martes, 30 de diciembre de 2008

Yendo a 90 en la oscuridad

¿Qué habría sido de la vida de Holden Caulfield si como un Harry Potter de antaño o un Quijote moderno, el niño que fue perdiendo su inocencia y haciéndose aquel “Hombre Joven Furioso” en su paseo por la ciudad de Nueva York, hubiera tenido más de una aventura?

Pero aunque Holden apareciera en otras obras literarias aparte del célebre El Guardián en el Centeno, el que J.D. Salinger, su autor, no quisiera hacer de su personaje estrella una secuela, trilogía o una colección de entregas como decidieran hacer con los suyos otros autores como J. K. Rowling (con Harry Potter), J. R. R. Tolkien (con Frodo Bolsón), y por qué no, Ian Fleming con su personaje de James Bond; fue probablemente una de sus decisiones más acertadas.

Este primero de enero J.D. Salinger cumple 90 años. El autor de El Pez Plátano lleva cuatro décadas sin sacar a la luz algún escrito con su firma, recluido en su hogar y evadiendo la atención pública prácticamente desde el inicio de su carrera y su éxito. Este hermetismo e incluso renuncia a dar entrevistas se contrasta enormemente con los tiempos actuales donde la fama y la vida privada se ventilan para todo aquel interesado en husmear en ella.

En un siglo donde la tecnología apunta hacia la entretención individualista no sólo en la práctica, sino en los mismo nombres de los aparatos o plataformas (llámese iPod o YouTube, entre otros) y en un mundo donde se le da especial importancia a la notoriedad pública que puedas tener, ya sea a través del Facebook, del Messenger, de la webcam, de YouTube, un blog, una consola, un celular o en una realidad virtual (Second Life) donde puedes ser quien y como quieras; Salinger ha optado por encerrarse en su privacidad y alienarse del mundo exterior.

Un estilo de vida que no hace sino enaltecer su persona a alguien aún más misterioso y fascinante que sus propios personajes. ¿Estará al tanto de todo lo que acontece en el mundo? ¿Qué pensará del asesino de Lennon, del ataque a las Torres Gemelas (acontecimiento que sacó del mutismo a personas como Cat Stevens u Oriana Fallaci, por nombrar a dos “ermitaños”), de la creación de Internet, de las miradas neoyorkinas de Woody Allen, Bob Dylan y Paul Auster, de Barack Obama, de la clonación, de Paris Hilton, David Beckham, del fenómeno de la comida rápida, de Pixar, del Airbus A380 o el hundimiento de Venecia?

¿Está Salinger living la vida que hubiera querido para Holden Caulfield, cansado y asqueado por la realidad consumista, egoísta, fría, superficial, destructiva y a veces patética que nos rodea? Creamos que Salinger ya no pinta nada en el mundo de hoy o que probablemente sí tenga mucho que decir sobre cómo estamos hoy llevando nuestras vidas, es parte del misterio que ha creado en torno a su ausencia en vida. Lo único que cabe esperar es que algún día salgan a la luz pública más de aquellos escritos que a tantos deleita, cautiva, entretiene, y a otros (desafortunadamente) obsesiona. Habrá que estar en guardia.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Consin problemas lingüísticos

Hace un par de años atrás leí en el blog de Alberto Fuguet algo que me llamó muchísimo la atención. Según él, gracias a que vivió su infancia en EE.UU. y luego volvió (más bien fue por primera vez) más tarde en su vida a Chile y tuvo que aprender castellano, además del chilensis; tiene ciertos handicaps o conflictos a la hora de hablar, escribir, e incluso pensar en un idioma u otro. Fuguet puso como ejemplo el abecedario. Que no puede recitarlo de corrido sin tener que frenarse, pensarlo en inglés y ahí traducirlo al castellano.

Lo encontré curioso por el hecho de que me ocurre lo mismo.
Vengo llegando de unos días en la playa junto a mi señora, mis padres, hermanos, cuñados y sobrinos. A uno de mis sobrinos lo estamos introduciendo al abecedario y a la identificación de cada letra. Mediante un juego de fichas, su madre (mi hermana mayor), mi hermana menor, y mis padres se han pasado el fin de semana largo familiarizándolo con las letras del abecedario y tener que nombrar algo que comience con cada letra. Después llegaba el momento de dictar de la A a la Z el abecedario al completo, y a diferencia de mi sobrino de 4 años que lo recitó con algo de dificultad, yo no logré pasar la letra G sin cometer algún error en el camino.

El inglés es prácticamente mi lengua materna ya que lo tuve que aprender a los cinco años, hablándolo todo el día en el colegio, la calle, escuchando y hablando el castellano solamente en la casa con mis padres. Esto se debió a que a esos cinco años mi familia se fue a vivir a la India, donde pasamos tres años para luego pasar los dos años siguientes en Singapur. Ocho años en total de colegios británicos, de hablar gran parte del día en inglés y exclusivamente el castellano en el hogar… y si es que…

Después vinieron Australia, y EE.UU. entre Uruguay, Chile, Argentina, y España. Nunca he tenido un potpurrí en la cabeza a raíz del cambio de idiomas. Creo que mis hermanos y yo siempre hemos podido hacer ese “switch” de un idioma a otro, sin sufrir grandes complicaciones o meteduras de pata. Claro, a unos más que otros les salía (y nos suele salir hasta hoy) alguna frase spanglish, o una errónea traducción literal del inglés al castellano, o viceversa; como mi hermana menor que cuando quería pan without butter, decía “consin mantequilla”. Pero a mi me gustaría pensar que aprendí a dominar tanto el inglés como el castellano bastante bien.

Lo que sí me pasa, al igual que Fuguet, es que puedo decir las letras en castellano, pero si me piden recitarte el abecedario, ahí me quedo. Si no es en inglés, estoy perdido. Son esas cosas que uno tampoco se toma el tiempo de aprender, porque si realmente nos pusiéramos las pilas (Fuguet y yo) y dedicáramos unos 15 minutos al asunto, estoy seguro de que nos aprenderíamos nuestro abecedario en castellano. Pero dejémoslo así, total, no pasa nada. Quedará como coletazo de esa ya distante educación anglosajona que tuvimos el ¿privilegio? de tener.

martes, 23 de diciembre de 2008

221208

So we walk into the night with only a few hours of sleep in our bodies, drunken by visions of narcoleptic reality and insane blood rush to our head.

Now we sleepwalk, and our eyelids are heavy as gold nuggets, and every part of our body goes through a gravitational pull. Everything that surrounds us is plotting against us.

The fight, the struggle to stay awake seems impossible and worthless. No sense in avoiding it when it hits you like sweet fragrance on a beautiful woman who walks past you out on the street. Breathe it in.

A dream finds us while we’re trying not to give in. But the thought does cross our minds, manifested in a long inviting tentacle, a warm beam of feathery light in a cold and dark tunnel.

We keep walking, working, staying alert, on the look out for anything out of the ordinary, anything that might give the slightest hint of rest, of an attractive pipe dream bliss.

Then when the time comes, when the moment’s right, we’ll recognize it and welcome it like momentary death, silky and narcotic, till we fall into temptation. Till we finally fall asleep.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El último deseo de Tchaikowsky

Walt Whitman escribió:
“Oh yo! Oh vida! de las preguntas recurrentes;
de los interminables trenes de desleales;
de ciudades llenas de absurdos;
Qué bien de ellos, oh yo, oh vida?
Respuesta:
Que estás aquí – que la vida existe e identidad
Que la poderosa obra sigue, y tu puedes contribuir un verso.”

El poeta norteamericano nos dice que la vida es una gran obra de teatro, el mundo un gran escenario donde todos tenemos un papel, cumplimos un rol y contribuimos con un verso.

Así lo entendió André Tchaikowsky, un pianista judío polaco que a los 46 años murió de cáncer en Gran Bretaña en el año 1982. El músico en su lecho de muerte expresó el deseo de que su cuerpo fuera donado a la ciencia, salvo su cráneo. Su cabeza debía ser entregada a la Royal Shakespeare Company, porque deseaba que ésta fuera utilizada algún día para representar el cráneo de Yorick, en la escena más famosa de Hamlet.

Tchaikowsky tuvo el deseo de seguir cumpliendo un papel en este mundo y contribuir a las artes por sobre su propia muerte. Quería que por lo menos una pieza importante de su cuerpo siguiera formando parte de lo que dejaba atrás.

Es el mismo deseo que el de tantos otros en el mundo, que aspiran a que sus órganos sean donados una vez ellos muertos, para que sean trasplantados en los cuerpos de otros que pudieran necesitarlo en vida. Esta decisión probablemente sea uno de los actos más nobles y menos egoístas que exista en tiempos de hoy.

Es el caso de Francisca Ovalle acá en Chile. Una niña de 11 años que sufre de una miocardiopatía dilatada con compromiso renal y hepático y que mientras escribo estas líneas espera que el corazón donado y trasplantado anoche le sea compatible.

El órgano fue donado por la familia de Jorge Muñoz Yáñez, un estudiante de 16 años, quien falleció en la ciudad de Los Ángeles por un aneurisma cerebral que le causó una hemorragia.

El sueño moribundo de Tchaikowsky también se vio cumplido según el diario The Times, cuando 26 años después un joven actor llamado David Tennant utilizara el cráneo del fallecido pianista para interpretar el del bufón de la corte que aparece en el acto V de la obra de Shakespeare. Y qué mejor regalo que haberlo hecho en Statford-upon-Avon, la mismísima ciudad natal del reconocido dramaturgo inglés.

Al final todos somos alguien. Cada uno de nosotros ha sido parte de la vida de otros o ha formado parte de nuestra realidad o la historia mundial. Independiente de que nuestra existencia haya transcurrido de forma notoria o desapercibida, haya sido reconocida por muchos, por pocos o por nadie; nuestro paso por esta vida marca un hito, tiene importancia para alguien, porque en alguna medida, grande o pequeña, influimos en el tiempo y sus sucesos.

¿Por qué no seguir siéndolo de alguna forma cuando ya nos han enterrado?
¿Por qué no hacer que tu verso sea un eco de ti que te sobreviva?

jueves, 6 de noviembre de 2008

Anti-Encuentro con El Hombre Imaginario

Tú, silueta, tú, forma, imagen, perfil, tú, contorno, trazo, figura triste y fugaz, proyectada desde un ventanal:

¿Habrías sacado la cabeza por la puerta o me habrías gesticulado que me fuera desde la ventana?

¿Me habrías tirado piedras, un ataúd, bañado a escupitajos, o disPARRAdo?

¿Habría visto mi ejemplar de tus obras completas volar por los aires o me habrías apuñalado con el lápiz?

¿Me lo habrías firmado con sangre de narices, con una cruz o una de esas frases ingeniosas tan tuyas?

¿Me habrías bailado una cueca larga, o habrías aprovechado para soplarle un beso a mi señora?

¿ Me habrías tirado encima tu VW Escarabajo o el gato de tu terraza?

¿Habrías protegido tu privacidad con fuego, a chuchadas, bastonazos o lanzándome las obras completas de Shakespeare a la cabeza?

Porque vas por la vida como aquellos viejitos tiernos de figura quijotesca, algo borrachitos, algo verdes, algo campestres, algo tercos, algo pícaros, pero siempre astutos, cultos, ocurrentes, y graciosos que están sentados con barba de tres días en la barra de la taberna del barrio, acompañados por un pequeño vaso sucio de vino casero.

Porque contarás siempre las mismas historias, porque serás de los que se lleva a la cama a la viuda de turno, porque llamarás a las personas siempre por un nombre diferente, porque te sabrás la alineación de la selección chilena de fútbol del Mundial del 62, pero no dónde se prende un computador.

Porque por las mañanas te encantará dibujar mujeres en pelota en el espejo empañado de tu baño, por la tarde rezarle a la virgen de las heces de elefante, y por las noches desearás volver a los tiempos en que formabas parte de aquel mandala alquímico: Neruda el agua, tú el aire, De Rokha el fuego, Gabriela Mistral la tierra y Huidobro, al centro, la Quinta Esencia. (Amigos que ya partieron y que te esperan para que tomes tu merecido lugar junto a ellos en el Olimpo). Volver a los tiempos de los Actos Poéticos con todos ellos y un joven Jodorowsky.

Porque con el orgullo de un niño que acaba de rayar las paredes de la casa, te habrás llevado la alegría de tu vida al ver la polémica que creaste colgando a todos esos ex presidentes en la mismísima Moneda.

Porque seguramente en el fondo te asustó la experiencia que viviste con el autor de Howl en tu casa de La Reina. Porque eres de los que no devuelve la pelota cuando cae en tu jardín, porque irás a comprar el pan y el diario en pantuflas.

Porque cierras las persianas cuando hay un arcoiris en el horizonte, porque apuesto lo que sea a que ni siquiera sentado en el trono del baño te sacas tu gorro pescador, porque te veo sentado ahí mismo, con cara de poker, resolviendo un sudoku.

Porque prefieres una cazuela de ave con amigos que un banquete en el Vaticano, porque preferirás la tiza y el pizarrón antes que el Gran Cañón, y levantarle el vestido a la Bachelet que darle un beso en la mano.

Por todo ello… Porque creo que es la imaginación la que muere en la boca, por todo aquello que pienso y me imagino que eres y querría conocer; preferí quedarme con la intriga de qué habrías hecho o qué me habrías dicho de haber tocado el timbre de tu casa playera, y quedarme con una versión de ti que puede que no sea la correcta, pero es la que quiero conservar.

Feliz No-Cumpleaños, Rey de Corazones. Que cumplas miles más.

¡Larga vida al Rey!

martes, 14 de octubre de 2008

Peso X

Desde que el mundo es mundo, se habla de que el amor es algo químico, se habla de “la química del amor”, “cuando la vi fue como un flechazo, fue pura química”. Supongo que es una manera ingeniosa de llamar lo que sucede cuando dos cuerpos se encuentran, se juntan y algo ocurre en ese instante. Es algo que trasciende lo explicable, algo que es mejor no poner en palabras porque pierde su magia. Es algo que ocurre en esa pequeña y corta distancia que existe entre esos dos cuerpos. La química del espacio, de lo no tangible.

Pero yo he hecho un descubrimiento fascinante. Tiene que ver con el amor, pero no con la Química, sino la Física. Sí, la Física, materia que me ponía la piel de gallina en el colegio y hacía darme contra la pared con la cabeza.

No es exactamente relacionado con el amor, y sí a la vez. Tiene que ver más que nada con la ausencia de ese amor. Pero no por ausente es inexistente.

A ver, me explico: Yo tengo amor y soy amado, no? Ambos, mi señora y yo, manifestamos nuestro amor el uno al otro, no es así? Entonces eso está claro, existe el amor entre nosotros, ese es un elemento, el amor. Pero a pesar de poseer y recibir amor, mi amor (o sea ella) está momentáneamente ausente, correcto? Quiero decir que no es que ya no cuente con él, sino que el origen de ese amor, la forma material, lo palpable no está conmigo, está en viaje de negocios.

El resultado de la ausencia de ese amor es una tristeza infinita. Es una añoranza, una nostalgia que la llevo conmigo donde sea que vaya o lo que sea que haga. Es una sensación que me acompaña mañana, tarde y noche. Si me pidieran que pusiera en una o dos palabras esa tristeza que me sigue desde que ella se fue, probablemente las palabras que escogería serían “un peso”. Y ahí es cuando caigo en el significado de mis palabras:

Si la existencia del amor es Química, el peso de la ausencia del amor es Física.

FÓRMULA:
Amor + su Ausencia = X Peso

Sería matemáticas si no fuera por el hecho de que la Física es la disciplina que calcula el peso de los cuerpos. Y aunque en este caso no es el peso de un cuerpo existente lo que queremos calcular, sino justamente lo contrario, el peso de la ausencia del cuerpo; la Física sería la encargada de computar aquel Peso X.

Lo que no podemos ignorar, es el hecho de que todo esto desafía toda lógica conocida hasta ahora por el ser humano. Porque creo que hoy bastan unas pocas reglas, teorías, fórmulas o cálculos Físicos para sacar el peso de cualquier cuerpo o masa. Pero ¿cómo calcular el peso de algo que no está, de un cuerpo que está ausente? Me imagino que la Física no ha llegado tan lejos como para descifrar este rebuscado acertijo.

Yo sólo podría explicarlo desde mi experiencia personal. El peso que yo siento por su ausencia es equivalente a 100 elefantes, 40.000 aviones comerciales, 183 cruceros transatlánticos, 6.969.207 perros de raza teckel, 3.733 ejemplares del Quijote, 201 edificios Empire State, 1.300.000.000 personas (que casualmente es más o menos la población de China), 601 lingotes de oro, un número incalculable de Post-its, y muchísimas cosas más.

La novela de más éxito de Milan Kundera se titula “La Insoportable Levedad del Ser”. La mía se titularía “El inaguantable Peso de la Ausencia”. Porque francamente el peso que siento día y noche desde que mi señora se fue hace unos días, ha sido intolerable.

Pero no quiero terminar esta Teoría Física de forma pesimista.
Querría agregar que si es verdad que la he extrañado muchísimo, su ausencia ha creado un peso y ello una auténtica epifanía científica. Podríamos concluir que la ida de Andrea a NYC ha aportado al conocimiento de las Ciencias Físicas, y mi realización de ello podría catapultarme a alturas insospechadas y dejarme ahí junto a físicos de renombre como Arquímedes, Albert Einstein, Isaac Newton o Stephen Hawking.

Por eso, si me gano el Premio (Alfred) Nobel, otro Físico de renombre, por mi contribución a las Ciencias y la Física; den por seguro que se lo agradeceré todo a ella y su viaje a NYC. Aunque en este momento esté deseando que nunca se hubiera ido.
Lo único cierto es que el peso es demasiado. El peso es… incalculable.

jueves, 2 de octubre de 2008

Para Carolina

Cuando un rato se transforma en horas, en una eternidad, desaparecen generaciones enteras, se van las modas y las tendencias, la piel va soltando su rigidez y se arruga, las costumbres se alteran, los años traen innovaciones y lo que alguna vez fue vanguardia se transforma en anticuado.

Cuando un rato se transforma en horas, la marea sube y el vino se avinagra. El espejo ya no refleja lo que una vez fue motivo de admiración, vanidad y ahogo. Cuando un rato se transforma en horas, la sangre se coagula y una estrella sin nombre muere y cae en el olvido.

Cuando un rato se transforma en horas, nos hacemos mayores, un diente de leche se convierte en un billete bajo la almohada y los cuerpos van bailando y sacudiendo sus genitales a otros ritmos. Un simple beso ve nacer unos apasionados versos y una mera creencia puede desencadenar un genocidio.

Cuando un rato se transforma en horas, nubes negras y su tornado inspiran la creación de personajes como Dorothy y sus amigos el espantapájaros, el león y el hombre de hojalata, todos caminando por el camino de ladrillos amarillos para ir a pedirle al mago eso que carecen. Cuando un rato se transforma en horas, el ahora pasa a ser historia.

Cuando un rato se transforma en horas, yo ya tuteo a mis mayores y un lactante dirá su primera palabra. Cuando un rato se transforma en horas, las guías telefónicas se hacen más gruesas, la vista se va poniendo más nublosa y la tecla del piano de cola se va desafinando.

Cuando un rato se transforma en horas, la revolución del Che se transforma en camiseta, un huevo crudo bajo agua hirviendo pasa a ser huevo duro y una obra de teatro comienza, su trama se desenvuelve, termina y cae el telón. Puedo viajar a Bangkok, a Montevideo, a Nueva York, a Praga, al Tibet, al cementerio de Montparnasse para visitar a Cortázar.

Cuando un rato se transforma en horas, cumplimos 30 como si nada, y se puede uno comer un pie de limón entero. Una fiesta puede pasar de mala a inolvidable. Una araña teje su tela para capturar la mosca que estuvo posada sobre el mojón que depositó en la acera el perro de raza incierta que fue mordido por la anciana que ya no soportaba más sus ladridos.

Cuando un rato se transforma en horas, aquel momento que parecía un instante que quedaría registrado en la memoria, se convierte en algo añejo, algo para libros de historia, algo vago y difuminado que va perdiendo su forma y su contorno original, perdiéndose entre el polvo que levanta el largo y serpenteado camino hacia la amnesia.

jueves, 25 de septiembre de 2008

El engaño a la Leti

Díganselo ahora a Letizia Ortiz: Ser príncipe y tener sangre azul corriendo por las venas, no es garantía de ser buen marido.

Así lo afirma el alemán Wilhelm Solms, que presenta su tesis en un congreso de la Sociedad Europea de Cuentos de Hadas que este año aborda el concepto de “Final Feliz”, y concluye que estos finales crean “expectativas irreales” en los niños.

Al parecer, si la Bella Durmiente y Blancanieves vivieran en el siglo XXI, ya se habrían divorciado hace rato. Con un primer beso de amor estos dos personajes literarios se casaron con un completo desconocido. Solms certifica que las parejas que inician su andadura en pareja en estas condiciones, tienen poca probabilidad de perdurar. Afirma que esos matrimonios de cuentos de hadas quedan grabadas en el subconsciente de los niños -sobre todo de las niñas- que luego se crean expectativas “irreales” de sus parejas “reales”. De ahí su deseo de desmitificar estos finales felices.

Me imagino esto siendo un golpe duro para Doña Letizia Ortiz, actual Princesa de Asturias de España casada con el Príncipe Felipe de Borbón. Ejemplo perfecto de lo que Solms opina que es la leyenda del zapato de cristal, el hada madrina y la calabaza convertida en carroza: un reflejo de los "sueños de muchas niñas que anhelan ser salvadas por un príncipe para no tener que abrirse camino en la vida ellas solas".

Si sólo la Leti hubiera sabido esto antes, en los tiempos en que hacía de locutora para el telediario de las 21:00 en TVE, y era sólo eso, un rostro que relataba las noticias más importantes de la jornada y que yo corría todos los días desde la universidad a mi casa para escuchar y deleitarme con su tan profesional tono de voz y sus elegantes y finas facciones.

Fue mi amor platónico en mis épocas de estudios periodísticos, y quién sabe si llevado por un oscuro y escondido deseo inconsciente de que la misma profesión uniera nuestras vidas como, justamente, un maravilloso, balsámico, cursi -y ahora veo que falso- cuento de hadas.

Cómo iba a saber yo que aquella bella periodista había ya cometido el grave error de leer demasiados cuentos de hadas cuando pequeña, y que ya estaba hechizada por las maquiavélicas ilusiones de realidades erróneas que Disney alimentaba a niños y niñas. Cómo adivinar que bajo la mesa y las cámaras que enfocaban únicamente su mitad para arriba, Letizia Ortiz escondía unos bonitos zapatos de cristal con el sueño de ser rescatada por un valiente príncipe de espada y armadura que la llevara cabalgando hacia un mundo monárquico de fama y riquezas. La Leti jamás se creyó eso de ir besando sapos.

Vine a caer en cuenta de ello cuando el rumor de que ella estaba comprometida con el Príncipe Felipe se materializó en un comunicado televisivo que confirmaba la noticia y acribillaba mis esperanzas de una vida en común con la distinguida locutora de TVE.

Ahora la Princesa de Asturias vive una vida enclaustrada entre los altos muros de la privacidad Real. Intercambió el micrófono y las cámaras por una corona invisible que enalteciera su común figura y le garantizara un linaje de sangre azul junto a un hombre que, todo sea dicho, ocupa un puesto simbólico en la política española mientras vive cómodamente de los impuestos del país peninsular.

¿Yo? Al final me desencanté de la Leti, y decidí no formar más parte de la fantasía de los cuentos de hadas y me incliné más por la vida del comic al casarme con la hija de un súper héroe, el Dr. Rayo. Pero ese es otro cuento que a lo mejor relate en alguna otra ocasión.

Lo dijo uno de los personajes de la película Mr and Mrs Smith: Los finales felices son sólo cuentos que no han acabado.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Lo que trae la marea

El señor García, un hombre de cincuenta y tantos años, es hoy un buceador certificado.
No es buzo de profesión, sino diplomático, y específicamente Embajador, máximo representante de su país, esta vez cumpliendo misión diplomática entre las cálidas costas de una isla caribeña donde además disfruta del buceo como pasa tiempo.

Representante de su país de origen en otras naciones del planeta, el diplomático tiene además, cierto conocimiento e interés por las relaciones (políticas, económicas, culturales, mercantiles, etc.) y tratados que mantiene su país, abre nuevos acuerdos, y es actor fundamental de los Ministerios de Asuntos Exteriores con el resto del mundo.

Ahora el señor García no sólo podrá hacerse cargo de lo que ocurre en el país en que se encuentra, aquí sobre la tierra, sino que además podrá apreciar las maravillas de otro mundo. Un mundo acuático, un mundo submarino, donde todo es mucho más silencioso y tranquilo, aunque no por eso menos vertiginoso. Donde las alteraciones, la muerte, los conflictos y la violencia son sólo parte del orden natural de las cosas oceánicas.

Ha nacido un nuevo Jacques Cousteau diplomático que explorará e investigará las profundidades del océano y toda la vida acuática conocida por el ser humano y aquella aún por conocer. Un hombre como nexo entre el mundo marino y el terrestre, que podrá desarrollar labores de “técnico oceanográfico” de aquel maravilloso y colosal continente azul para nosotros los terrícolas con hambre de saber algo más sobre él.

¿Qué relatos y descripciones de las profundidades de los mares nos hará a los que estamos anclados acá a la tierra con aquellos seres más interesados por la conquista del espacio o la lucha por ocupar territorios a costa de vidas humanas?
¿Con qué imágenes volvería a la superficie, ampliando nuestro conocimiento y enriqueciendo nuestros libros de ciencia y vida marina?

Si este gran ser humano se propusiera hacer del buceo algo más que un mero hobby, sería cosa de tiempo antes que el mundo contara con extraordinarias relaciones mar-tierra nunca antes vistas, y fuéramos testigo de algo que Cousteau sólo presenció en sus sueños de un mundo mejor. Ahora, gracias al Embajador García, esas visiones truncadas por el lamentable deceso del buzo francés en 1997 podrían ser una realidad y un aporte a nuestro entendimiento de aquel mundo sin sol.

Tendremos que esperar junto al mar para no perder de vista lo que la marea y/o el señor García nos podrían dejar esta vez.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Ceacheí

Se acerca el tan esperado 18 de septiembre, Día Nacional de Chilito lindo. Día con sabor a empanada y chicha, con aroma a choripán, todo acompañado con cueca, asado y pebre cuchareado, pisco, volantines y copihues al viento.

Y mientras hay unos que lo celebran por todo lo alto porque llevan a Chile en el corazón, estudiando y trabajando para sacar el país adelante y hacerlo el increíble lugar que es, otros probablemente festejarán por un lado pero por el otro crean causas en el Facebook tirando pestes al país y con ganas de irse al extranjero. Yo digo que dejen de ser hipócritas, sean más consecuentes y váyanse. ¿Para qué se quedan acá? Terminen con sus quejas, trabajen lo que necesitan o pídanle plata a sus papás y cómprense un pasaje al desarrollo.

Háganme caso, vale la pena, el desarrollo es algo extraordinario. Para empezar, todo funciona. El sistema de transporte, salud y educación pública funciona de maravilla; la corrupción, el desempleo, la contaminación, la impuntualidad, la pobreza y la incultura es prácticamente nula y en ciertos casos inexistente. Si tienen suerte se podrán ir a uno de los países donde la siesta es sagrada (no sé si España es el único país desarrollado que lo incorpora en su día a día) y tendrán un estilo de vida envidiable comparado con el de todos los que trabajamos como degenerados en un país que incentiva y ve con buenos ojos el quedarse hasta tarde trabajando por una miseria de sueldo para justamente emular los países desarrollados, cuando la verdad es que ellos trabajan lo justo y necesario… y para qué hablar de los sueldos.

Y cuando se tiene calidad de vida, se tiene salud y tiempo disponible para el ocio, las amistades y la familia. No hay por donde perderse, chilenos críticos e inconformistas, ustedes están en lo cierto, los que amamos este país hasta la médula vivimos una mentira y en un mundo de fantasía e ilusión, viviendo con personas egoístas, competitivas, envenenadas y cada vez más interesadas en la farándula, el deporte nacional e internacional y en las apariencias. Queremos ser algo que jamás podremos ser porque somos ratones, unos pobres diablos, somos chilenos.

Siempre es más fácil quejarse, sentarse ahí, maldecir un sistema incompetente, tirar piedras y bombas molotov. El mérito yace en hacer algo al respecto. Sé que por lo menos uno de los que creó esta causa en Facebook que aquí comento, es estudiante de Derecho. Me gustaría que además de su vocación por las leyes y el Poder Judicial, tuviera las ganas de hacer la diferencia o un cambio por más pequeño que sea. Después de todo, nosotros acá en Chile no la tenemos tan difícil. La democracia se restauró hace tiempo y las oportunidades en todos los sentidos están cada vez más al alcance de aquellos que estén dispuestos a dar un poco más, salir de su comodidad y no esperar de brazos cruzados que todo les llegue porque creen que se lo merecen o que alguien les debe algo.

Porque para qué estamos con cosas, en el caso particular de este individuo de quien les hablo, el que estudia Derecho, él tuvo muchísimos beneficios. Puede que no haya tenido grandes lujos, pero fue criado con muchas comodidades, tuvo la suerte de una gran educación que supo aprovechar, creció en un ambiente familiar grato, supongo que nunca le faltó comida en la mesa.

Puede que lo esté pasando mal por otros motivos y ya esté apestado de Chile y que el Transantiago sea una pena, que la bencina esté a precios absurdos, que la búsqueda de empleo esté cada vez más infructuosa, que la Justicia, las leyes y el Sistema Penal sea un chiste, que los “pingüinos” ya no tengan un norte que justifique sus marchas por La Alameda, que el precio del pan esté por las nubes, que la idea de cultura sean los programas nocturnos de la televisión que se pelean la sintonía con la ayuda de maniquís con gran delantera y nada de cerebro que cuentan sus intimidades con el jugador de fútbol de turno y opinan de política nacional.

Puede que la situación nacional esté difícil y para algunos insoportable, pero estoy en contra de estar ventilándolo injustificablemente por la web, y además renegando porque se quieren ir. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué tan terrible les ha pasado para querer irse? ¿Qué quieren que cambie en el país o que les ocurra personalmente para que queden contentos?

Y ellos se preguntarán por qué defiendo yo tanto Chile. Supongo que es porque conozco y he vivido la diferencia en el extranjero, y si por lo mismo soy más crítico con la precariedad de muchas cosas de este país, también agradezco vivir en un país único en el mundo y no precisamente por las cosas negativas de él.

Y lo dice una persona que jamás tuvo la oportunidad de permanecer más de 2 años en este precioso y muy querido país… Hasta ahora.

Neruda, Jara, Mistral, N. Parra, V. Parra, Huidobro, Lihn, Edwards, Donoso, Bolaño, Sepúlveda, Allende y otros poetas, cantautores y escritores nacionales e internacionales le han dedicado innumerables líneas, estrofas, párrafos y libros a Chile, y yo ni pude dedicarle siquiera una residencia permanente.

Me sentía como el protagonista de El Castillo, la novela de Kafka, pero en vez de un castillo, era mi país. No lograba llegar a él. Sentía que mientras más me acercaba a Chile, más distante lo encontraba. Hasta el 13 de julio pasado.

La última vez que había llegado a Chile con mi maleta bajo el brazo fue por allá en el año 2006, el 13 de julio. Eso quiere decir que el 14 de julio pasado, el día de mi cumpleaños número treinta superé oficialmente mi meta y ya llevaba acá más de lo que jamás había estado.

Me sentí más chileno que nunca. Tan chileno como el que jamás ha salido de estas fronteras. Sentí más que nunca que tenía una gran familia de más de dieciséis millones de personas y a todos los quería saludar y abrazar.

Hoy, veo la cordillera de los Andes más cerca, escucho el Océano Pacífico dándome la bienvenida como nunca antes lo había hecho. Hoy soy hijo de los más de 755.000 km2 de territorio, desde el desierto de Atacama hasta la Antártica Chilena, que florecen en colores, aromas y sabores; nacido en un país de contrastes geográficos, de incomparables paisajes y gente inigualable. Y me siento orgulloso de pertenecer a este gran país, donde quizás no todo sea perfecto, pero vivimos bien, vivimos tranquilo. Quizás sea subdesarrollado en muchos aspectos, es cierto, pero en muchos otros no tenemos nada que envidiarle a otros países desarrollados.

Este dieciocho voy a celebrarlo a lo grande y con ganas. Voy a brindar de forma especial y personal con chicha y vino tinto.

Y que viva Chile, mierda!

Firma, un hijo de Chile.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Providencia, la divina

Providencia, mudo testigo de nuestros 2 años de alegre hospitalidad, hoy, a dos días de dejarte, te quiero dar las gracias.

Tú, para mí la comuna más entretenida e interesante de Santiago, nunca te ocultaste o dejaste de mostrar tu verdadero rostro cuando hace dos años atrás buscaba entre tus calles un lugar donde vivir con mi en aquel entonces novia.

Ahí vi tu lado más desfavorecido, contrastado por los sectores más pintorescos de la capital. Viviendas olvidadas por la mano de Dios y otras inalcanzables por su belleza y por lo mismo sus altos precios.

…Hasta que me llevaste a ver lo que me tenías reservado probablemente desde el comienzo: una joyita de departamento en un edificio de cuatro pisos sin ascensor, ubicado en la calle Padre Mariano, 64.

No me tomó demasiado ver en aquel departamento (número 43) administrado por el Hogar de Cristo y prácticamente al frente de la Iglesia de la Divina Providencia, el potencial de un hogar verdaderamente feliz y cálido para una pareja que en tres meses más estaría casada en el Registro Civil ubicado en Miguel Claro.

Providencia, con tus transitadas calles, avenidas y pasajes, con tu comercio, tu gente, tus sitios de ocio, restaurantes, bares, parques, discotecas, y actividades culturales y artísticas; gracias por todo.

Extrañaremos todos los lugares y rincones que convertimos con Andrea en favoritos:
El Parque de las Esculturas, el Cerro San Cristóbal con su teleférico, las orillas del río Mapocho para picnic, El Patio de Providencia con sus bares, cafés, librerías y tiendas, tu precioso edificio de Municipalidad, el Drugstore, el Café Literario, todas tus caras, esquinas, calles.

No hablemos de tus restaurantes que tanto gozamos más de una vez: el Wasabi, Los Chavales, Los Cuates, el Pad Thai, el Naukana, el Liguria de Manuel Montt, el Normandie, los de la plaza Orrego Lucco, “Little Italy”, el Vincent (Van Gogh), el Pimentón Rojo, el Barandarian, el Dominó y La Fuente Alemana de la calle Pedro de Valdivia, El Olio Santo, el Crepes and Waffle, el Mercado de Providencia (con sus inigualables empanadas, su pescado frito, sus pantrucas, su cazuela, su pastel de choclo, sus humitas, las naranjas de jugo para el desayuno), el de los Kebab cuyo nombre no puedo acordarme, el Villa Real, el SchopDog con su chorrillana “para dos personas”, El Museo Peruano, el SubWay al frente del Bravíssimo de Providencia y que Andrea por alguna extraña razón siempre tenía como primera opción para comer y que finalmente sólo fuimos tres veces, el Lomits, el Parrón, el Tierra Colombiana, el Cinema Paradiso, El Huerto, El Toro.

Gracias por tantas emociones, una que otra pena, pero tantas, tantas alegrías. Buenas y malas noticias. Nos viste crecer en tan sólo 2 años, como personas, pero más que nada como pareja, como matrimonio. Tú fuiste cómplice de nuestros primeros años de incursión en terreno matrimonial y nos diste muchísima felicidad y el día de mañana traeremos a nuestros hijos para que conozcan dónde vivieron sus padres sus primeros años de matrimonio. Porque aquí fuimos a las charlas pre-matrimoniales, aquí Andrea encontró su vestido de novia, se vistió preciosa para el matrimonio civil.

Aquí supimos de la muerte de mi suegro, aquí le dimos nombres a nuestros hijos que aún no tenemos – pero que aquí planeamos cuándo tener, aquí pasamos las mañanas de fin de semana en la cama, aquí hice de gigoló (El Zorro) para la despedida de soltera de Andrea, aquí tuve mi primera pega como Redactor Creativo, aquí alojamos a amigos, a familiares (hermanos, primos, tíos y gente que ni siquiera conocíamos).

Extrañaremos lo que con Andrea llamábamos cómicamente “El llamado del Señor”, que no era más que los alto parlantes a todo volumen de la Iglesia de la Divina Providencia que llamaba a misa a su entorno con música de órgano pregrabada y que no siempre se escuchaba muy nítida, afinada o continua que digamos.

Echaré de menos la Plaza Juan XXIII, cuyas palmeras -que aún sobreviven como banderas erguidas contra el progreso urbanístico y la fiebre inmobiliaria- veíamos desde nuestra terraza, asomadas entre los edificios.

Providencia querida, gracias por los recuerdos y experiencias que nos llevamos. Fuiste más que un barrio, una comuna, el lugar donde vivíamos y llegábamos al finalizar el día. Fuiste un verdadero hogar.

Hasta que nos volvamos a ver, te llevo en el corazón.

jueves, 28 de agosto de 2008

A un Terrorista de las Letras, de parte de un aprendiz

Recordándote hoy, Paco Umbral, a un año de tu muerte.
Te recuerdo con especial cariño, después de haber leído tu columna Los Placeres y los Días, en el periódico El Mundo por muchos años. Si bien en el último tiempo leía más El País, siempre me las ingeniaba para conseguir El Mundo sólo para deleitarme con tus palabras.

Me duele leer que el mundo literario no ha sido especialmente sensible a tu desaparición. Puede que haya habido uno que otro homenaje, charla o curso umbraliano, puede que se haya reeditado alguno de tus libros o publicaciones, pero no se le ha dado el verdadero peso a tu ida.

Es verdad que sólo leí tu columna y no tus novelas, poesía y demás material como Carta a mi mujer; Mortal y rosa; Hojas de Madrid; El Giocondo; Trilogía de Madrid, entre otros
-libros que le debiera pedir a mi hermana que aún vive en Madrid que me traiga- pero siento que (o intento) invoco tu particular manera de decir las cosas cuando quiero poner por escrito alguna cosa.

Porque a pesar de haber sido esa gran pluma literaria, tuviste tus detractores, te ganaste un importante número de enemigos. Pero eso sólo te empujo a seguir contando las cosas como son, sin reservas o pelos en la lengua, de decir las cosas tal como las veías y sentías, que como consecuencia cultivó más admiración y respeto en aquellos que opinábamos como tú pero elegíamos callar o ser más prudentes.

Esos últimos, esos que nos quedamos atrás con el recuerdo de tus palabras hoy te saludamos e invocamos tu espíritu para que nos ilumines. Aunque por favor, no te sientas obligado, entendemos que sea donde sea que estés debes estar ocupado encendiendo la duda, la crítica, la polémica o abriéndole los ojos a aquellos que los cerraron para siempre.

Gracias x las BALAbras.

viernes, 22 de agosto de 2008

China y el símbolo que es

Hoy China está siendo noticia. No, no el país y no, no por las Olimpiadas. Las Olimpiadas son eventos deportivos que duran varios días y que transmite al mundo entero lo hermanables, lo tolerante que podemos ser, aún cuando enfrentados por la sana competencia de habilidades físicas. Un ejemplo de fraternidad y camaradería bajo una sola bandera: la belleza del cuerpo humano y su capacidad de llevarla a la altura de dioses.

No, yo me refiero a algo completamente opuesto, hablo de China, la perra que en una parcela de La Plata, Argentina, encontró una niña recién nacida abandonada a su suerte y la cobijó de la intemperie y el frío, salvándola de la muerte hasta que sus dueños se dieron cuenta del hallazgo.

Es alarmante ver en las noticias o leer en los diarios las injusticias que padecen algunos lactantes, niños o menores de edad alrededor del mundo. Generalmente no nos detenemos ante estos hechos porque son eclipsadas por noticias de mayor envergadura, como el Transantiago, el alza de los alimentos, el petróleo, los conflictos internacionales, nacionales, la política, la economía del país, o noticias más superficiales como todo lo relacionado con la farándula que crea opiniones, debates en un sinfín de programas televisivos.

Ya no nos extraña las interminables detenciones a nivel mundial que se les hace a internautas pedófilos, arrestados por producir y/o traficar con imágenes de niños desnudos, violados o padeciendo todo tipo de maltratos. ¿Sujetaron más la mano de sus hijos en los supermercados cuando supieron que en uno ubicado en un acomodado barrio de la capital se dedicaban a secuestrar menores?

Y eso es lo que se lee, lo que se ve, lo que se escucha. No nos engañemos, no porque no lo veamos significa que no ocurre: los medios de comunicación ya hacen la vista gorda a las grandes hambrunas que padecen los niños en los países africanos o subdesarrollados; la cantidad indeterminada de menores de edad que hacen trabajos forzosos para ayudar a sus familias; los desplazados de sus hogares y tierras; aquellos que son víctimas "colaterales" de un conflicto que no entienden.

¿Cuántos niños mueren al año por pisar una mina antipersona? ¿Cuántos son utilizados para el tráfico de órganos, por ritos religiosos o padecen violencia doméstica, y directa o indirectamente mueren por la miseria, por culpa de las drogas? ¿Cuántos indeseables creen que pueden violar los derechos de los menores simplemente porque tienden a ser más manejables, más sobornables o fácilmente silenciados?

Si los noticieros ya no dedican más de diez minutos a las noticias de verdadera envergadura, calcularán cuánto de eso lo destinan a esas notas que involucran menores, que son una realidad pero que preferiríamos ignorar o no saber. Víctimas de las leyes sociales, políticas o económicas que sí son tratadas por los medios de comunicación y que acaparan la mayor parte de la atención del público.
Es importante adecuar nuestro sistema educacional, no sólo dentro de las escuelas, sino en nuestras propias casa, involucrando también a los padres. Modificar nuestro sistema jurídico para que se vaya ajustando a estos nuevos tiempos en que la violación a los derechos humanos y a nuestra integridad física y psíquica ocurre de forma reiterada, y así impedir que se siga extendiendo de forma física o virtual y de manera impune.

Habrá que además de crear la sensibilidad en la población ante estos hechos, también castigar y hacer ejemplo con nuevas leyes penales a aquellos que exploten, violen, pisoteen los derechos del menor. Son ya demasiados los casos de pedofilia, de pornografía infantil creada y distribuida por gente de la Iglesia, del sistema educacional, de nuestra comunidad o incluso por parte de propios familiares como para seguir ignorándolo.

China, una perra que probablemente tiene más desarrollada su lado sensible, maternal y
-esto sonará paradójico- humanitario; nos hizo caer en cuenta del mundo animal, inhumano y frío en que nos hemos convertido: Un mundo que prefiere mirar hacia el otro lado, rodeados y contagiados por la apatía. Una sociedad que por no molestar o involucrarse, ni sabe quienes son sus vecinos, ignorando por completo si en su sótano tienen hace años a alguien raptado. Personas con tanto en común que por lo mismo no comparten absolutamente nada. No ayudan al prójimo, sino que velan por intereses propios y deciden no inmiscuirse en los asuntos del resto, aún pudiendo hacer algo por mejorar la situación de otros.

Y la guagua abandonada, bautizada como Esperanza, es un triste recordatorio de nuestra intolerancia, ignorancia y egoísmo; de nuestra propia vanidad, crueldad y bestialidad, que acallaba el grito a la vida de una criatura cuya única culpa es existir. Víctima de estos tiempos modernos que desecha sin escrúpulos todo aquello que no puede mantener, contrariado esta vez por un quiltro, una mascota, un sin raza que llevado por la sabiduría de la naturaleza y el instinto, le dio una oportunidad a la vida y sin saberlo arropó nuestro mismísimo futuro.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Blog-glob-¡plop!

¿Habrá llegado el momento que tenía que llegar?
Debo reconocer que llegó más temprano de lo que hubiera querido: se me terminaron los temas para el blog. Ahora más que un blog, siento que lo que hice fue un ¡plop!

Todos me preguntan dónde estoy, qué me pasó, dónde me metí, si tengo los dedos crespos, por qué cresta no he escrito nada. ¿Y si me estaba engañando a mi mismo y todo esto fue un momentáneo lapsus de locura? En ese caso creo que colgaré el cartel de Cerrado por Luto. Sí, luto, esto ha muerto y prefiero enterrarlo antes de que comience a apestar.

Algunos me tildarán de exagerado, de querer llamar la atención, de crear crisis donde no la hay.
¿Y qué hago? Hace días que no se me ocurre nada. Esa voz que se colaba por entre mi ventana durante la noche y me susurraba la idea para una nueva entrega parece estar jubilada. Eso de estar escribiendo de cosas generales, triviales y cotidianas se perdió en un abismo, en un agujero negro. Todo eso de los pequeños detalles del día a día que a veces pasan desapercibidos y que yo desinteresadamente hubiera querido inmortalizar en un papel o sobre la pantalla, se fue para no volver.

Cosas como la atracción y la complicidad de miradas entre dos personas desconocidas dentro de un vagón de metro. La manera en que sube la espuma de una cerveza recién servida en un vaso. El vuelo casi matemático de una mosca que está atrapada en tu habitación. El poder de la mente para imaginar el rostro de una persona al otro lado del chat cibernético. Los segundos antes de que comience a llover. La lágrima que se le escapa a algunas personas cuando ríen demasiado. Los rostros de sueño y agonía de los estudiantes en periodo de exámenes. Cosas así, todo, quedó en el pasado de una fama efímera, breve y fugaz que en cosa de horas ya nadie recordará.

Todas esas reflexiones, esas cosas del diario vivir, chao. El asco a la rutina, al materialismo, a la falta de sueño, a la añoranza del mar. Al contraste del amor hacia la rutina, el materialismo, hacia la falta de sueño y la añoranza al mar. Porque admitámoslo, la vida es así, se ama a las cosas que se odia, se odia las cosas que uno ama, porque a veces la vida es un cúmulo de incongruencias y contradicciones. Y no soy metafísico para mis cosas, ni mucho menos, ¿pero acaso no hay veces en que te encuentras cuestionándote el por qué de muchas cosas que ignoramos por el mero hecho de no poder cambiarlas?

Pero ya, me desvié del tema, me puse muy denso, quizás un poco cansado, a lo mejor demasiado encerrado, puede que esté demasiado yo. Debe ser que ya necesito unas vacaciones. Pero dentro de poco estaré en Colombia, donde me espera la Sabana de Bogotá, los montes a veces ocultos entre la niebla y las nubes bajas que amenazan tormenta. Me espera toda esa gastronomía, toda esa fruta. Me esperan las zorras (y no es lo que parece), los aromas, la “gente play” y los que venden cosas en los semáforos. Todos mis hermanos colombianos.

Mi familia colombiana, los amigos y los enemigos, los conocidos y los desconocidos, los religiosos y los ateos, los conservadores y los revolucionarios, los jóvenes y los viejos. Esperen, se me acalambraron los dedos.

Los minutos dentro de esta oficina parecen estirarse como un elástico y a veces no aguanto ver la pantalla en blanco, por eso escribo de cualquier cosa apenas se me da la oportunidad. Algo le pasa al computador de un colega de oficina. Tintinea descontroladamente. Si lo miro detenidamente por un periodo suficientemente largo quizás tenga suerte y me venga un ataque epiléptico. Esas cosas ocurren. Mi compañero de escritorio derrepente me verá caer con convulsiones y luego pasa lo que pasa. ¡¡¡Dios mío, que alguien llame a una ambulancia que este weón se nos está yendo, miren como tiene los ojos apunto de reventar, y la lengua, que alguien le sujete la lengua que está por tragársela!!! ¿¡Dónde mierda está esa ambulancia que este idiota se nos está ahogando en su propia espuma?!

No me queda otra cosa que imaginarme algo así, ya que no puedo esperar un temblor o terremoto que me saque de esta monotonía. Quizás un incendio, que inexplicablemente se origine en uno de los cubos de basura. Cosas más extrañas han sucedido.

¿Se dan cuenta ahora por qué no me vuelan bajo las ideas para un nueva entrada de este “glob”? Tengo la cabeza dándome demasiadas vueltas alrededor de la locura. Pero no me importa pi pi pi, porque tengo... mierda, no tengo torta. Me acaban de interrumpir. Un ejecutivo que me vino a entregar una Orden de Trabajo. Vamos, vamos, ¿si te recibo la Orden con una sonrisa cínica, me dejas en paz? Vuelve después, que ahora estoy concentrado en que me llegue un ataque epiléptico y tú me lo estas arruinando. Se habrá visto semejante idiota... ¿Dónde estaba?

Sé que cuando me piden que escriba algo, esto no es precisamente lo que tienen en mente. Pero sepan que yo tampoco, que son sólo las voces que pueblan dentro de la gran nebulosa que es mi cabeza. Un típico caso de comportamiento psicopático.
Únanse en una causa o algo en eso del Facebook. Algo así como “Entierren a Trinquete para que descanse en paz”, “Terminemos con este (su) martirio”.
Qué quieren que haga cuando las perturbadoras voces no dejan de repetir “Continua… continua… persiste…” Qué puedo hacer… Yo sólo soy la víctima en medio de este cruce de bala-bras. ¿Por quién me inclinaré? Si la desobediencia es lo mío,
¿a quién terminaré por complacer?
Pero siendo bien franco, estoy más a favor de… maldita sea, me quedé sin tinta.

viernes, 8 de agosto de 2008

Pugilismo literario

Sobre mi escritorio de oficina tengo una foto montaje en blanco y negro de lo que debe ser un boxeador de principios del siglo pasado, con los puños en posición de pelea y un globo de texto donde el personaje dice: Soy escritor profesional.

Aquel boxeador sin camiseta me recuerda de lunes a viernes lo que soy y a lo que me dedico. Un escritor a sueldo, un Redactor Creativo (¿ejemplo de oxímoron?), que viene a ser un afortunado al que le pagan por hacer lo que más le gusta: escribir. Y me dice que es una verdadera pelea, un reto, donde hay que astillarse los dedos y ensangrentarse los nudillos, y hacerlo con habilidad, vocación y verdadera pasión.

Ahora que también escribo para este blog, pueden tener una idea de cómo lo hago. Bien, mal (o bien mal), más o menos, me falta, me sobra. Ya me dirán si tengo dedos pal piano, o un buen derechazo para el boxeo. Me imagino que ya a estas alturas me habré ganado mi porción de detractores y estaré en poco tiempo inundado de comentarios recomendándome que desista, que me quede tendido en la lona antes de que me haga más daño.

El papel/la pantalla en blanco es un cuadrilátero ideal donde peleamos contra la sequía literaria. Y para ello nos vamos a nuestro rincón, maquinando las movidas perfectas, estudiando a nuestro contrincante, trabajándolo para llevarlo contra las cuerdas, ocupando las mejores tácticas para derrotarlo en el menor número de asaltos posibles, y si es posible, irse a la casa después que al adversario se le apague la tele por un guantazo de Knock-Out.

El K.O. es la impresión, la estela de sangre que dejamos en el lector, lo que nosotros los redactores o escritores queremos transmitir. Los jab, cruzados, ganchos o uppercut, son el estilo con el que queremos enfrentar ese particular combate.

Y puede que sean de la opinión que no tenga nada que estar haciendo aquí, plasmando por escrito y además de una manera pública, mis pensamientos, emociones, opiniones e inspiraciones. Bueno, a todos ellos les quisiera extender mis más sinceros deseos que se vayan a la punta del cerro. (Mapas de posibles rutas están disponibles aquí a pedido. Stock ilimitado). Utilizando un término pugilístico, a estas alturas no voy a “tirar la toalla”.

Además, cómo será lo distorsionado que veo las cosas, (producto de los golpes recibidos, digo yo), que llego a pensar que si tuvieran la gentileza de advertirme que lo que aquí pretendo emprender es un error, bueno para mí eso ya significaría que he logrado crear algún tipo de reacción a mis escritos, y eso ya es más de lo que pretendía. Y aunque yo hubiera preferido reacciones como calambres estomacales o suicidios en masa, me tendré que conformar con la mala crítica y los comentarios lapidarios.

Pero ya está, el daño está hecho. Salí del anonimato y pretendo seguir escribiendo hasta que me den el último campanazo del último round. Yo seré el que está de pie en el medio del cuadrilátero. Y aunque no es una novela, aunque no me encontrarán en las estanterías de las librerías o bibliotecas, ni tampoco en Google; por lo menos me conoces tú, lector, crítico, amigo honesto, que apuñala de frente, que me propina buenos guantazos, me acribilla la ilusión y me ahoga las ganas.
Se agradece… y nos vemos en el ring, ¡minimoscas hijosdesusmadres!

martes, 5 de agosto de 2008

Una imaginación descarrilada

A raíz del choque que hubo ayer, 4 de agosto, entre dos ferrocarriles del Metro acá en Santiago y que dejó siete heridos, me acordé de una experiencia que viví una vez viajando en el Metro de Madrid.

Me había subido al vagón del Metro y me senté en el suelo, apoyado sobre la puerta de acceso a la “cabina”... sala de mandos... como se le quiera llamar. Desde ahí y a medida que íbamos avanzando de estación en estación, comencé a escuchar voces que venían desde adentro de la cabina. No me hubiera llamado la atención si no hubiera sido por el hecho de que la voz era femenina y parecía discutir. Era una señora que estaba gritándole algo a su marido, al conductor del Metro, acompañado por el hijo o hija de éstos de corta edad. Esto último lo deduje cuando escuchaba como de vez en cuando la madre le advertía al hijo que no tocara o golpeara por ahí. Se escuchaban los golpes contra la maquinaria.

Cuando llegamos a la estación de Príncipe Pío, efectivamente una mujer se bajó de la cabina hacia el anden con un coche y tomada de la mano de un niño de no más de tres años. Antes de verse engullida por la multitud de pasajeros que se había bajado, la señora se limitó a hacer un leve gesto de adiós con desgana. La señora del conductor se marchaba claramente enojada.

Al reanudar nuestro trayecto, fui escuchando golpes y manotazos que provenían desde dentro de la sala de mandos. Comencé a preocuparme por la posibilidad de que el conductor se estuviera desquitando contra la máquina de transporte, o que su hijo le hubiera tocado o estropeado algún botón mientras estuvo ahí dentro.

Fue avanzando el Metro a gran velocidad, y a esas alturas ya iba pensando que el conductor había perdido el control sobre los mandos y que íbamos a toda mecha hacia una muerte segura. Me iba sintiendo como Sandra Bullock en la última escena de la película Speed, cuando está amarrada a un pilar de un Metro que va a descarrilar (una escena que, por cierto, me pareció ya demasiado exagerada). Pero esa vez no había nadie que nos salvara.

Empecé a imaginarme lo dantesco que iba a ser el desastre. Cuerpos entre el amasijo de hierros, cadáveres quemados, calcinados, colgados de las ventanas rotas del vagón. El humo, las llamas, la confusión y los llantos desesperados de aquellos que sobrevivieron el siniestro. Una de las mayores catástrofes del Metro en la historia del mundo. Miraba a mí alrededor y todos eran ajenos a lo que estaba por ocurrirles. Sí, estábamos parando en Puerta del Ángel y otras estaciones, pero el conductor también seguía con lo que parecían ser golpes desesperados, claro signo de que algo no andaba bien. Los otros pasajeros no se daban cuenta de que en cualquier momento íbamos a colisionar o descarrilar. Ganas de advertirles no me faltaron.

Me acuerdo que en uno de los asientos del vagón iba una pareja rumana con una guagua de pocos meses en un coche. No fue para crearle aún más dramatismo a la escena que estaba por ocurrirnos, pero me imaginé a aquella criatura como el gran símbolo de supervivencia que este tipo de calamidades suele vender: la guagua saldría del accidente sana y salva entre los hierros retorcidos, mientras que ambos padres fallecían en el posterior incendio.

Claro, como escritor y periodista, no podía evitar darle más aliño al supuesto titular de portada del periódico del día después, y le agregué que la guagua si había sobrevivido al accidente, había sido por el instinto paternal que había llevado a su padre a reaccionar rápidamente y cubrir a su hijo con su cuerpo. Quizás su madre moriría en el incendio, pero su padre fallecería minutos antes en el impacto inicial. Esa parte no la tenía tan clara.

También sentado en el suelo del vagón, iba un estudiante que se parecía bastante a mí. Teníamos el mismo corte de pelo, la misma barba en la perilla. Íbamos los dos vestidos de bluyines y polera blanca. Después del accidente este iba a ser el típico caso de identidad equivocada. En esos desastres donde hay cuerpos imposibles de reconocer, siempre hay confusión y equivocaciones a la hora de identificar a los fallecidos y notificárselo a sus familiares. Claro, yo iba a morir en el siniestro y me identificarían con el nombre del otro estudiante. Éste sobreviviría y sería ingresado en el hospital con mi nombre y con una herida craneoencefálica que le provocaría amnesia absoluta. En resumen, me imaginaba a los médicos y doctores llamando a este estudiante por mi nombre al decirle e insistirle que aguantara, que luchara por su vida, que era una persona joven que podía salir de esa.

Obviamente mis pobres padres se llevarían el doble de disgusto al enterarse que el supuesto hijo que estaba en el hospital en estado grave después de un terrible accidente de Metro, no era más que un extraño, un joven al que no habían visto en sus vidas, y que oops, entonces su hijo sí había fallecido. Por favor dirigirse al tanatorio o a la morgue más cercana.

Estaba cada vez más nervioso y aterrado. Iba a morir porque el conductor había violado una de las normas de conducción de Metro: había conducido acompañado por su señora. Algo así como “conducir bajo la influencia del matrimonio fracasado”, y ahí, por el cólera que llevaba el maquinista dentro de la cabina, íbamos a estrellarnos a una velocidad embravecida y considerable.

En el trayecto hacia Oporto, la estación en la que me bajaría, ya estaba sudando frío. Rogaba que la maquina aminorara la velocidad poco a poco e hiciera su aproximación y detención en la estación de forma rutinaria y con toda calma y normalidad. Pero tanto los golpes dentro de la sala de mandos persistían, como también la velocidad del vagón y la adrenalina en mi cuerpo. Descarrilábamos, seguro.

Unos segundos más tarde, segundos que parecieron toda una eternidad, abrí mis contraídos párpados para darme cuenta que algo había ido mal. Estábamos detenidos, rodeados por la más absoluta oscuridad. Fue otro segundo más tarde que me di cuenta que el conductor, debido a la alta velocidad, se había pasado por unos metros la estación de Oporto y tuvo que dar un poco de marcha atrás. Me levanté del suelo y me quedé ahí parado, esperando que abrieran la puerta de salida del vagón. Quería salir y respirar de alegría y de alivio por haber escapado del peligro, de las garras de una muerte dolorosa y segura.

Cuando pisé el anden de la estación, escuché aquella guagua rumana llorar y gritar como cualquier otro de esos niños malcriados e insoportables a los que querrías estrangular dentro del Metro. Ahora, realmente sano y salvo, ese niño que de haberse producido la catástrofe todo el mundo hubiera querido adoptar y mimar; no era más que un pendejo de mierda
común y corriente que seguramente le asustó demasiado la velocidad con la que había decidido ir el conductor del ferrocarril.
Exageración infantil.

lunes, 4 de agosto de 2008

Delirios de Grandeza (Con Bonus Track)

Ya llevo tres semanas con estos recién estrenados 30 años sobre la espalda. ¿Qué quieren que les diga? Oh sí, claro, la vida me ha cambiado en 360º un 100%. Me siento más vital, llevo encima esa sensación de querer conquistar el mundo entero, que me recorre toda la espina dorsal y me llena la(s) cabeza(s) de sangre, y quiero gritar y cantar que amo a todos, que quiero escalar montañas y bañarme en pelota en el mar.

Quiero compartir con ustedes que soy un hombre nuevo, más maduro, más sabio, más conciente de mi verdadera misión en esta bola de lodo que es el planeta. Si antes estaba ciego ante todo lo que me rodeaba, ahora, con mis treinta, he encontrado la luz, una iluminación divina que me envuelve como una tibia manta que…

Pausa. Ahora diríjanse al baño más próximo, arrodíllense frente al inodoro, reclinen su cabeza hacia delante, introduzcan la cabeza a medio camino dentro del inodoro, y vomiten sin escrúpulo. Vomiten hasta que les duela, hasta el calambre. Hasta que les lloren los ojos.

¡¿Si ven lo que los treinta han hecho conmigo?! Me han transformado en un siútico, cursi asqueroso. ¡Malditos 30 de los cojones, métanselo por donde les quepa!

Me retracto de todo lo dicho. Los 30 no me han significado nada. Aún tengo otros 3 años antes que me crucifiquen, y cancelé mi suscripción a la resurrección hace ya unos cuantos años. Todavía me quedan tres años para comenzar una religión o hacer algo medianamente significativo.

Y bueno, el 14 de julio pasado envié un email que aquí quiero reproducir para aquellos que aún no han tenido el honor de leerlo:

MADRIGUERAS DE LA PESADILLA
O
EL GLASÉ DE LA TORTA

“Soy un hombre enfermo… Un hombre malo. No soy agradable. Creo que padezco del hígado. De todos modos, nada entiendo de mi enfermedad y no sé con certeza lo que me duele. No me cuido y jamás me he cuidado […]”

Esto lo escribió Dostoievsky a los cuarenta y lo convirtió en sus Notas del Subsuelo. Yo aquí las transcribo, hoy al cumplir los treinta y quien sabe si padeciendo qué tipo de enfermedades, a las puertas de la decadencia.

Es cierto, entre los treinta y los cuarenta hay un planeta de diferencias que son difícilmente comparables. Lo que no hace sino oscurecerme aún más el panorama, porque si ya estoy aquejado con algunos achaques de diversa índole, ¿qué me depara el futuro? ¿Qué será de mi en diez años más, si ya estoy durmiendo con esas ridículas almohadas que se adaptan al contorno de tu cuello y conservan el calor del cuerpo?

Y lo absurdo del asunto es que no son los años que uno acumula lo que va deteriorando este caparazón que es el cuerpo, sino el paso del tiempo. Tiempo que intentamos detener, aprovechar, o que pase inadvertido por nuestro aspecto físico o estado mental. Obviamente en vano, como le recuerdo inútilmente a mi señora que se empeña en creerle a la docena de envases de productos dermatológicos que se aplica antes y después de acostarse. Retroceder la aparición de arrugas, espinillas, celulitis, estrías, manchas, piel fláccida, carnes de sobra… para qué, si el tiempo siempre se sale con la suya, deja su huella, no se puede conquistar, como dijo W. H. Auden.

A Dostoievsky algo le dolía, pero no sabía (o no quería saber) con certeza el qué. ¿Qué achaques o desperfectos me atormentan que vale la pena mencionar? Sufro de jaquecas de forma recurrente, ya me están doliendo los huesos, el cuello, la espalda. Hace ya un tiempo me vengo cortando los pelos de la nariz. (Padre nuestro, que estás sobre los cielos contaminados, otórgame otros treinta años sin pelos en las orejas). Ya hay ciertas comidas que me caen pesadas. Sí, si como mucho queso, mucha carne, un poco más de fritura o algo muy pesado; luego ando con el estómago resentido, o directamente con cagadera o vómito. Y ya que estamos en el tema de las comidas, ni me recuerden lo del metabolismo, porque se me fue a la chucha hace rato y me cambió drásticamente para mal. Ya no es comer cantidades titánicas de comida y salir triunfante con una sonrisa dibujada sobre el rostro, no, ahora se ve directamente reflejada en el esparcimiento de las carnes… de mi guata. Y puede que no lo quiera aceptar, pero me tinca que la choclera no la tengo muy sanita que digamos. Tendría que lavarme los dientes por lo menos tres veces al día, o ir al dentista a hacerme un chequeo, pero no hago ninguna de las dos. Tampoco he ido a hacerme un chequeo médico general. El último que me hice habrá sido por allá en 1988. Tampoco creo que me haga uno luego, total, el cumplir treinta me permite ciertas libertades, como por ejemplo la terquedad. Terquedad que pienso poner en práctica de inmediato.

Terquedad a la orden del día:
• Quiero aclarar que el tema ese de cambiar a calcetines limpios todos los días no me queda nada de claro y no pienso implementarlo hasta entenderlo.
• Señores, no soy bueno para los números, mientras antes lo entiendan mejor será para todos. Soy de los que se complican entero o empiezan con convulsiones cuando ven algún número, sea de teléfono, precios, de temperatura -ahora mi número de años- o de cualquier naturaleza. No insistan.
• No compro paraguas. Puedo llevar bastón, reloj de bolsillo, bufanda, sombrero de copa, u otros complementos masculinos, pero un paraguas ni hablar.
• No como betarraga, cochayuyo, guatita, pepino o pepinillo. Tampoco me gusta mi café con leche caliente o tibio por la mañana. Me lo tomo frío.
• Quisiera dejar claro que no me gusta la poesía. Por eso es que me encuentro muchas veces leyéndola. No porque quisiera que me gustara o por masoquismo, pero porque el hecho de que no me gusta me obliga de cierta manera a leerla. Es difícil de explicar aquella atracción, pero es como cuando no puedes dejar de admirar una persona fea o deforme.
• Mi primer impulso es decirle “sí” a todo. Algo pasa en el camino que todo queda en un “no” y me deja en un negativismo que desespera a muchos.
• Soy zurdo sólo para mear. Curioso, pero cierto.

Otra libertad que me pienso permitir es ponerme verde, ser un viejo verde. ¿Será que es muy temprano para estar mirando jovencitas? En mi defensa diré que tengo las canas suficientes para estar mirando veinteañeras. Sí, decidido: desde ahora soy un viejo verde despiadado e incurable.

Pero no todo es negro, o verde. No me gustaría que pensaran que ando con el negativismo y pesimismo con que se les suele caracterizar a la tercera edad. Viejos cascarrabias y verdes de porquería! Me gusta creer que la edad te hace apreciar más las pequeñas cosas de la vida. Y por ahora no hay cosa más rica en el mundo para mí que llegar a mi casa a los brazos y la sonrisa de mi querida señora esposa. Eso, y un buen asado, mierda!

Y como ya estoy más cerca de la muerte natural -debido a mi ya avanzada edad- No podría irme sin antes decir unas cuantas cosas. Cosas importantes que querría sacar a la luz y que no quisiera que se quedaran sin esclarecer. Llámenlo una desclasificación mayúscula de mi mismo, pero transmitido a través de las palabras de Neftalí Reyes Basoalto. Aquí va: “Soy profesor de la vida, vago estudiante de la muerte, y si lo que sé no les sirve, no he dicho nada, sino todo”. Lo demás está de más. Lo demás sobra.

Quiero sí agradecer, por ejemplo, que aquel octubre de 1977, durante una noche estrellada y fría de Chiloé, dos seres se unieran en amor y de ese lazo naciera nueve meses después, en la capital uruguaya, un niño morenito (para gran pesar de algunos y alegría de otros), con “manos de empanada”. De eso hace treinta años. Mucho ha transcurrido desde entonces, y lo que fue de aquel niño, ya es motivo de otro escrito, de otro testimonio, para algún otro día… a lo mejor.


Pero en resumen:
- Está hecho un viejo decrépito.
- Fiel amante de su esposa, su familia, de Chile con su Océano Pacífico y su cordillera, su empanada y su buena uva.
- Platónicamente enamorado de la ciudades de Europa y con España y Colombia en el corazón.
- Lector empedernido de los anti-poemas del viejo Parra, de los cuentos de Benedetti y de autores varios de novelas.
- Inexplicable buscador de libros de Julio Cortázar por las esquinas de toda ciudad.
- Dedicado escritor de los temas más variados.
- Oxímoron de profesión, periodista concebido en Chiloé, nacido en Montevideo, chileno de nacionalidad, patiperro de espíritu y fumador rehabilitado (por ende, eterno arrepentido por la perdida de nicotina).
- Apasionado por la buena mesa y cocinero aficionado con una copa de tinto en la mano.
- Creyente del Pisco como religión y de su muerte a manos de las múltiples jaquecas que padece a la semana.
- Acusado por su propia familia de estar demasiado cómodo en su sequía creativa.

(A todos ellos les digo, aquí está mi sequía, aquí estoy revolcándome entre el polvo de mi sequedad, bailando entre la polvareda de mi creatividad, riéndome hasta el calambre, con sed, esparciendo tierra desde la yema de mis dedos.
Cuánto polvo, cuánta sequía! Y mis palabras se van dibujando sobre el papel en blanco como un refrescante vaso de agua fría. Y el desierto de repente floreció, las dunas llegaron hasta el mar y la arena se levantó para alcanzarte y tocarte).

Así que por favor: respeto a los mayores. Las personas de más edad se van poniendo más sentimentaloides con los años y se sienten por todo tipo de manifestaciones en contra. Como me contradigan en algo de lo que aquí he expuesto, me va a entrar la pataleta, echaré espuma por la boca y comenzaré a repartir guantazos a la cara. Me declararé ignorante de la autoría de cualquier gesto obsceno, escupitajo o puñalada aclaratoria que reciban. Soy terco como mula, como la tercera edad que ya me ha alcanzado y que ya he aprendido a aceptar que me pertenece. Eso.

Si este viejo está con sequía literaria, estas palabras son un beso burlesco que deposito aquí como prueba de existencia, para refutar, desmentir y entrar en debate. Para declararles la guerra.

Ahora les cedo la palabra.

Trinquete.

Para serles sincero –porque al menos eso les debo- escribí todo esto, luego lo leí y sentí el enorme deseo de destruirlo, un impulso de borrarlo completamente sin dejar rastro, de hacer un acto de último momento, algo Kafkeano.

Después de todo no dice nada, no alumbra luz sobre ningún secreto tenebroso sobe mi persona, no desvela ni un misterio o desentierra ningún cadáver. Fue tal el sin-sentido de escribirlo que el solo hecho de imaginármelos leyéndolo me produjo carne de gallina.

Después recapacité, ¡malditos vampiros chupasangre! Amigos, enemigos, familiares y desconocidos: Qué me importa que esto no toque sus vidas o que vaya a pasar prácticamente desapercibido por vuestra insoportable cotidianeidad e insignificante existencia. Es más, si mañana siguen echando sangre por la nariz y vomitando bilis, cuestiónense si ese no era precisamente la impresión que les quise dejar desde un principio, mis queridos gonorreas. Habré cumplido treinta –podrán burlarse si quieren- pero, modestia aparte, creo seriamente que estoy más cerca de alcanzar la perfección.

Me tendrán que disculpar, pero el egocentrismo viene predeterminado en el paquete treinteañero.

Conclusión: Aún estoy muy joven para estar escuchando boleros.

Moraleja: Nada de lo anterior.

Stgo. 140708.

jueves, 31 de julio de 2008

es-TATTOO-ra

Una conocida mía que viene de fuera de Chile, está convencida que en este país, más que en cualquier otro lugar que ella haya estado, habita un gran número de enanos.

Dice verlos por todas partes, cada vez que sale de su casa. Según ella, Santiago es una gran comarca de gente pequeña, de seres antropomorfos que, como toda gente normal, se levanta por las mañanas y va al colegio, al trabajo, cuida la casa, toma el metro, vive entre nosotros, ve la misma basura en la tele, etc.

Y yo me pregunto: será que alguna vez todos los chilenos fuimos enanos y la gran mayoría fue “evolucionando” hasta alcanzar la media de estatura que nuestra población suele alcanzar hoy?

A lo mejor tanto enano se deba a que todo un grupo de ellos provino de un espectáculo circense del extranjero que finalmente se radicó acá en Chile al encontrar que los chilenos poseían una altura no necesariamente mayor a la de ellos, y que finalmente podrían integrarse a una sociedad que no los señalaría con el dedo o los discriminaría ya que se encontrarían prácticamente entre sus iguales y en similares condiciones métricas con los locales.

Tampoco podría descartar que se tratara de algún experimento retorcido llevado a cabo por científicos chilenos que engañaran a personas para someterlos a “tratamientos de perfección”, cuando lo que hacen de verdad es introducirlos en una cápsula que los encoje hasta alcanzar una altura diminuta. Las consecuencias que esto podría arrastrar algún día sería que se desatara una verdadera Rebelión de Enanos que se podría alzar en armas y comenzar a disparar y matar sin discreción.

Enanos con ropa de guerra marca HoshKosh B’Gosh, o de camuflaje, con el leve inconveniente de llevar estampada la imagen de Winnie de Pooh, Barney o los Teletubbies. Montarían autos o motos eléctricas y perros con pequeñas monturas. Nada intimidante. Sus armas serían prácticamente invento e ingenio de ellos, ya que sus manos pequeñas dificultan el manejo de armas de fuego. ¿Qué tan realizable sería ajustar un coche de guagua y convertirlo en un monstruoso tanque creado para destruir todo a su paso? Malditos enanos, tendrían un fuerte en cada parque con juegos infantiles.

No sé, no veo muy exitoso un levantamiento o alzamiento (dos acciones muy oportunas cuando se está hablando justamente de gente pequeña) de este tipo.

Ahora esta conocida no es particularmente alta tampoco, y cuando me hizo esta observación no lo hizo con tono burlesco, ni siquiera cuando agregó que se había dado cuenta de que existía en Chile además de los enanos, un subgénero completamente ignorado, y que ella había bautizado como El Enano Intermedio. Un fenómeno que se repite mucho entre la población chilena y que consiste en no ser enano, pero sí ser tan bajo como para hacerte dudar si verdaderamente es. Después de todo el enanismo esconde unos atributos indiscutibles, características que no comparte con el Enano Intermedio, pero que sí se asemeja con ellos en una particularidad: la altura.

Lo cierto es que el Enano Intermedio sí abunda entre la gente chilena. A lo mejor pasa más desapercibido, pero está ahí. Es casi un asunto de raza. Hobbits latinoamericanos con los que compartes trabajo, micro, cola para el banco, incluso genes, ya que perfectamente podrías tener Enanos Intermedios entre tus parientes.

Yo sin ir más lejos hago memoria, y no me demoro demasiado en identificar unos cuantos Enanos Intermedios entre mis familiares.

¿Y tú, eres enano o Enano Intermedio?

miércoles, 30 de julio de 2008

Entre Sueños

Quizás no esté yo aquí. Puede que todo esto sea una ilusión, un producto de mi imaginación. Apartando ciertas drogas y las enfermedades como la Esquizofrenia, una de las cosas que te hacen imaginar o alucinar cosas es la falta de dormir. El sueño, la falta de dormir, puede llegar a ser alucinógeno.
¿Y si todo esto no existiera? Puede que no me dé cuenta y realmente esté en algún psiquiátrico por ahí, amarrado a alguna cama, drogado con tranquilizantes, siendo pinchado por inyecciones, y mis sueños siendo monitoreados. Si realmente es así, he hecho un buen trabajo para borrar todo registro de ello en mi cabeza, porque no me acuerdo.

Sí, es que todo encaja ahora. Eso explica muchas cosas. Todo esto no es real. Esta oficina, este frío, esas personas en el metro, el café de esta mañana; nada de eso es cierto. El sueño que tengo ahora, eso sí es verdadero. Eso no me lo quita nadie, eso es lo que me tiene aquí en este mundo de sueños.

Quiero mover los dedos de mi mano y puedo, mi cerebro le manda el mensaje y éste realiza el mensaje moviendo mis dedos, pero nada de eso está realmente sucediendo. Y si está sucediendo, no sólo lo hago en sueños, sino que lo más probable es que en este preciso instante los dedos de mi mano se estén moviendo mientras alucino amarrado en aquel psiquiátrico.

La pregunta lógica ahora sería plantearse desde cuándo es que vivo este sueño. ¿Desde que me acosté ayer por la noche? ¿Una noche que me acosté estando en la India, en Australia, en Madrid? ¿Hace cuánto tiempo atrás que estoy así? Si es hace mucho, entonces ¿cuántos años tengo de verdad? ¿Qué cosas he vivido realmente y cuáles han sido sólo un producto de mi perturbada imaginación?
Tengo algo de miedo porque me cuestiono si el hacerme estas preguntas no altera mi estado en la vida real. Puedo estar sumergiéndome en un punto al que técnicamente no debería entrar porque podría estar peligrando mi vida en el mundo verdadero.

¿Entonces qué? ¿Se supone que debo seguir viviendo este sueño como si fuera mi vida de verdad? ¡Pero es que no lo es! ¡Nada de esto existe! Y ahora que lo sé ¿se supone que debo seguir viviendo este sueño como si fuera mi realidad? ¿Y que si es un mal sueño? Puede que mi vida verdadera sea mejor que ésta, puede que aún tenga 10, 15, 20 años y tenga la oportunidad de rehacer y cambiar ciertas cosas y aspectos de mi vida; vivirla de verdad.

También me pregunto si los sueños que tengo en ésta alucinación no serán fragmentos o recuerdos de mi verdadera vida. En tres ocasiones he soñado que muere Nicanor Parra. Puede ser que esté muerto y sólo lo quiera vivo aquí en ésta vida paralela que me he construido para mi mismo.

Todo esto es muy complicado. El hecho de cuestionarme si lo que estoy viviendo no es más que una alucinación, una fantasía, un sueño, un producto de mi imaginación; me hace entrar en una crisis existencial.
Entonces llego a la conclusión de que podría hacer cualquier cosa que me propusiera. Si he creado este mundo, esta vida en mi cabeza, entonces soy capaz de hacerlo todo. Si quisiera hacer que llueva, en teoría podría hacer que lloviera. Todo está en mi cabeza. Todo es una ilusión óptica, mental, alterada. Estoy atrapado, viviendo a diario un sueño que me he creado por mi falta de sueño en la vida real.

La única opción que veo posible para poder salir de ésta alucinación es matándome en ésta vida, para así poder volver a mi verdadera existencia, a mi realidad, a esa vida en la que nunca descanso, en la que siempre tengo sueño.
¿Pero qué pasa si decido matarme pero mi “yo” de la vida real no quiere que yo me muera? Entonces no lo podría llevar a cabo. ¿Me convertiría eso en inmortal en ésta vida? ¡Claro que sí! Mientras mi “yo” verdadero no quiera que muera en esta vida de sueño, no moriré. Es el “yo” que está allá afuera quien decide por mi. Él tiene ésta realidad en sus manos, en su cabeza, él ha creado todo esto para mí. No soy más que una marioneta de su alucinación.

Nada de esto es real. Todo es una mentira, una farsa. Quizás no tenga este aspecto en la vida real. Lo más probable es que la gente que me rodea aquí no exista de verdad. Puede que sólo sean una necesidad que me he creado. Gente que me ayuda a seguir adelante en ésta vida. También podría matarlos y sólo tendría consecuencias en ésta vida y no en la verdadera porque allá no existe esa gente, y si existen estarán bien porque los estaré matando en un sueño, una alucinación, en una paranoia.

Nada de esto existe. Soy, pero no soy. Soy una alucinación de mi “yo”.
Esto quiere decir que éste escrito, en verdad, no existe.
¿Y tú? Tú sólo estás ahí leyendo esto porque mi “yo” así lo quiere. Tú sólo eres una alucinación en mi mundo real.
Nada más ni nada menos.

martes, 29 de julio de 2008

La Omelette

He creado un monstruo!
Hoy comienza Trinquetecleos (TNT). Y digamos de una las cosas como son: Sí, rima con “basureos”, y pienso que me viene como anillo al dedo, ya que basura lanzada habrá de sobra.

Y ya que estamos en el tema, también querría entrar altiro advirtiendo: Todo escrito aquí expuesto no se debe tomar de forma personal o necesariamente seria, y el autor se desentiende de cualquier responsabilidad que pudiera tener el tomar al pie de la letra sus declaraciones y opiniones.

También tengo entendido que los lectores podrán dejar aquí mismo sus comentarios sobre mis palabras. No estoy seguro de que eso me convenga. Pero bueno, todo sea por la crítica destructiva, esa que aniquila, aclara y contradice todo lo anteriormente dicho. Si lo hacen, sabré que ustedes son de los míos y me estarán ayudando a aumentar mi vocabulario de chuchadas.

Mientras tanto voy sacándole punta a estos avances tecnológicos. Llamémoslo un empujón de familiares. Un empujón como aquel que a veces te lleva a cruzar esa delgada línea roja que divide al cuerdo del loco. Esto lo adelanto en el caso que diga cosas que pueda herir la sensibilidad de lectores o sean un claro ejemplo de himno a la estupidez y ridiculez humana.

Como me justifiqué el otro día con mi querida abuela materna a raíz de mi escrito treinteañero, Pesadillas de la Madriguera o El Glasé de la Torta, no podemos negar que todos llevamos un lado más perverso, más detestable, más desquiciado, desconocidamente aterrador y esquizofrénico que quisiéramos sacar a la luz.

Hay que dejar salir a esa maldita voz endemoniada que vomita blasfemias, BALAbras, navajazos y piedras hechas párrafos que insultan a quien se quiera sentir aludido.

Es cuando se va perdiendo la sanidad que alguna vez creía uno poseer, y vas encontrando la lucidez bajo la luna llena. Es lo que unos llamarían una triste catástrofe, la creación de un monstruo que se arremanga la camisa y con lápiz en mano escribe cosas que provocan miedo y asco… para no tener que mostrar los colmillos.

Todos tenemos esa peor versión de nosotros mismos, sólo que muchos eligen no darla a conocer y la guardan en un cajón, bajo el candado y la almohada, y luego mueren sin llegar a hacerla pública.

Yo digo, saquen esa voz crítica, hagan uso del derecho a manifestar su opinión, su consentimiento y/o rechazo hacia las cosas. ¡Hasta cuándo preferimos callar y dejamos que las cosas pasen! ¡Cuándo dejaremos de ser pasivos e decidiremos alborotar un poco el orden de las cosas! Intentémoslo, encendamos la mecha aunque sea para ver qué pasa. Dejemos atrás la diplomacia, lo correcto, y agarremos las injusticias por los testículos. Dejen que les abra el debate si es que puedo. Úsenme como excusa si lo prefieren o los pone más cómodo.

No se trata de llamar la atención porque sí, o de ir en contra del sistema establecido, sea político, social, o familiar. Es irse a acostar por las noches sabiendo que has exteriorizado tu opinión sobre los hechos. Y si no entienden por las buenas, bueno, como siempre aconsejó mi padre, hay que romperles un palo en la cabeza… para sacar una sonrisa, digo yo. Hay un muy buen dicho en inglés que argumentaría hacer algo así, y es que “no se puede hacer una omelette sin romper unos huevos”. Pues eso.

Es cierto, a veces la manera de decir las cosas me sale un poco bestia. Y muchos dirán que con el extenso vocabulario que manejo tengo que andar diciendo tonteras que no vienen al caso. Es verdad, pero cresta que es divertido y más fácil. Además para llamar la atención, a veces hay que decir las cosas de una manera poco ortodoxa.
No pienso disculparme. Es lo que hay.

Ahora, a romper unos cuantos huevos!