miércoles, 7 de enero de 2009

Por los que nunca serán

Llegó el 2009 con el tronar de los fuegos pirotécnicos en muchas ciudades del mundo confundiéndose entre el bombardeo y el fuego de los israelíes “contra Hamas”, sobre la franja palestina de Gaza.

Los niños palestinos que no entienden de guerras pero que han nacido en ella, constituyen más de la mitad de los casi 1,5 millones de habitantes de Gaza. Escondidos bajo sus comedores, refugiados debajo de sus camas, los niños este año nuevo piden un solo deseo: que este año ninguno de sus familiares pierda un brazo, una pierna o la vida en nombre de una ley antiterrorista que no hace sino arrasar con vidas civiles que desaparecen para siempre, etiquetadas como meros “daños colaterales”.

Según la ONG Save The Children, más de un centenar de niños ha muerto en lo que va de la ofensiva israelí bautizada como “Plomo Fundido”. Los que siguen con vida son testigos macabros del número incierto de fallecidos: militantes de Hamas, otros civiles inocentes, hombres, padres, hijos, mujeres, madres, hermanas, abuelas, niños que confundieron un misil con una estrella fugaz y vamos pidiendo otro deseo, hasta que llega aquel inconfundible silbido ensordecedor, luego el estruendo, la repentina destrucción de un objetivo previamente marcado, el esparcimiento de piedras, esquirlas, concreto, extremidades humanas convertidos en proyectiles, para que a continuación venga la humareda, el ya acostumbrado aroma a carne quemada que todo lo impregna y que queda en la memoria, reflejado en dibujos infantiles que retratan los horrores de esa niñez truncada, de la masacre de sus pueblos, retratando a padres que ya no volverán porque fueron devorados por los escombros de su propia casa.

Los niños de la franja de Gaza no están yendo al colegio, no bailan o cantan en el sol, no juegan con amigos, no están con apetito. Los que no han muerto se han hecho mayores en lo que tarda el humo en despejarse, niños en estado de shock que corren para esquivar las balas, los misiles, la metralla, como si de un juego de escondidas se tratara. Han perdido el apetito, sus lápices de colores, han dejado atrás sus sueños, sus fantasías, su inocencia, perdiendo las fuerzas para siquiera llorar por las noches.

Estos niños han visto y experimentado en pocas semanas lo que muchos de nosotros jamás veremos en toda nuestra vida. ¿Cómo recompensarlos por lo que han perdido? ¿Cómo se devuelve la niñez? ¿Qué se hace para recuperar la inocencia?

Y los que han muerto… ¿Qué habremos logrado con tanto proyectil, bala, muerte y destrucción que justifique la perdida de tantas vidas inocentes, en ambos sentidos del adjetivo?

Este año intentemos preservar lo más posible los sueños, las fantasías y la inocencia del niño que se tenga más próximo, sea un hermano, un hijo, sobrino, nieto o vecino. Démosle un abrazo todos los días y hagamos lo imposible por hacer la diferencia en sus vidas y así volver a experimentar algún tipo de orgullo y poder caminar por la calle con la cabeza en alto porque estaremos contribuyendo a hacer del mañana un mundo mejor.

1 comentario:

Alicia dijo...

he tenido esto de palestina en la mente muchisimo estos dias. busca y leete "the lemon tree" de sandy tolan. me lo estoy leyendo ahora y tiene mucho que ver.