viernes, 27 de febrero de 2009

El abrazo

(Para Andrea, mi señora, porque su abrazo de esta mañana fue simplemente embriagador)

El tiempo. Cómo pasa ¿no? A veces transcurre de una manera lenta, y a veces nos sorprende con lo rápido que pasa frente de nuestros ojos. Cuando ya tienes 30 supongo que nunca pasa lo suficientemente lento y te vas preguntando qué es lo que has hecho con todos esos años.

Hoy medité sobre lo que una vez escuché decir al escritor chileno José Luis Rosasco, de que "el hombre tiene la edad de la mujer que lo abraza".
Muchas cosas pueden ocurrir entre los brazos de una mujer. Cierras los ojos en el momento del abrazo y todo aquello que es o creías que era la realidad, no es nada mas que una mala imitación del mundo que yace ahí en el contacto con una mujer, unidos en un acto tan simple como puede ser un abrazo. Pierdes toda identidad, y mas importante: pierdes toda noción del tiempo, tanto presente, futuro o pasado. He ahí que pierdes algo tan poco importante como son los años transcurridos en una vida. Pero ganas los años que han pasado por tu mujer, que te ha regalado por un instante ese espacio que hay entre sus brazos.

Aquella mujer tendrá más, menos, o la misma edad que perdiste, pero por alguna razón esa edad que recibes ya no va cargada de negatividad, fatiga o pesadez, sino que es como un despertar de un largo y profundo sueño, como el Ave Fénix que vuelve a nacer, resucitando de entra las cenizas.

El mundo que yace afuera de ese abrazo femenino es ilusión, y todo lo que has aprendido de él, de ese mundo exterior, es cuestionable por su autenticidad, su veracidad, su verdadero propósito y utilidad. Podría ocurrir que en ese momento del abrazo, te encontraras contigo mismo, con tu verdadero ser.

A lo mejor pierdes tus años porque hasta ese momento, antes de experimentar aquel abrazo de esa mujer tan especial, simplemente no habías vivido. Esa es la verdad: el hombre todavía no ha vivido hasta que experimenta en carne propia el viaje, el mundo que significa ese abrazo a la mujer. En ese instante mueres y vuelves a nacer. Pero nacemos con la edad de la mujer que nos abrazó, porque si el hombre partiera de cero, se producirían choques entre el universo y el tiempo, entre los mundos paralelos, entre el principio y el fin, entre la vida y la muerte.

Eso es lo que ocurre cuando una mujer le regala un abrazo al hombre. Quizás esto es a lo que se refería Rosasco, y si no, pues esta es mi manera personal de interpretarlo.

¿Qué le ocurre al hombre cuando es besado por la mujer? Preséntenme al hombre que sea capaz de poner en palabras precisas lo que significa ser besado por esa mujer tan especial, y me consideraré afortunado de haberlas escuchado en ésta vida.

martes, 17 de febrero de 2009

Esto de vivir con (buenos) recuerdos

Un estudio holandés ha revelado que dentro de poco estará disponible una pastilla que podrá borrar los malos recuerdos de aquellas personas que sufran alguna fobia o trauma postraumático.
La novela ficticia del español Ray Loriga, "Tokio ya no nos quiere", toca justamente esto. Cómo una persona en un futuro no muy lejano viaja por el mundo en nombre de una empresa vendiendo pastillas para borrarle los malos recuerdos a la gente. El problema con el protagonista es que a medida que pasa el tiempo va consumiendo su propia mercancía, perdiendo recuerdos de quién es y qué es lo que hace.

Obviamente si algún día este fármaco sale al público tendrá que venderse bajo receta médica o me imagino que se distribuirá en centros especializados o bajo supervisión médica que trate estos trastornos.

¿Qué sería de aquellos que se apoderaran de este medicamento y lo usaran con otros fines?

¿Sería capaz de borrar alguna mala experiencia que tuve con alguna polola? ¿Podría borrar los malos recuerdos que un inmigrante haya experimentado en su país de origen, o de un recién liberado preso de Guantánamo que tuvo que soportar vejaciones y malos tratos de parte de los soldados estadounidenses? ¿Podré borrar de mi registro mental que fui un fumador empedernido y además los deseos que aún conservo de fumar después de tres años de haberlo dejado? Y si se trata de una mujer que ha sufrido los malos tratos de su marido ¿podrá borrar los ataques o a su mismo marido de su memoria?

Supongamos que por esas cosas bizarras de la vida una pareja de pololos decido hacer un experimento. Están tan enamorados y tan seguros que su amor puede contra todas las barreras, que deciden retar el destino, el tiempo transcurrido, las experiencias vividas juntos, y se toman una pastilla cada uno con el deseo de que se despierten al día siguiente ignorando la existencia del otro pero confiados de que reconocerán el amor en el rostro de su pareja -que ya no conocen- cuando el destino vuelva a juntarlos. Sabrán en ese momento que el sino de cada uno es estar con el otro para siempre. Se volverán a conocer, a enamorar, a vivir nuevas experiencias juntos y vivir felices para siempre.

¿Y si la pastilla borrara más de lo que quisiéramos? ¿Qué tipo de consecuencias tendría el tomar demasiado de esta droga? Si se le administra una a Fidel Castro, ¿se acordará de quién es y las cosas que ha hecho, o sólo será un viejito cascarrabias que no sabrá por qué mierda lo único que hay en su clóset son vestimentas color verde olivo?

¿En qué clase de seres humanos nos convertiríamos si se nos pasara la mano y tomáramos más de la cuenta? Seres descerebrados y perdidos por el mundo borrando todo lo que nos pareciera demasiado desagradable para soportar, unos hedonistas sin constancia de haber sufrido un mal en nuestras vidas, todas nuestras experiencias de vida serán maravillosas y de color rosa, una vida llena de placeres y buenos recuerdos que conservaremos en nuestra memoria y los álbumes de foto.

Habrá que esperar y ver cómo evoluciona esto del betabloqueante genérico propranolol. Ver si de alguna forma se pueda usar contra la delincuencia o para reinsertar delincuentes a la sociedad, por ejemplo.

Mientras tanto, que sigan los científicos investigando y borrando el origen de traumas y fobias que impidan a personas desarrollarse como tal con normalidad.
¿Por qué no? Se podría debatir.

jueves, 12 de febrero de 2009

Jugar al escondite con Don Julio

Tener 25 años para una persona ya es bastante. No deja de ser, es un cuarto de siglo, y uno a esa edad ya es considerado como adulto y debiera estar encausado en lo que quiere de la vida y ya estar haciendo algo para alcanzar sus sueños. Pero si lo vemos por el lado de alguien que nos ha dejado para siempre hace ya 25 años pero su legado y su obra son tan vigente y contemporáneo como si aún estuviera vivo y siguiera sacando y publicando material que inundara las estanterías de librerías, un cuarto de siglo podría parecer un suspiro.

Hoy hace 25 años Julio Cortázar dejó de estar entre nosotros.
Siempre he dicho que con el padre de los Cronopios me pasa algo que con ningún otro escritor me sucede: busco su obra por todas partes. Ya sea en librerías, bibliotecas, feria de libros, mercados callejeros o de pulgas, o entre los libros de otras personas; tengo la extraña manía, obsesión o necesidad de buscar aunque sea un libro de este autor argentino que hoy tendría 95 años. Y digamos que en un puesto callejero encuentro un libro de Cortázar que no he leído. No necesariamente compro el ejemplar, sino que me quedo con la satisfacción de haberlo encontrado, como si de jugar al escondite se tratara.

Quizás a Cortázar le hubiera hecho gracia una manía como esa, jugar al escondite con un determinado autor, como un Detective Salvaje, como quien toma un pelo, le hace un nudo en el medio y lo deja caer por el agujero del lavamanos, con el solo propósito de buscarlo por las cañerías del baño, del edificio o la gran ciudad; como diría el propio Cortázar, “para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles”.

Creo que podría leer eternamente sus Historias de Cronopios y Famas, y su Manual de Instrucciones. La manera que tenía de hacer de las palabras un juguete, siempre me ha fascinado. Quién sino él escribiría algo como “La vuelta al día en ochenta mundos” o “Los autonautas de la cosmopista”. No hablemos de Rayuela, una obra vital, de las más grandes e importantes que viera el siglo XX, un clásico que toda persona que se considere persona debiera tener en algún lugar de su casa. Mi ejemplar está guardado dentro de una caja con libros en algún lugar de una gran bodega atestada hasta el último metro cuadrado por grandes y pesadas cajas que incluso impiden la entrada a ella, como si la puerta estuviera tapiada por cajas de mudanza. “Perdida y Recuperación de Rayuela” se titularía mí cuento. Otro ejemplo de cómo el destino me tiene eternamente jugando al “Hide and Seek” con el autor de Bestiario.

25 años sin el Cronopio Mayor, y aún hoy sigue formando parte de nuestras vidas y de las generaciones actuales. En mayo saldrá a la luz Papeles Inesperados, una recopilación de cuentos, capítulo de novelas, poemas y entrevistas inéditas del escritor, que su viuda encontró hace unos años guardadas en un cajón de su casa parisina.

Don Julio al parecer está constantemente jugando al escondite con todos nosotros, siempre buscando sorprendernos con algún nuevo anécdota o escrito, como si lo hubiera planeado desde el primer momento que se convirtió en una de las figuras más importantes del llamado Boom Latinoamericano. El mundo hecho un gran patio de recreo. (Buenos Aires también quiso jugar y el 21 de marzo, coincidiendo con el cierre de las celebraciones al escritor, la artista plástica Marta Minujín instalará 300 rayuelas para jugar en la Av. 9 de Julio. Se frenará el tráfico, y para poder participar deberás llevar en la mano un libro del autor).

¿Cuánto material habrá allá afuera, escondido en algún otro cajón, baúl, caja o rincón que esté esperando salir de su escondite para sorprendernos? Yo, mientras tanto, cierro mis ojos y voy contando 1, contando 2, 3, 4… hasta 10.

martes, 10 de febrero de 2009

Creerse la muerte

Rubén Lardín, un bloguero barcelonés que por estos días está promocionando por España su libro Imbécil y Desnudo, reconoce que hace poco, como terapia, cerró su blog a los comentarios ajenos. "Si tienes comentarios abiertos sabes quién está ahí, y si sabes quién te lee, te coarta la escritura.”- declaró Lardín al periódico El País- “Por eso digo que hay que escribir como si estuvieras muerto, como si nada de lo que haces te importara.”

¿Y si yo hiciera justamente eso? Ser un fantasma bloguero… Un espíritu en pena que frecuenta su blog para utilizarlo como plataforma de expresión, para poner por escrito todo aquello que lo perturba, que lo atormenta, aquello que percibe a su alrededor, que comenta sobre ese mundo que ha dejado atrás y lo critica o lo celebra según esté de humor, según vea conveniente. Ser un ente al que ya no se le ve, pero al que se puede leer de vez en cuando, compartiendo con las personas que ha dejado, sus impresiones, abrirle los ojos a las cosas por las que verdaderamente debieran preocuparse, o las costumbres, buenas o malas que debieran mantener, incentivar buenas acciones y las palabras que emocionen, o aconsejarles que para llamar la atención o hacer llegar un mensaje “por favor romper palos sobre cabezas”.

El muerto y su blog, el muerto y su crítica constructiva del y hacia el mundo. Libre albedrío para decir lo que se me dé la gana, cuando se me dé la gana, porque se me da la gana.

Ahora, volviendo a lo que dijo Rubén Lardín, él dice “COMO si estuviéramos muerto”, que no es lo mismo que estar muerto de verdad. Es creerse muerto, crear un estado mental donde te creas muerto sin estarlo de verdad… Digamos que es sólo para efectos de escritura y de cómo te cohíbes a la hora de poner ciertas cosas por escrito porque temes que los que te pudieran leer se podrían sentir ofendidos o aludidos por tus palabras.

Pero digamos por un instante que sería entretenido pensarse muerto. Sí, señoras y señores, digámoslo de una vez: Trinquete ha muerto. Significa que aparte de estar esto escrito por un difunto, además no está disponible para sus observaciones, sus quejas, sus palabras de aliento, de felicitaciones, sus lamentos.

Digamos que por esas cosas el muerto, el difunto, el cadáver, el fallecido ha sido devorado por la tribu amazónica llamada Kulina en una ceremonia ritual. Mi nombre era Océlio Alves de Carvalho, tenía 19 años y morí a manos de caníbales que me descuartizaron, dejaron mi cabeza pendiente de un árbol e hicieron un rico festín con mis restos. No culpo a los 2.500 indígenas Kulina que moran en los márgenes de los ríos Juruá y Purus, en una región próxima a la frontera con Perú, después de todo está en su naturaleza o forma parte de su particular manera que tienen de adorar y hacerle ofrendas a sus dioses o de pedirles un deseo.

Lo que sí querría saber, aparte de con qué condimentos se me cocinó, es ¿qué fue lo que le pidieron a su tan adorado dios? ¿Más o menos lluvia, qué las grandes empresas dejen de talar la agonizante selva amazónica, que para la próxima querrían una porción de papas fritas con ketchup para acompañar el filete, que impida que los avances del hombre blanco y moderno sigan encontrando su camino hacia las entrañas más profundas e impolutas de la selva, o que la gente siga leyendo y reflexionando sobre Los Pasos Perdidos de Alejo Carpentier, o en su defecto, Walden de Henry David Thoreau?

Ahora que he muerto, y que supongo que han enterrado mi cabeza en el Cerro Panteón de Valparaíso, no se hagan los Max Brod, por favor. Lo mío no tiene nada que valga la pena salvar de la hoguera, sino todo lo contrario: impriman todo lo que aquí aparece, tomen los impresos todos juntos por la esquina inferior izquierda con la mano izquierda, y con la mano derecha enciendan un fósforo o encendedor, hagan que la llama bese el papel y procedan a quemar por la esquina superior derecha. Dejen que los papeles se consuman y sean devorados por las llamas a gusto.

Y no es que esté siendo humilde o pesimista sobre mis aptitudes o talentos, sino que, como Julio Cortázar cuando lo llamaron Intelectual Latinoamericano, me limito a un reflejo muscular consistente en elevar los hombros hasta tocarme las orejas.