jueves, 12 de febrero de 2009

Jugar al escondite con Don Julio

Tener 25 años para una persona ya es bastante. No deja de ser, es un cuarto de siglo, y uno a esa edad ya es considerado como adulto y debiera estar encausado en lo que quiere de la vida y ya estar haciendo algo para alcanzar sus sueños. Pero si lo vemos por el lado de alguien que nos ha dejado para siempre hace ya 25 años pero su legado y su obra son tan vigente y contemporáneo como si aún estuviera vivo y siguiera sacando y publicando material que inundara las estanterías de librerías, un cuarto de siglo podría parecer un suspiro.

Hoy hace 25 años Julio Cortázar dejó de estar entre nosotros.
Siempre he dicho que con el padre de los Cronopios me pasa algo que con ningún otro escritor me sucede: busco su obra por todas partes. Ya sea en librerías, bibliotecas, feria de libros, mercados callejeros o de pulgas, o entre los libros de otras personas; tengo la extraña manía, obsesión o necesidad de buscar aunque sea un libro de este autor argentino que hoy tendría 95 años. Y digamos que en un puesto callejero encuentro un libro de Cortázar que no he leído. No necesariamente compro el ejemplar, sino que me quedo con la satisfacción de haberlo encontrado, como si de jugar al escondite se tratara.

Quizás a Cortázar le hubiera hecho gracia una manía como esa, jugar al escondite con un determinado autor, como un Detective Salvaje, como quien toma un pelo, le hace un nudo en el medio y lo deja caer por el agujero del lavamanos, con el solo propósito de buscarlo por las cañerías del baño, del edificio o la gran ciudad; como diría el propio Cortázar, “para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles”.

Creo que podría leer eternamente sus Historias de Cronopios y Famas, y su Manual de Instrucciones. La manera que tenía de hacer de las palabras un juguete, siempre me ha fascinado. Quién sino él escribiría algo como “La vuelta al día en ochenta mundos” o “Los autonautas de la cosmopista”. No hablemos de Rayuela, una obra vital, de las más grandes e importantes que viera el siglo XX, un clásico que toda persona que se considere persona debiera tener en algún lugar de su casa. Mi ejemplar está guardado dentro de una caja con libros en algún lugar de una gran bodega atestada hasta el último metro cuadrado por grandes y pesadas cajas que incluso impiden la entrada a ella, como si la puerta estuviera tapiada por cajas de mudanza. “Perdida y Recuperación de Rayuela” se titularía mí cuento. Otro ejemplo de cómo el destino me tiene eternamente jugando al “Hide and Seek” con el autor de Bestiario.

25 años sin el Cronopio Mayor, y aún hoy sigue formando parte de nuestras vidas y de las generaciones actuales. En mayo saldrá a la luz Papeles Inesperados, una recopilación de cuentos, capítulo de novelas, poemas y entrevistas inéditas del escritor, que su viuda encontró hace unos años guardadas en un cajón de su casa parisina.

Don Julio al parecer está constantemente jugando al escondite con todos nosotros, siempre buscando sorprendernos con algún nuevo anécdota o escrito, como si lo hubiera planeado desde el primer momento que se convirtió en una de las figuras más importantes del llamado Boom Latinoamericano. El mundo hecho un gran patio de recreo. (Buenos Aires también quiso jugar y el 21 de marzo, coincidiendo con el cierre de las celebraciones al escritor, la artista plástica Marta Minujín instalará 300 rayuelas para jugar en la Av. 9 de Julio. Se frenará el tráfico, y para poder participar deberás llevar en la mano un libro del autor).

¿Cuánto material habrá allá afuera, escondido en algún otro cajón, baúl, caja o rincón que esté esperando salir de su escondite para sorprendernos? Yo, mientras tanto, cierro mis ojos y voy contando 1, contando 2, 3, 4… hasta 10.

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