lunes, 15 de septiembre de 2008

Ceacheí

Se acerca el tan esperado 18 de septiembre, Día Nacional de Chilito lindo. Día con sabor a empanada y chicha, con aroma a choripán, todo acompañado con cueca, asado y pebre cuchareado, pisco, volantines y copihues al viento.

Y mientras hay unos que lo celebran por todo lo alto porque llevan a Chile en el corazón, estudiando y trabajando para sacar el país adelante y hacerlo el increíble lugar que es, otros probablemente festejarán por un lado pero por el otro crean causas en el Facebook tirando pestes al país y con ganas de irse al extranjero. Yo digo que dejen de ser hipócritas, sean más consecuentes y váyanse. ¿Para qué se quedan acá? Terminen con sus quejas, trabajen lo que necesitan o pídanle plata a sus papás y cómprense un pasaje al desarrollo.

Háganme caso, vale la pena, el desarrollo es algo extraordinario. Para empezar, todo funciona. El sistema de transporte, salud y educación pública funciona de maravilla; la corrupción, el desempleo, la contaminación, la impuntualidad, la pobreza y la incultura es prácticamente nula y en ciertos casos inexistente. Si tienen suerte se podrán ir a uno de los países donde la siesta es sagrada (no sé si España es el único país desarrollado que lo incorpora en su día a día) y tendrán un estilo de vida envidiable comparado con el de todos los que trabajamos como degenerados en un país que incentiva y ve con buenos ojos el quedarse hasta tarde trabajando por una miseria de sueldo para justamente emular los países desarrollados, cuando la verdad es que ellos trabajan lo justo y necesario… y para qué hablar de los sueldos.

Y cuando se tiene calidad de vida, se tiene salud y tiempo disponible para el ocio, las amistades y la familia. No hay por donde perderse, chilenos críticos e inconformistas, ustedes están en lo cierto, los que amamos este país hasta la médula vivimos una mentira y en un mundo de fantasía e ilusión, viviendo con personas egoístas, competitivas, envenenadas y cada vez más interesadas en la farándula, el deporte nacional e internacional y en las apariencias. Queremos ser algo que jamás podremos ser porque somos ratones, unos pobres diablos, somos chilenos.

Siempre es más fácil quejarse, sentarse ahí, maldecir un sistema incompetente, tirar piedras y bombas molotov. El mérito yace en hacer algo al respecto. Sé que por lo menos uno de los que creó esta causa en Facebook que aquí comento, es estudiante de Derecho. Me gustaría que además de su vocación por las leyes y el Poder Judicial, tuviera las ganas de hacer la diferencia o un cambio por más pequeño que sea. Después de todo, nosotros acá en Chile no la tenemos tan difícil. La democracia se restauró hace tiempo y las oportunidades en todos los sentidos están cada vez más al alcance de aquellos que estén dispuestos a dar un poco más, salir de su comodidad y no esperar de brazos cruzados que todo les llegue porque creen que se lo merecen o que alguien les debe algo.

Porque para qué estamos con cosas, en el caso particular de este individuo de quien les hablo, el que estudia Derecho, él tuvo muchísimos beneficios. Puede que no haya tenido grandes lujos, pero fue criado con muchas comodidades, tuvo la suerte de una gran educación que supo aprovechar, creció en un ambiente familiar grato, supongo que nunca le faltó comida en la mesa.

Puede que lo esté pasando mal por otros motivos y ya esté apestado de Chile y que el Transantiago sea una pena, que la bencina esté a precios absurdos, que la búsqueda de empleo esté cada vez más infructuosa, que la Justicia, las leyes y el Sistema Penal sea un chiste, que los “pingüinos” ya no tengan un norte que justifique sus marchas por La Alameda, que el precio del pan esté por las nubes, que la idea de cultura sean los programas nocturnos de la televisión que se pelean la sintonía con la ayuda de maniquís con gran delantera y nada de cerebro que cuentan sus intimidades con el jugador de fútbol de turno y opinan de política nacional.

Puede que la situación nacional esté difícil y para algunos insoportable, pero estoy en contra de estar ventilándolo injustificablemente por la web, y además renegando porque se quieren ir. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué tan terrible les ha pasado para querer irse? ¿Qué quieren que cambie en el país o que les ocurra personalmente para que queden contentos?

Y ellos se preguntarán por qué defiendo yo tanto Chile. Supongo que es porque conozco y he vivido la diferencia en el extranjero, y si por lo mismo soy más crítico con la precariedad de muchas cosas de este país, también agradezco vivir en un país único en el mundo y no precisamente por las cosas negativas de él.

Y lo dice una persona que jamás tuvo la oportunidad de permanecer más de 2 años en este precioso y muy querido país… Hasta ahora.

Neruda, Jara, Mistral, N. Parra, V. Parra, Huidobro, Lihn, Edwards, Donoso, Bolaño, Sepúlveda, Allende y otros poetas, cantautores y escritores nacionales e internacionales le han dedicado innumerables líneas, estrofas, párrafos y libros a Chile, y yo ni pude dedicarle siquiera una residencia permanente.

Me sentía como el protagonista de El Castillo, la novela de Kafka, pero en vez de un castillo, era mi país. No lograba llegar a él. Sentía que mientras más me acercaba a Chile, más distante lo encontraba. Hasta el 13 de julio pasado.

La última vez que había llegado a Chile con mi maleta bajo el brazo fue por allá en el año 2006, el 13 de julio. Eso quiere decir que el 14 de julio pasado, el día de mi cumpleaños número treinta superé oficialmente mi meta y ya llevaba acá más de lo que jamás había estado.

Me sentí más chileno que nunca. Tan chileno como el que jamás ha salido de estas fronteras. Sentí más que nunca que tenía una gran familia de más de dieciséis millones de personas y a todos los quería saludar y abrazar.

Hoy, veo la cordillera de los Andes más cerca, escucho el Océano Pacífico dándome la bienvenida como nunca antes lo había hecho. Hoy soy hijo de los más de 755.000 km2 de territorio, desde el desierto de Atacama hasta la Antártica Chilena, que florecen en colores, aromas y sabores; nacido en un país de contrastes geográficos, de incomparables paisajes y gente inigualable. Y me siento orgulloso de pertenecer a este gran país, donde quizás no todo sea perfecto, pero vivimos bien, vivimos tranquilo. Quizás sea subdesarrollado en muchos aspectos, es cierto, pero en muchos otros no tenemos nada que envidiarle a otros países desarrollados.

Este dieciocho voy a celebrarlo a lo grande y con ganas. Voy a brindar de forma especial y personal con chicha y vino tinto.

Y que viva Chile, mierda!

Firma, un hijo de Chile.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y QUE JUEEEEE.........
VIVA CHILE!!!!POR LA CHITA!!!!

PATY