domingo, 24 de octubre de 2010

Apuntes de Hexametafosfato

Es una costumbre que quise instaurar una vez que nos hubieramos cambiado de oficina, y mis compañeros de Marketing no se opusieron, sino que rápidamente se entusiasmaron y apoyaron la moción.

La idea era detener todo lo que estuvieramos haciendo una hora antes de irnos a la casa los viernes, picar aunque fueran unas papas fritas, tomarse una bebida y escuchar un poco de música.

Dextrosa y Piridoxina lo encontraron una idea genial y al día siguinte de haber discutido las condiciones, los tres estábamos comprando los parlantes para el ambiente.

El primer viernes dejamos de lado todo a las 17:00hrs y comenzamos con los preparativos.

Piridoxina y yo fuimos a comprar los comestibles y bebestibles, mientras que Dextrosa se quedó en Glutamato Monosódico terminando las últimas cosas del día.

Volvimos con papas fritas sabor tradicional, un paquete de ramitas sabor queso y otras sin sabor. Yo fui el único que compró una bebida.

Cuando ya teníamos todo listo, el picoteo en plato ondo y la música a un volumen perfecto para pasarlo bien sin molestar al resto de la oficina, fue que surgió la conversación.

Creo recordar que la inició Piridoxina a raíz de algo que hizo Dextrosa, que fue sólo comer de las papas fritas y dejar las ramitas sin probar.

Piridoxina me explicó que habían ciertas cosa que Dextrosa no consumía dependiendo de los ingredientes con los que estuvieran hecho.

Para empezar, dijo Dextrosa, no como cosas cuyos ingredientes contengan palabras o nombres que no podría pronunciar un niño de cinco años.

Dextrosa tenía ese tipo de cosas, costumbres algo curiosas o raras, pero que él justificaba y uno terminaba entendiendo pero no necesariamente compartiendo. Él y su hermana, Maltodextrina, que también trabajaba en Glutamato Monosódico, eran de Palmitato de Ascorbilo, mientras que Piridoxina y yo eramos Guanilato de Sodio.

Así es, reafirmó Dextrosa, nada impronunciable.

Yo me limité a arquear las cejas y esbozar una pequeña y tímida sonrisa. Después de todo, yo sólo llevaba ahí un par de semanas y aún no identificaba con demasiada claridad las normas de conducta, de compañerismo laboral, qué podía o qué no podía crear algún tipo de incomodidad o qué pudiera directamente ofender.

Y como seguramente él ya sabe, me dijo Piridoxina, ni siquiera toca las ramitas y prefiere irse a la segura y dedicarse a lo que le queda por comer. Veamos, continuó. Qué tenemos aquí, preguntó Piridoxina, tomando un paquete al azar y leyendo la lista de ingredientes en voz alta.

La verdad es que eran todos nombres imposibles de pronunciar de corrido o sin equivocarse. Aquellos nombres parecían trabalenguas. A estas alturas reía con un poco más de soltura.

Dextrosa tomó otro paquete y también leyó. Estos no están tan mal, dijo, refiriéndose al paquete de papas fritas, aunque tampoco es de lo más saludable.

Increíble, dije yo. Son nombres realmente cómicos y extraños. Qué manera de complicarse la vida poniéndole esos nombres. Los tres nos reíamos. Debería escribir algo con todos esos nombres, dije, y con ese último comentario dejamos aquel tema que al final no era de lo más entretenido, y seguimos con otro mientras la música seguía tocando.

Una hora y tanto más tarde ya había salido de la oficina y me encontraba llegando a mi casa.

Tenemos nuestro departamento en la calle Inosinato de Sodio. Mi señora, Cobalamina, ya estaba allí junto a nuestro perro. Fuí hacia mi señora y la besé. Fue cuando ella me devolvió el beso y me dedicó un qué tal Hexametafosfato?, que me dije que algo, aunque fuera absurdo, tenía que hacer con todos esos nombres de compuestos e ingredientes extraños. Quién sabe por qué.