podría ser algún tipo de instinto de supervivencia. Supongo yo que cada uno de nosotros tendrá sus propias razones para hacerlo. Lo que sí sé es que cualquiera sean las razones que tenemos para ascender contra toda adversidad, a los seres como mi señor se les escapa en absoluto. Se ha convertido en un verdadero misterio el cómo y el por qué lo hacemos. Es un rompecabezas que ha acechado la mente del hombre por los tiempos de los tiempos. Nosotros los pendejos nos enorgullecemos de ello.
La verdad es que somos unos seres muy reservados (en más de un sentido), y la razón y lógica detrás de por qué hacemos lo que hacemos lo mantenemos en estricto secreto. Yo no se los revelo simplemente porque significaría ir en contra de mis principios y porque soy un fiel creyente de que hay ciertos misterios que hay que mantener tal cual. No estropear la sorpresa.
Para finalizar, y para hacerme un poco el culto y el lindo, ¿sabían que la preferencia por genitales sin vello es conocida como acomoclitismo? Lo pueden Googlear si no me creen.
Eso es todo lo que quería compartir con ustedes… Por hoy.
Ahora sigan en lo suyo. Yo vuelvo a lo mío.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
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