martes, 30 de diciembre de 2008

Yendo a 90 en la oscuridad

¿Qué habría sido de la vida de Holden Caulfield si como un Harry Potter de antaño o un Quijote moderno, el niño que fue perdiendo su inocencia y haciéndose aquel “Hombre Joven Furioso” en su paseo por la ciudad de Nueva York, hubiera tenido más de una aventura?

Pero aunque Holden apareciera en otras obras literarias aparte del célebre El Guardián en el Centeno, el que J.D. Salinger, su autor, no quisiera hacer de su personaje estrella una secuela, trilogía o una colección de entregas como decidieran hacer con los suyos otros autores como J. K. Rowling (con Harry Potter), J. R. R. Tolkien (con Frodo Bolsón), y por qué no, Ian Fleming con su personaje de James Bond; fue probablemente una de sus decisiones más acertadas.

Este primero de enero J.D. Salinger cumple 90 años. El autor de El Pez Plátano lleva cuatro décadas sin sacar a la luz algún escrito con su firma, recluido en su hogar y evadiendo la atención pública prácticamente desde el inicio de su carrera y su éxito. Este hermetismo e incluso renuncia a dar entrevistas se contrasta enormemente con los tiempos actuales donde la fama y la vida privada se ventilan para todo aquel interesado en husmear en ella.

En un siglo donde la tecnología apunta hacia la entretención individualista no sólo en la práctica, sino en los mismo nombres de los aparatos o plataformas (llámese iPod o YouTube, entre otros) y en un mundo donde se le da especial importancia a la notoriedad pública que puedas tener, ya sea a través del Facebook, del Messenger, de la webcam, de YouTube, un blog, una consola, un celular o en una realidad virtual (Second Life) donde puedes ser quien y como quieras; Salinger ha optado por encerrarse en su privacidad y alienarse del mundo exterior.

Un estilo de vida que no hace sino enaltecer su persona a alguien aún más misterioso y fascinante que sus propios personajes. ¿Estará al tanto de todo lo que acontece en el mundo? ¿Qué pensará del asesino de Lennon, del ataque a las Torres Gemelas (acontecimiento que sacó del mutismo a personas como Cat Stevens u Oriana Fallaci, por nombrar a dos “ermitaños”), de la creación de Internet, de las miradas neoyorkinas de Woody Allen, Bob Dylan y Paul Auster, de Barack Obama, de la clonación, de Paris Hilton, David Beckham, del fenómeno de la comida rápida, de Pixar, del Airbus A380 o el hundimiento de Venecia?

¿Está Salinger living la vida que hubiera querido para Holden Caulfield, cansado y asqueado por la realidad consumista, egoísta, fría, superficial, destructiva y a veces patética que nos rodea? Creamos que Salinger ya no pinta nada en el mundo de hoy o que probablemente sí tenga mucho que decir sobre cómo estamos hoy llevando nuestras vidas, es parte del misterio que ha creado en torno a su ausencia en vida. Lo único que cabe esperar es que algún día salgan a la luz pública más de aquellos escritos que a tantos deleita, cautiva, entretiene, y a otros (desafortunadamente) obsesiona. Habrá que estar en guardia.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Consin problemas lingüísticos

Hace un par de años atrás leí en el blog de Alberto Fuguet algo que me llamó muchísimo la atención. Según él, gracias a que vivió su infancia en EE.UU. y luego volvió (más bien fue por primera vez) más tarde en su vida a Chile y tuvo que aprender castellano, además del chilensis; tiene ciertos handicaps o conflictos a la hora de hablar, escribir, e incluso pensar en un idioma u otro. Fuguet puso como ejemplo el abecedario. Que no puede recitarlo de corrido sin tener que frenarse, pensarlo en inglés y ahí traducirlo al castellano.

Lo encontré curioso por el hecho de que me ocurre lo mismo.
Vengo llegando de unos días en la playa junto a mi señora, mis padres, hermanos, cuñados y sobrinos. A uno de mis sobrinos lo estamos introduciendo al abecedario y a la identificación de cada letra. Mediante un juego de fichas, su madre (mi hermana mayor), mi hermana menor, y mis padres se han pasado el fin de semana largo familiarizándolo con las letras del abecedario y tener que nombrar algo que comience con cada letra. Después llegaba el momento de dictar de la A a la Z el abecedario al completo, y a diferencia de mi sobrino de 4 años que lo recitó con algo de dificultad, yo no logré pasar la letra G sin cometer algún error en el camino.

El inglés es prácticamente mi lengua materna ya que lo tuve que aprender a los cinco años, hablándolo todo el día en el colegio, la calle, escuchando y hablando el castellano solamente en la casa con mis padres. Esto se debió a que a esos cinco años mi familia se fue a vivir a la India, donde pasamos tres años para luego pasar los dos años siguientes en Singapur. Ocho años en total de colegios británicos, de hablar gran parte del día en inglés y exclusivamente el castellano en el hogar… y si es que…

Después vinieron Australia, y EE.UU. entre Uruguay, Chile, Argentina, y España. Nunca he tenido un potpurrí en la cabeza a raíz del cambio de idiomas. Creo que mis hermanos y yo siempre hemos podido hacer ese “switch” de un idioma a otro, sin sufrir grandes complicaciones o meteduras de pata. Claro, a unos más que otros les salía (y nos suele salir hasta hoy) alguna frase spanglish, o una errónea traducción literal del inglés al castellano, o viceversa; como mi hermana menor que cuando quería pan without butter, decía “consin mantequilla”. Pero a mi me gustaría pensar que aprendí a dominar tanto el inglés como el castellano bastante bien.

Lo que sí me pasa, al igual que Fuguet, es que puedo decir las letras en castellano, pero si me piden recitarte el abecedario, ahí me quedo. Si no es en inglés, estoy perdido. Son esas cosas que uno tampoco se toma el tiempo de aprender, porque si realmente nos pusiéramos las pilas (Fuguet y yo) y dedicáramos unos 15 minutos al asunto, estoy seguro de que nos aprenderíamos nuestro abecedario en castellano. Pero dejémoslo así, total, no pasa nada. Quedará como coletazo de esa ya distante educación anglosajona que tuvimos el ¿privilegio? de tener.

martes, 23 de diciembre de 2008

221208

So we walk into the night with only a few hours of sleep in our bodies, drunken by visions of narcoleptic reality and insane blood rush to our head.

Now we sleepwalk, and our eyelids are heavy as gold nuggets, and every part of our body goes through a gravitational pull. Everything that surrounds us is plotting against us.

The fight, the struggle to stay awake seems impossible and worthless. No sense in avoiding it when it hits you like sweet fragrance on a beautiful woman who walks past you out on the street. Breathe it in.

A dream finds us while we’re trying not to give in. But the thought does cross our minds, manifested in a long inviting tentacle, a warm beam of feathery light in a cold and dark tunnel.

We keep walking, working, staying alert, on the look out for anything out of the ordinary, anything that might give the slightest hint of rest, of an attractive pipe dream bliss.

Then when the time comes, when the moment’s right, we’ll recognize it and welcome it like momentary death, silky and narcotic, till we fall into temptation. Till we finally fall asleep.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El último deseo de Tchaikowsky

Walt Whitman escribió:
“Oh yo! Oh vida! de las preguntas recurrentes;
de los interminables trenes de desleales;
de ciudades llenas de absurdos;
Qué bien de ellos, oh yo, oh vida?
Respuesta:
Que estás aquí – que la vida existe e identidad
Que la poderosa obra sigue, y tu puedes contribuir un verso.”

El poeta norteamericano nos dice que la vida es una gran obra de teatro, el mundo un gran escenario donde todos tenemos un papel, cumplimos un rol y contribuimos con un verso.

Así lo entendió André Tchaikowsky, un pianista judío polaco que a los 46 años murió de cáncer en Gran Bretaña en el año 1982. El músico en su lecho de muerte expresó el deseo de que su cuerpo fuera donado a la ciencia, salvo su cráneo. Su cabeza debía ser entregada a la Royal Shakespeare Company, porque deseaba que ésta fuera utilizada algún día para representar el cráneo de Yorick, en la escena más famosa de Hamlet.

Tchaikowsky tuvo el deseo de seguir cumpliendo un papel en este mundo y contribuir a las artes por sobre su propia muerte. Quería que por lo menos una pieza importante de su cuerpo siguiera formando parte de lo que dejaba atrás.

Es el mismo deseo que el de tantos otros en el mundo, que aspiran a que sus órganos sean donados una vez ellos muertos, para que sean trasplantados en los cuerpos de otros que pudieran necesitarlo en vida. Esta decisión probablemente sea uno de los actos más nobles y menos egoístas que exista en tiempos de hoy.

Es el caso de Francisca Ovalle acá en Chile. Una niña de 11 años que sufre de una miocardiopatía dilatada con compromiso renal y hepático y que mientras escribo estas líneas espera que el corazón donado y trasplantado anoche le sea compatible.

El órgano fue donado por la familia de Jorge Muñoz Yáñez, un estudiante de 16 años, quien falleció en la ciudad de Los Ángeles por un aneurisma cerebral que le causó una hemorragia.

El sueño moribundo de Tchaikowsky también se vio cumplido según el diario The Times, cuando 26 años después un joven actor llamado David Tennant utilizara el cráneo del fallecido pianista para interpretar el del bufón de la corte que aparece en el acto V de la obra de Shakespeare. Y qué mejor regalo que haberlo hecho en Statford-upon-Avon, la mismísima ciudad natal del reconocido dramaturgo inglés.

Al final todos somos alguien. Cada uno de nosotros ha sido parte de la vida de otros o ha formado parte de nuestra realidad o la historia mundial. Independiente de que nuestra existencia haya transcurrido de forma notoria o desapercibida, haya sido reconocida por muchos, por pocos o por nadie; nuestro paso por esta vida marca un hito, tiene importancia para alguien, porque en alguna medida, grande o pequeña, influimos en el tiempo y sus sucesos.

¿Por qué no seguir siéndolo de alguna forma cuando ya nos han enterrado?
¿Por qué no hacer que tu verso sea un eco de ti que te sobreviva?

jueves, 6 de noviembre de 2008

Anti-Encuentro con El Hombre Imaginario

Tú, silueta, tú, forma, imagen, perfil, tú, contorno, trazo, figura triste y fugaz, proyectada desde un ventanal:

¿Habrías sacado la cabeza por la puerta o me habrías gesticulado que me fuera desde la ventana?

¿Me habrías tirado piedras, un ataúd, bañado a escupitajos, o disPARRAdo?

¿Habría visto mi ejemplar de tus obras completas volar por los aires o me habrías apuñalado con el lápiz?

¿Me lo habrías firmado con sangre de narices, con una cruz o una de esas frases ingeniosas tan tuyas?

¿Me habrías bailado una cueca larga, o habrías aprovechado para soplarle un beso a mi señora?

¿ Me habrías tirado encima tu VW Escarabajo o el gato de tu terraza?

¿Habrías protegido tu privacidad con fuego, a chuchadas, bastonazos o lanzándome las obras completas de Shakespeare a la cabeza?

Porque vas por la vida como aquellos viejitos tiernos de figura quijotesca, algo borrachitos, algo verdes, algo campestres, algo tercos, algo pícaros, pero siempre astutos, cultos, ocurrentes, y graciosos que están sentados con barba de tres días en la barra de la taberna del barrio, acompañados por un pequeño vaso sucio de vino casero.

Porque contarás siempre las mismas historias, porque serás de los que se lleva a la cama a la viuda de turno, porque llamarás a las personas siempre por un nombre diferente, porque te sabrás la alineación de la selección chilena de fútbol del Mundial del 62, pero no dónde se prende un computador.

Porque por las mañanas te encantará dibujar mujeres en pelota en el espejo empañado de tu baño, por la tarde rezarle a la virgen de las heces de elefante, y por las noches desearás volver a los tiempos en que formabas parte de aquel mandala alquímico: Neruda el agua, tú el aire, De Rokha el fuego, Gabriela Mistral la tierra y Huidobro, al centro, la Quinta Esencia. (Amigos que ya partieron y que te esperan para que tomes tu merecido lugar junto a ellos en el Olimpo). Volver a los tiempos de los Actos Poéticos con todos ellos y un joven Jodorowsky.

Porque con el orgullo de un niño que acaba de rayar las paredes de la casa, te habrás llevado la alegría de tu vida al ver la polémica que creaste colgando a todos esos ex presidentes en la mismísima Moneda.

Porque seguramente en el fondo te asustó la experiencia que viviste con el autor de Howl en tu casa de La Reina. Porque eres de los que no devuelve la pelota cuando cae en tu jardín, porque irás a comprar el pan y el diario en pantuflas.

Porque cierras las persianas cuando hay un arcoiris en el horizonte, porque apuesto lo que sea a que ni siquiera sentado en el trono del baño te sacas tu gorro pescador, porque te veo sentado ahí mismo, con cara de poker, resolviendo un sudoku.

Porque prefieres una cazuela de ave con amigos que un banquete en el Vaticano, porque preferirás la tiza y el pizarrón antes que el Gran Cañón, y levantarle el vestido a la Bachelet que darle un beso en la mano.

Por todo ello… Porque creo que es la imaginación la que muere en la boca, por todo aquello que pienso y me imagino que eres y querría conocer; preferí quedarme con la intriga de qué habrías hecho o qué me habrías dicho de haber tocado el timbre de tu casa playera, y quedarme con una versión de ti que puede que no sea la correcta, pero es la que quiero conservar.

Feliz No-Cumpleaños, Rey de Corazones. Que cumplas miles más.

¡Larga vida al Rey!

martes, 14 de octubre de 2008

Peso X

Desde que el mundo es mundo, se habla de que el amor es algo químico, se habla de “la química del amor”, “cuando la vi fue como un flechazo, fue pura química”. Supongo que es una manera ingeniosa de llamar lo que sucede cuando dos cuerpos se encuentran, se juntan y algo ocurre en ese instante. Es algo que trasciende lo explicable, algo que es mejor no poner en palabras porque pierde su magia. Es algo que ocurre en esa pequeña y corta distancia que existe entre esos dos cuerpos. La química del espacio, de lo no tangible.

Pero yo he hecho un descubrimiento fascinante. Tiene que ver con el amor, pero no con la Química, sino la Física. Sí, la Física, materia que me ponía la piel de gallina en el colegio y hacía darme contra la pared con la cabeza.

No es exactamente relacionado con el amor, y sí a la vez. Tiene que ver más que nada con la ausencia de ese amor. Pero no por ausente es inexistente.

A ver, me explico: Yo tengo amor y soy amado, no? Ambos, mi señora y yo, manifestamos nuestro amor el uno al otro, no es así? Entonces eso está claro, existe el amor entre nosotros, ese es un elemento, el amor. Pero a pesar de poseer y recibir amor, mi amor (o sea ella) está momentáneamente ausente, correcto? Quiero decir que no es que ya no cuente con él, sino que el origen de ese amor, la forma material, lo palpable no está conmigo, está en viaje de negocios.

El resultado de la ausencia de ese amor es una tristeza infinita. Es una añoranza, una nostalgia que la llevo conmigo donde sea que vaya o lo que sea que haga. Es una sensación que me acompaña mañana, tarde y noche. Si me pidieran que pusiera en una o dos palabras esa tristeza que me sigue desde que ella se fue, probablemente las palabras que escogería serían “un peso”. Y ahí es cuando caigo en el significado de mis palabras:

Si la existencia del amor es Química, el peso de la ausencia del amor es Física.

FÓRMULA:
Amor + su Ausencia = X Peso

Sería matemáticas si no fuera por el hecho de que la Física es la disciplina que calcula el peso de los cuerpos. Y aunque en este caso no es el peso de un cuerpo existente lo que queremos calcular, sino justamente lo contrario, el peso de la ausencia del cuerpo; la Física sería la encargada de computar aquel Peso X.

Lo que no podemos ignorar, es el hecho de que todo esto desafía toda lógica conocida hasta ahora por el ser humano. Porque creo que hoy bastan unas pocas reglas, teorías, fórmulas o cálculos Físicos para sacar el peso de cualquier cuerpo o masa. Pero ¿cómo calcular el peso de algo que no está, de un cuerpo que está ausente? Me imagino que la Física no ha llegado tan lejos como para descifrar este rebuscado acertijo.

Yo sólo podría explicarlo desde mi experiencia personal. El peso que yo siento por su ausencia es equivalente a 100 elefantes, 40.000 aviones comerciales, 183 cruceros transatlánticos, 6.969.207 perros de raza teckel, 3.733 ejemplares del Quijote, 201 edificios Empire State, 1.300.000.000 personas (que casualmente es más o menos la población de China), 601 lingotes de oro, un número incalculable de Post-its, y muchísimas cosas más.

La novela de más éxito de Milan Kundera se titula “La Insoportable Levedad del Ser”. La mía se titularía “El inaguantable Peso de la Ausencia”. Porque francamente el peso que siento día y noche desde que mi señora se fue hace unos días, ha sido intolerable.

Pero no quiero terminar esta Teoría Física de forma pesimista.
Querría agregar que si es verdad que la he extrañado muchísimo, su ausencia ha creado un peso y ello una auténtica epifanía científica. Podríamos concluir que la ida de Andrea a NYC ha aportado al conocimiento de las Ciencias Físicas, y mi realización de ello podría catapultarme a alturas insospechadas y dejarme ahí junto a físicos de renombre como Arquímedes, Albert Einstein, Isaac Newton o Stephen Hawking.

Por eso, si me gano el Premio (Alfred) Nobel, otro Físico de renombre, por mi contribución a las Ciencias y la Física; den por seguro que se lo agradeceré todo a ella y su viaje a NYC. Aunque en este momento esté deseando que nunca se hubiera ido.
Lo único cierto es que el peso es demasiado. El peso es… incalculable.

jueves, 2 de octubre de 2008

Para Carolina

Cuando un rato se transforma en horas, en una eternidad, desaparecen generaciones enteras, se van las modas y las tendencias, la piel va soltando su rigidez y se arruga, las costumbres se alteran, los años traen innovaciones y lo que alguna vez fue vanguardia se transforma en anticuado.

Cuando un rato se transforma en horas, la marea sube y el vino se avinagra. El espejo ya no refleja lo que una vez fue motivo de admiración, vanidad y ahogo. Cuando un rato se transforma en horas, la sangre se coagula y una estrella sin nombre muere y cae en el olvido.

Cuando un rato se transforma en horas, nos hacemos mayores, un diente de leche se convierte en un billete bajo la almohada y los cuerpos van bailando y sacudiendo sus genitales a otros ritmos. Un simple beso ve nacer unos apasionados versos y una mera creencia puede desencadenar un genocidio.

Cuando un rato se transforma en horas, nubes negras y su tornado inspiran la creación de personajes como Dorothy y sus amigos el espantapájaros, el león y el hombre de hojalata, todos caminando por el camino de ladrillos amarillos para ir a pedirle al mago eso que carecen. Cuando un rato se transforma en horas, el ahora pasa a ser historia.

Cuando un rato se transforma en horas, yo ya tuteo a mis mayores y un lactante dirá su primera palabra. Cuando un rato se transforma en horas, las guías telefónicas se hacen más gruesas, la vista se va poniendo más nublosa y la tecla del piano de cola se va desafinando.

Cuando un rato se transforma en horas, la revolución del Che se transforma en camiseta, un huevo crudo bajo agua hirviendo pasa a ser huevo duro y una obra de teatro comienza, su trama se desenvuelve, termina y cae el telón. Puedo viajar a Bangkok, a Montevideo, a Nueva York, a Praga, al Tibet, al cementerio de Montparnasse para visitar a Cortázar.

Cuando un rato se transforma en horas, cumplimos 30 como si nada, y se puede uno comer un pie de limón entero. Una fiesta puede pasar de mala a inolvidable. Una araña teje su tela para capturar la mosca que estuvo posada sobre el mojón que depositó en la acera el perro de raza incierta que fue mordido por la anciana que ya no soportaba más sus ladridos.

Cuando un rato se transforma en horas, aquel momento que parecía un instante que quedaría registrado en la memoria, se convierte en algo añejo, algo para libros de historia, algo vago y difuminado que va perdiendo su forma y su contorno original, perdiéndose entre el polvo que levanta el largo y serpenteado camino hacia la amnesia.