lunes, 25 de mayo de 2009

El canto/lamento/relato del cesante

Ahora se armó la grande, señoras y señores no me lo van a poder negar, me he quedado cesante por supuesta reducción de personal. Ahora me dedico a buscar pega, mientras la gripe porcina intento esquivar. Ahora s'il vous plaît no se me pongan a llorar, que esto no es una tragedia, es un ligero traspié, un oops, cambio de plan. Ahora el tiempo hace de lo suyo, se burla, me invita a vagar. Ahora mientras el mundo gana plata, mi ahorro monetario se vacía, dejando harto que desear. Ahora lo importante no es entrar en pánico, hay que mantener la calma y respirar. Ahora con esto de las vacas flacas, mejor hacerse vegetariano y una bota en caldo cocinar. Ahora el frío es un amigo, la hoja de ofertas de empleo un familiar. Ahora la casa es una sala de espera, las gotas de lluvia quieren entrar a jugar. Ahora me duele la espalda de tanto estar sentado, hasta que llegue el día obligado a salir a mendigar. Ahora hago la cola del banco, para el pasaporte y para el pan, y cuando no, me la paso aquí dentro, moviendo la cola del perro, escuchándolo ladrar. Ahora el otoño bota alfombras de hojas muertas, las mismas hojas que ahora rayo y dentro de libros he comenzado a resguardar. Ahora la casa se abriga de silencio, es una manta que a ratos comienza a incomodar. Ahora la compañía está ausente y la conversación es un testarudo que se niega a hablar. Ahora extraño la oficina, el horario de mierda, ¡la anorexia salarial! Ahora es cuando ustedes llaman a los especialistas, pero disculpen aquí no hay teléfono, ahí está mi celular. Ahora no escucho lluvia, no hago colas, no barro hojas del plátano oriental. Ahora me supongo en un loquero, lo digo por las enfermeras, los barrotes y las largas mangas de chaqueta que no me puedo desamarrar. Ahora no me vengan con que son cosas de crisis, económica o mental; la cosa viene fea hace rato, a alguien le tenía que tocar. Ahora tengo visitas conyugales, recibo cartas y candidato presidencial, cuando lo único que ando buscando es un contrato de trabajo donde me digan por favor aquí firmar.

lunes, 18 de mayo de 2009

Recuerdos de una vereda

Soy de la opinión de que te conocí demasiado tarde en mi vida, y ahora te has ido de este mundo.

Recuerdo que lo primero que conocí de ti fueron tus poemas, y llegaron a mi en forma de folios sueltos, desparramados y traviesos sobre la vereda, camino hacia mi casa. Alguien los había tirado al viento para que yo los encontrara y me maravillara de aquel día en adelante con tus novelas, tu poesía, tus relatos y cuentos cortos.

Compatriota, viejito tierno, todavía recuerdo el día que te encontré vagando entre los libros de una librebría madrileña. ¡Cómo no reconocerte! Cómo será que paré en seco y mi corazón comenzó a galopar de emoción. Por alguna razón no te quise interrumpir. Por alguna razón sigo pensando que hice lo correcto.

Por alguna razón ya el amor no tendrá el mismo significado, el mismo palpitar. Por alguna razón la tregua ahora te devuelve a la vida, el silencio que dejas será difícil de explicar, maestro de mi camino.

Universal en tantísimos sentidos, fuiste profesor del amor y enemigo de la soledad. Feliz y optimista como ningún uruguayo, alegre hasta que se fue tu Luz.

Desde aquel día que encontré fotocopias de tu obra junto a la calle, fui de la opinión que las cosas que realmente importan se deben decir de la manera más simple y clara posible, y que son aquellas palabras las que suelen calar más hondo, las que se recuerdan con más facilidad, las que llegan a más personas.

Y ahora nos hemos quedado a merced de tantas adversidades. Las oficinas no tienen quién las retrate. Una voz como la de nadie ha decidido callar y nos hemos quedado con los recuerdos no sólo de un gran escritor y grandioso poeta, sino con la ausencia de un verdadero ser-humano que supo poner en palabras simples para que todos pudieramos deleitarnos con ellas, lo que significaba ser parte de este entrañable mundo que es la vida misma.

Adiós montevideano, y gracias por tu luz y tus lecciones de vida, por tu palabra y tu sencillez, por tu insaciable búsqueda por las palabras siempre humildes y exactas, por tu autenticidad y la admiración que provocabas, por tu idioma y tus versos, por tus ganas y tu oficio, por tu vocabulario positivo y tu franqueza, gracias Benedetti por llegar al interior de todos tus lectores que dejas atrás y con esos sentimientos encontrados por esta tu partida.