jueves, 2 de octubre de 2008

Para Carolina

Cuando un rato se transforma en horas, en una eternidad, desaparecen generaciones enteras, se van las modas y las tendencias, la piel va soltando su rigidez y se arruga, las costumbres se alteran, los años traen innovaciones y lo que alguna vez fue vanguardia se transforma en anticuado.

Cuando un rato se transforma en horas, la marea sube y el vino se avinagra. El espejo ya no refleja lo que una vez fue motivo de admiración, vanidad y ahogo. Cuando un rato se transforma en horas, la sangre se coagula y una estrella sin nombre muere y cae en el olvido.

Cuando un rato se transforma en horas, nos hacemos mayores, un diente de leche se convierte en un billete bajo la almohada y los cuerpos van bailando y sacudiendo sus genitales a otros ritmos. Un simple beso ve nacer unos apasionados versos y una mera creencia puede desencadenar un genocidio.

Cuando un rato se transforma en horas, nubes negras y su tornado inspiran la creación de personajes como Dorothy y sus amigos el espantapájaros, el león y el hombre de hojalata, todos caminando por el camino de ladrillos amarillos para ir a pedirle al mago eso que carecen. Cuando un rato se transforma en horas, el ahora pasa a ser historia.

Cuando un rato se transforma en horas, yo ya tuteo a mis mayores y un lactante dirá su primera palabra. Cuando un rato se transforma en horas, las guías telefónicas se hacen más gruesas, la vista se va poniendo más nublosa y la tecla del piano de cola se va desafinando.

Cuando un rato se transforma en horas, la revolución del Che se transforma en camiseta, un huevo crudo bajo agua hirviendo pasa a ser huevo duro y una obra de teatro comienza, su trama se desenvuelve, termina y cae el telón. Puedo viajar a Bangkok, a Montevideo, a Nueva York, a Praga, al Tibet, al cementerio de Montparnasse para visitar a Cortázar.

Cuando un rato se transforma en horas, cumplimos 30 como si nada, y se puede uno comer un pie de limón entero. Una fiesta puede pasar de mala a inolvidable. Una araña teje su tela para capturar la mosca que estuvo posada sobre el mojón que depositó en la acera el perro de raza incierta que fue mordido por la anciana que ya no soportaba más sus ladridos.

Cuando un rato se transforma en horas, aquel momento que parecía un instante que quedaría registrado en la memoria, se convierte en algo añejo, algo para libros de historia, algo vago y difuminado que va perdiendo su forma y su contorno original, perdiéndose entre el polvo que levanta el largo y serpenteado camino hacia la amnesia.

1 comentario:

Unknown dijo...

comentario??? me gusto mucho lo que escribes, como siempre; pero por que "Para Carolina"?? un tema entre Uds.??
o sera que la jaqueca de hoy me tiene las neuronas mas lentas....
espero tu respuesta, y te cuento que a pesar de mi cabeza a medias logre terminar lo que empece en mi blog esta manana.
besos