martes, 14 de octubre de 2008

Peso X

Desde que el mundo es mundo, se habla de que el amor es algo químico, se habla de “la química del amor”, “cuando la vi fue como un flechazo, fue pura química”. Supongo que es una manera ingeniosa de llamar lo que sucede cuando dos cuerpos se encuentran, se juntan y algo ocurre en ese instante. Es algo que trasciende lo explicable, algo que es mejor no poner en palabras porque pierde su magia. Es algo que ocurre en esa pequeña y corta distancia que existe entre esos dos cuerpos. La química del espacio, de lo no tangible.

Pero yo he hecho un descubrimiento fascinante. Tiene que ver con el amor, pero no con la Química, sino la Física. Sí, la Física, materia que me ponía la piel de gallina en el colegio y hacía darme contra la pared con la cabeza.

No es exactamente relacionado con el amor, y sí a la vez. Tiene que ver más que nada con la ausencia de ese amor. Pero no por ausente es inexistente.

A ver, me explico: Yo tengo amor y soy amado, no? Ambos, mi señora y yo, manifestamos nuestro amor el uno al otro, no es así? Entonces eso está claro, existe el amor entre nosotros, ese es un elemento, el amor. Pero a pesar de poseer y recibir amor, mi amor (o sea ella) está momentáneamente ausente, correcto? Quiero decir que no es que ya no cuente con él, sino que el origen de ese amor, la forma material, lo palpable no está conmigo, está en viaje de negocios.

El resultado de la ausencia de ese amor es una tristeza infinita. Es una añoranza, una nostalgia que la llevo conmigo donde sea que vaya o lo que sea que haga. Es una sensación que me acompaña mañana, tarde y noche. Si me pidieran que pusiera en una o dos palabras esa tristeza que me sigue desde que ella se fue, probablemente las palabras que escogería serían “un peso”. Y ahí es cuando caigo en el significado de mis palabras:

Si la existencia del amor es Química, el peso de la ausencia del amor es Física.

FÓRMULA:
Amor + su Ausencia = X Peso

Sería matemáticas si no fuera por el hecho de que la Física es la disciplina que calcula el peso de los cuerpos. Y aunque en este caso no es el peso de un cuerpo existente lo que queremos calcular, sino justamente lo contrario, el peso de la ausencia del cuerpo; la Física sería la encargada de computar aquel Peso X.

Lo que no podemos ignorar, es el hecho de que todo esto desafía toda lógica conocida hasta ahora por el ser humano. Porque creo que hoy bastan unas pocas reglas, teorías, fórmulas o cálculos Físicos para sacar el peso de cualquier cuerpo o masa. Pero ¿cómo calcular el peso de algo que no está, de un cuerpo que está ausente? Me imagino que la Física no ha llegado tan lejos como para descifrar este rebuscado acertijo.

Yo sólo podría explicarlo desde mi experiencia personal. El peso que yo siento por su ausencia es equivalente a 100 elefantes, 40.000 aviones comerciales, 183 cruceros transatlánticos, 6.969.207 perros de raza teckel, 3.733 ejemplares del Quijote, 201 edificios Empire State, 1.300.000.000 personas (que casualmente es más o menos la población de China), 601 lingotes de oro, un número incalculable de Post-its, y muchísimas cosas más.

La novela de más éxito de Milan Kundera se titula “La Insoportable Levedad del Ser”. La mía se titularía “El inaguantable Peso de la Ausencia”. Porque francamente el peso que siento día y noche desde que mi señora se fue hace unos días, ha sido intolerable.

Pero no quiero terminar esta Teoría Física de forma pesimista.
Querría agregar que si es verdad que la he extrañado muchísimo, su ausencia ha creado un peso y ello una auténtica epifanía científica. Podríamos concluir que la ida de Andrea a NYC ha aportado al conocimiento de las Ciencias Físicas, y mi realización de ello podría catapultarme a alturas insospechadas y dejarme ahí junto a físicos de renombre como Arquímedes, Albert Einstein, Isaac Newton o Stephen Hawking.

Por eso, si me gano el Premio (Alfred) Nobel, otro Físico de renombre, por mi contribución a las Ciencias y la Física; den por seguro que se lo agradeceré todo a ella y su viaje a NYC. Aunque en este momento esté deseando que nunca se hubiera ido.
Lo único cierto es que el peso es demasiado. El peso es… incalculable.

jueves, 2 de octubre de 2008

Para Carolina

Cuando un rato se transforma en horas, en una eternidad, desaparecen generaciones enteras, se van las modas y las tendencias, la piel va soltando su rigidez y se arruga, las costumbres se alteran, los años traen innovaciones y lo que alguna vez fue vanguardia se transforma en anticuado.

Cuando un rato se transforma en horas, la marea sube y el vino se avinagra. El espejo ya no refleja lo que una vez fue motivo de admiración, vanidad y ahogo. Cuando un rato se transforma en horas, la sangre se coagula y una estrella sin nombre muere y cae en el olvido.

Cuando un rato se transforma en horas, nos hacemos mayores, un diente de leche se convierte en un billete bajo la almohada y los cuerpos van bailando y sacudiendo sus genitales a otros ritmos. Un simple beso ve nacer unos apasionados versos y una mera creencia puede desencadenar un genocidio.

Cuando un rato se transforma en horas, nubes negras y su tornado inspiran la creación de personajes como Dorothy y sus amigos el espantapájaros, el león y el hombre de hojalata, todos caminando por el camino de ladrillos amarillos para ir a pedirle al mago eso que carecen. Cuando un rato se transforma en horas, el ahora pasa a ser historia.

Cuando un rato se transforma en horas, yo ya tuteo a mis mayores y un lactante dirá su primera palabra. Cuando un rato se transforma en horas, las guías telefónicas se hacen más gruesas, la vista se va poniendo más nublosa y la tecla del piano de cola se va desafinando.

Cuando un rato se transforma en horas, la revolución del Che se transforma en camiseta, un huevo crudo bajo agua hirviendo pasa a ser huevo duro y una obra de teatro comienza, su trama se desenvuelve, termina y cae el telón. Puedo viajar a Bangkok, a Montevideo, a Nueva York, a Praga, al Tibet, al cementerio de Montparnasse para visitar a Cortázar.

Cuando un rato se transforma en horas, cumplimos 30 como si nada, y se puede uno comer un pie de limón entero. Una fiesta puede pasar de mala a inolvidable. Una araña teje su tela para capturar la mosca que estuvo posada sobre el mojón que depositó en la acera el perro de raza incierta que fue mordido por la anciana que ya no soportaba más sus ladridos.

Cuando un rato se transforma en horas, aquel momento que parecía un instante que quedaría registrado en la memoria, se convierte en algo añejo, algo para libros de historia, algo vago y difuminado que va perdiendo su forma y su contorno original, perdiéndose entre el polvo que levanta el largo y serpenteado camino hacia la amnesia.