miércoles, 13 de enero de 2010

Herencias y traspasos

No ha sido la mejor manera de comenzar el 2010.
Cuando estaba ahí, junto a mis padres y mi señora en Puerto Varas, celebrando la llegada del nuevo año, comiéndome las 12 uvas ante unas campanadas imaginarias que pautaban mis doce deseos para el 2010, esto no era lo que tenía en mente.

Verán, mientras hoy se habla sobre el tema de herencias de personajes recientemente fallecidos como Sandro, Michael Jackson, Mario Benedetti, Farrah Fawcett, ¿Corín Tellado?; yo he ido aprendiendo sobre lo que sí y lo que no se hereda.

Ejemplos: Heredé de mi madre mi buena dentadura (en mi vida he ido una sola vez al dentista. Mi señora es de la opinión que viene siendo hora que haga lo antes posible una segunda visita), pero también sus insufribles jaquecas. Algo bueno y algo malo. Mientras lo primero me enorgullece y se me nota en la sonrisa, lo otro se siente como si un elefante con zapatillas de toperoles me pisara la cabeza.

Cosas de la vida, dirán algunos. Unas por otras, declararán por ahí.
Sí, está bien, la balanza de lo positivo y lo negativo hasta ahí está equilibrada a una misma altura. Pero, y aquí viene mi enfado de las últimas dos semanas, supe de algo que me dejó deseando que otras cosas pudieran ser hereditarias.

Hace no mucho mi madre fue a un centro médico a hacerse una resonancia magnética, esa cápsula que se parece a la supuesta cama que tenía Michael Jackson, y en donde te bombardean con sonidos tipo taladro o perforadora de pavimento por hora y media. Lo sé porque yo también me sometí a una hace algunos meses.

Esperando encontrar en la resonancia alguna explicación a mis constantes dolores de cabeza, los resultados no arrojaron nada anormal y la neuróloga así lo corroboró. A diferencia de la de mi madre que sí obtuvo un diagnóstico más que positivo y favorable. A ella le encontraron exceso de materia gris en el cerebro.

Para aquellos que desconocen la funcionalidad de esta sustancia y el papel que juega en nuestro cerebro, la materia gris corresponde a aquellas zonas del sistema nervioso central en las que existe un predominio de las neuronas, y la cantidad de esta sustancia muchas veces es vista como directamente proporcional a la inteligencia de un ser vivo. En otras palabras, my mother es más capa que el común de los mortales.

Esto del exceso de materia gris, me vengo a enterar, no es hereditario, cosa que podrían decir me llena de rabia y envidia. A ella le dan jaquecas por abundancia de masa neuronal y a mí me duele la cabeza de simple estúpido. Fue mi gran epifanía 2010.
Está bien, a lo mejor mis jaquecas no son causa de una necesaria falta de materia gris, ni siquiera por tener una cantidad normal alojada en el cerebro, pero después de enterarse de que tienes una madre “Dougy Houser”, practicamente todo te empieza a doler, incluso el orgullo.

Existe otro tipo de cosas que si bien no son hereditarias, sí son traspasadas.
Mientras algunos, y especialmente los hombres, la palabra traspaso la ligan automáticamente al fútbol (como ejemplo reciente el traspaso del Chupete Suazo del Monterrey de México al Real Zaragoza de España), otros como yo prefieren la definición más académica del verbo, que vendría a ser algo como el “pasar adelante hacia otra parte o a otro lado”.

Esto me ocurrió a mí hace unos días cuando mi señora involuntariamente me traspasó su “fuego”, o para ponerlo en término más clínico, su herpes. Así es, ahora sufro de herpes. Sí, es una palabra sumamente fea y podría estar a la altura de otras como gonorrea, sífilis o hepatitis, pero para aquel que no esté familiarizado con el herpes, le garantizo que no es tan grave como las otras enfermedades con las que la acabo de comparar, aunque hay que admitir que el herpes genital sí puede acarrear ciertas complicaciones. No sé… Googléenlo.

El asunto es que este año nuevo lo he comenzado sufriendo con un doloroso herpes en la fosa nasal derecha de mi nariz. Mi señora tiene el suyo alojado en la pequeña endidura debajo de su nariz. Los dos estamos de foto.

Fuego suena mejor. Cargar armas! Apuuunten! FUEGO!
Es como si a la tricomoniasis le eligieran una palabra más llevadera, como corcho o algo por el estilo. “Sí, la semana pasada me acosté con una mujer en una fiesta y me contagió corcho”. ¿Por qué no?

Sí, lo que va de año ha sido simplemente maravilloso. Me entero que no voy a ser más inteligente, que la materia gris de mi madre no es hereditaria, y que voy a tener que sufrir de fuegos por el resto de mis días. Y eso que aún no voy al médico a verme una tetilla que me duele hace ya varias semanas y que presenta un leve bulto en todo lo que es el pezón. Se imaginarán lo que fueron los abrazos de navidad y japi niu yiar… Dolorosos.

Ahora pienso que debí centrarme más en el tema salud cuando pedía los doce deseos para este nuevo año, y no quedarme pegado en los mismos de siempre, como paz mundial, un sueldo justo, un viaje por Asia o convertirme en fotógrafo para los catálogos de Victoria’s Secret.