Tú, silueta, tú, forma, imagen, perfil, tú, contorno, trazo, figura triste y fugaz, proyectada desde un ventanal:
¿Habrías sacado la cabeza por la puerta o me habrías gesticulado que me fuera desde la ventana?
¿Me habrías tirado piedras, un ataúd, bañado a escupitajos, o disPARRAdo?
¿Habría visto mi ejemplar de tus obras completas volar por los aires o me habrías apuñalado con el lápiz?
¿Me lo habrías firmado con sangre de narices, con una cruz o una de esas frases ingeniosas tan tuyas?
¿Me habrías bailado una cueca larga, o habrías aprovechado para soplarle un beso a mi señora?
¿ Me habrías tirado encima tu VW Escarabajo o el gato de tu terraza?
¿Habrías protegido tu privacidad con fuego, a chuchadas, bastonazos o lanzándome las obras completas de Shakespeare a la cabeza?
Porque vas por la vida como aquellos viejitos tiernos de figura quijotesca, algo borrachitos, algo verdes, algo campestres, algo tercos, algo pícaros, pero siempre astutos, cultos, ocurrentes, y graciosos que están sentados con barba de tres días en la barra de la taberna del barrio, acompañados por un pequeño vaso sucio de vino casero.
Porque contarás siempre las mismas historias, porque serás de los que se lleva a la cama a la viuda de turno, porque llamarás a las personas siempre por un nombre diferente, porque te sabrás la alineación de la selección chilena de fútbol del Mundial del 62, pero no dónde se prende un computador.
Porque por las mañanas te encantará dibujar mujeres en pelota en el espejo empañado de tu baño, por la tarde rezarle a la virgen de las heces de elefante, y por las noches desearás volver a los tiempos en que formabas parte de aquel mandala alquímico: Neruda el agua, tú el aire, De Rokha el fuego, Gabriela Mistral la tierra y Huidobro, al centro, la Quinta Esencia. (Amigos que ya partieron y que te esperan para que tomes tu merecido lugar junto a ellos en el Olimpo). Volver a los tiempos de los Actos Poéticos con todos ellos y un joven Jodorowsky.
Porque con el orgullo de un niño que acaba de rayar las paredes de la casa, te habrás llevado la alegría de tu vida al ver la polémica que creaste colgando a todos esos ex presidentes en la mismísima Moneda.
Porque seguramente en el fondo te asustó la experiencia que viviste con el autor de Howl en tu casa de La Reina. Porque eres de los que no devuelve la pelota cuando cae en tu jardín, porque irás a comprar el pan y el diario en pantuflas.
Porque cierras las persianas cuando hay un arcoiris en el horizonte, porque apuesto lo que sea a que ni siquiera sentado en el trono del baño te sacas tu gorro pescador, porque te veo sentado ahí mismo, con cara de poker, resolviendo un sudoku.
Porque prefieres una cazuela de ave con amigos que un banquete en el Vaticano, porque preferirás la tiza y el pizarrón antes que el Gran Cañón, y levantarle el vestido a la Bachelet que darle un beso en la mano.
Por todo ello… Porque creo que es la imaginación la que muere en la boca, por todo aquello que pienso y me imagino que eres y querría conocer; preferí quedarme con la intriga de qué habrías hecho o qué me habrías dicho de haber tocado el timbre de tu casa playera, y quedarme con una versión de ti que puede que no sea la correcta, pero es la que quiero conservar.
Feliz No-Cumpleaños, Rey de Corazones. Que cumplas miles más.
¡Larga vida al Rey!
jueves, 6 de noviembre de 2008
martes, 14 de octubre de 2008
Peso X
Desde que el mundo es mundo, se habla de que el amor es algo químico, se habla de “la química del amor”, “cuando la vi fue como un flechazo, fue pura química”. Supongo que es una manera ingeniosa de llamar lo que sucede cuando dos cuerpos se encuentran, se juntan y algo ocurre en ese instante. Es algo que trasciende lo explicable, algo que es mejor no poner en palabras porque pierde su magia. Es algo que ocurre en esa pequeña y corta distancia que existe entre esos dos cuerpos. La química del espacio, de lo no tangible.
Pero yo he hecho un descubrimiento fascinante. Tiene que ver con el amor, pero no con la Química, sino la Física. Sí, la Física, materia que me ponía la piel de gallina en el colegio y hacía darme contra la pared con la cabeza.
No es exactamente relacionado con el amor, y sí a la vez. Tiene que ver más que nada con la ausencia de ese amor. Pero no por ausente es inexistente.
A ver, me explico: Yo tengo amor y soy amado, no? Ambos, mi señora y yo, manifestamos nuestro amor el uno al otro, no es así? Entonces eso está claro, existe el amor entre nosotros, ese es un elemento, el amor. Pero a pesar de poseer y recibir amor, mi amor (o sea ella) está momentáneamente ausente, correcto? Quiero decir que no es que ya no cuente con él, sino que el origen de ese amor, la forma material, lo palpable no está conmigo, está en viaje de negocios.
El resultado de la ausencia de ese amor es una tristeza infinita. Es una añoranza, una nostalgia que la llevo conmigo donde sea que vaya o lo que sea que haga. Es una sensación que me acompaña mañana, tarde y noche. Si me pidieran que pusiera en una o dos palabras esa tristeza que me sigue desde que ella se fue, probablemente las palabras que escogería serían “un peso”. Y ahí es cuando caigo en el significado de mis palabras:
Si la existencia del amor es Química, el peso de la ausencia del amor es Física.
FÓRMULA:
Amor + su Ausencia = X Peso
Sería matemáticas si no fuera por el hecho de que la Física es la disciplina que calcula el peso de los cuerpos. Y aunque en este caso no es el peso de un cuerpo existente lo que queremos calcular, sino justamente lo contrario, el peso de la ausencia del cuerpo; la Física sería la encargada de computar aquel Peso X.
Lo que no podemos ignorar, es el hecho de que todo esto desafía toda lógica conocida hasta ahora por el ser humano. Porque creo que hoy bastan unas pocas reglas, teorías, fórmulas o cálculos Físicos para sacar el peso de cualquier cuerpo o masa. Pero ¿cómo calcular el peso de algo que no está, de un cuerpo que está ausente? Me imagino que la Física no ha llegado tan lejos como para descifrar este rebuscado acertijo.
Yo sólo podría explicarlo desde mi experiencia personal. El peso que yo siento por su ausencia es equivalente a 100 elefantes, 40.000 aviones comerciales, 183 cruceros transatlánticos, 6.969.207 perros de raza teckel, 3.733 ejemplares del Quijote, 201 edificios Empire State, 1.300.000.000 personas (que casualmente es más o menos la población de China), 601 lingotes de oro, un número incalculable de Post-its, y muchísimas cosas más.
La novela de más éxito de Milan Kundera se titula “La Insoportable Levedad del Ser”. La mía se titularía “El inaguantable Peso de la Ausencia”. Porque francamente el peso que siento día y noche desde que mi señora se fue hace unos días, ha sido intolerable.
Pero no quiero terminar esta Teoría Física de forma pesimista.
Querría agregar que si es verdad que la he extrañado muchísimo, su ausencia ha creado un peso y ello una auténtica epifanía científica. Podríamos concluir que la ida de Andrea a NYC ha aportado al conocimiento de las Ciencias Físicas, y mi realización de ello podría catapultarme a alturas insospechadas y dejarme ahí junto a físicos de renombre como Arquímedes, Albert Einstein, Isaac Newton o Stephen Hawking.
Por eso, si me gano el Premio (Alfred) Nobel, otro Físico de renombre, por mi contribución a las Ciencias y la Física; den por seguro que se lo agradeceré todo a ella y su viaje a NYC. Aunque en este momento esté deseando que nunca se hubiera ido.
Lo único cierto es que el peso es demasiado. El peso es… incalculable.
Pero yo he hecho un descubrimiento fascinante. Tiene que ver con el amor, pero no con la Química, sino la Física. Sí, la Física, materia que me ponía la piel de gallina en el colegio y hacía darme contra la pared con la cabeza.
No es exactamente relacionado con el amor, y sí a la vez. Tiene que ver más que nada con la ausencia de ese amor. Pero no por ausente es inexistente.
A ver, me explico: Yo tengo amor y soy amado, no? Ambos, mi señora y yo, manifestamos nuestro amor el uno al otro, no es así? Entonces eso está claro, existe el amor entre nosotros, ese es un elemento, el amor. Pero a pesar de poseer y recibir amor, mi amor (o sea ella) está momentáneamente ausente, correcto? Quiero decir que no es que ya no cuente con él, sino que el origen de ese amor, la forma material, lo palpable no está conmigo, está en viaje de negocios.
El resultado de la ausencia de ese amor es una tristeza infinita. Es una añoranza, una nostalgia que la llevo conmigo donde sea que vaya o lo que sea que haga. Es una sensación que me acompaña mañana, tarde y noche. Si me pidieran que pusiera en una o dos palabras esa tristeza que me sigue desde que ella se fue, probablemente las palabras que escogería serían “un peso”. Y ahí es cuando caigo en el significado de mis palabras:
Si la existencia del amor es Química, el peso de la ausencia del amor es Física.
FÓRMULA:
Amor + su Ausencia = X Peso
Sería matemáticas si no fuera por el hecho de que la Física es la disciplina que calcula el peso de los cuerpos. Y aunque en este caso no es el peso de un cuerpo existente lo que queremos calcular, sino justamente lo contrario, el peso de la ausencia del cuerpo; la Física sería la encargada de computar aquel Peso X.
Lo que no podemos ignorar, es el hecho de que todo esto desafía toda lógica conocida hasta ahora por el ser humano. Porque creo que hoy bastan unas pocas reglas, teorías, fórmulas o cálculos Físicos para sacar el peso de cualquier cuerpo o masa. Pero ¿cómo calcular el peso de algo que no está, de un cuerpo que está ausente? Me imagino que la Física no ha llegado tan lejos como para descifrar este rebuscado acertijo.
Yo sólo podría explicarlo desde mi experiencia personal. El peso que yo siento por su ausencia es equivalente a 100 elefantes, 40.000 aviones comerciales, 183 cruceros transatlánticos, 6.969.207 perros de raza teckel, 3.733 ejemplares del Quijote, 201 edificios Empire State, 1.300.000.000 personas (que casualmente es más o menos la población de China), 601 lingotes de oro, un número incalculable de Post-its, y muchísimas cosas más.
La novela de más éxito de Milan Kundera se titula “La Insoportable Levedad del Ser”. La mía se titularía “El inaguantable Peso de la Ausencia”. Porque francamente el peso que siento día y noche desde que mi señora se fue hace unos días, ha sido intolerable.
Pero no quiero terminar esta Teoría Física de forma pesimista.
Querría agregar que si es verdad que la he extrañado muchísimo, su ausencia ha creado un peso y ello una auténtica epifanía científica. Podríamos concluir que la ida de Andrea a NYC ha aportado al conocimiento de las Ciencias Físicas, y mi realización de ello podría catapultarme a alturas insospechadas y dejarme ahí junto a físicos de renombre como Arquímedes, Albert Einstein, Isaac Newton o Stephen Hawking.
Por eso, si me gano el Premio (Alfred) Nobel, otro Físico de renombre, por mi contribución a las Ciencias y la Física; den por seguro que se lo agradeceré todo a ella y su viaje a NYC. Aunque en este momento esté deseando que nunca se hubiera ido.
Lo único cierto es que el peso es demasiado. El peso es… incalculable.
jueves, 2 de octubre de 2008
Para Carolina
Cuando un rato se transforma en horas, en una eternidad, desaparecen generaciones enteras, se van las modas y las tendencias, la piel va soltando su rigidez y se arruga, las costumbres se alteran, los años traen innovaciones y lo que alguna vez fue vanguardia se transforma en anticuado.
Cuando un rato se transforma en horas, la marea sube y el vino se avinagra. El espejo ya no refleja lo que una vez fue motivo de admiración, vanidad y ahogo. Cuando un rato se transforma en horas, la sangre se coagula y una estrella sin nombre muere y cae en el olvido.
Cuando un rato se transforma en horas, nos hacemos mayores, un diente de leche se convierte en un billete bajo la almohada y los cuerpos van bailando y sacudiendo sus genitales a otros ritmos. Un simple beso ve nacer unos apasionados versos y una mera creencia puede desencadenar un genocidio.
Cuando un rato se transforma en horas, nubes negras y su tornado inspiran la creación de personajes como Dorothy y sus amigos el espantapájaros, el león y el hombre de hojalata, todos caminando por el camino de ladrillos amarillos para ir a pedirle al mago eso que carecen. Cuando un rato se transforma en horas, el ahora pasa a ser historia.
Cuando un rato se transforma en horas, yo ya tuteo a mis mayores y un lactante dirá su primera palabra. Cuando un rato se transforma en horas, las guías telefónicas se hacen más gruesas, la vista se va poniendo más nublosa y la tecla del piano de cola se va desafinando.
Cuando un rato se transforma en horas, la revolución del Che se transforma en camiseta, un huevo crudo bajo agua hirviendo pasa a ser huevo duro y una obra de teatro comienza, su trama se desenvuelve, termina y cae el telón. Puedo viajar a Bangkok, a Montevideo, a Nueva York, a Praga, al Tibet, al cementerio de Montparnasse para visitar a Cortázar.
Cuando un rato se transforma en horas, cumplimos 30 como si nada, y se puede uno comer un pie de limón entero. Una fiesta puede pasar de mala a inolvidable. Una araña teje su tela para capturar la mosca que estuvo posada sobre el mojón que depositó en la acera el perro de raza incierta que fue mordido por la anciana que ya no soportaba más sus ladridos.
Cuando un rato se transforma en horas, aquel momento que parecía un instante que quedaría registrado en la memoria, se convierte en algo añejo, algo para libros de historia, algo vago y difuminado que va perdiendo su forma y su contorno original, perdiéndose entre el polvo que levanta el largo y serpenteado camino hacia la amnesia.
Cuando un rato se transforma en horas, la marea sube y el vino se avinagra. El espejo ya no refleja lo que una vez fue motivo de admiración, vanidad y ahogo. Cuando un rato se transforma en horas, la sangre se coagula y una estrella sin nombre muere y cae en el olvido.
Cuando un rato se transforma en horas, nos hacemos mayores, un diente de leche se convierte en un billete bajo la almohada y los cuerpos van bailando y sacudiendo sus genitales a otros ritmos. Un simple beso ve nacer unos apasionados versos y una mera creencia puede desencadenar un genocidio.
Cuando un rato se transforma en horas, nubes negras y su tornado inspiran la creación de personajes como Dorothy y sus amigos el espantapájaros, el león y el hombre de hojalata, todos caminando por el camino de ladrillos amarillos para ir a pedirle al mago eso que carecen. Cuando un rato se transforma en horas, el ahora pasa a ser historia.
Cuando un rato se transforma en horas, yo ya tuteo a mis mayores y un lactante dirá su primera palabra. Cuando un rato se transforma en horas, las guías telefónicas se hacen más gruesas, la vista se va poniendo más nublosa y la tecla del piano de cola se va desafinando.
Cuando un rato se transforma en horas, la revolución del Che se transforma en camiseta, un huevo crudo bajo agua hirviendo pasa a ser huevo duro y una obra de teatro comienza, su trama se desenvuelve, termina y cae el telón. Puedo viajar a Bangkok, a Montevideo, a Nueva York, a Praga, al Tibet, al cementerio de Montparnasse para visitar a Cortázar.
Cuando un rato se transforma en horas, cumplimos 30 como si nada, y se puede uno comer un pie de limón entero. Una fiesta puede pasar de mala a inolvidable. Una araña teje su tela para capturar la mosca que estuvo posada sobre el mojón que depositó en la acera el perro de raza incierta que fue mordido por la anciana que ya no soportaba más sus ladridos.
Cuando un rato se transforma en horas, aquel momento que parecía un instante que quedaría registrado en la memoria, se convierte en algo añejo, algo para libros de historia, algo vago y difuminado que va perdiendo su forma y su contorno original, perdiéndose entre el polvo que levanta el largo y serpenteado camino hacia la amnesia.
jueves, 25 de septiembre de 2008
El engaño a la Leti
Díganselo ahora a Letizia Ortiz: Ser príncipe y tener sangre azul corriendo por las venas, no es garantía de ser buen marido.
Así lo afirma el alemán Wilhelm Solms, que presenta su tesis en un congreso de la Sociedad Europea de Cuentos de Hadas que este año aborda el concepto de “Final Feliz”, y concluye que estos finales crean “expectativas irreales” en los niños.
Al parecer, si la Bella Durmiente y Blancanieves vivieran en el siglo XXI, ya se habrían divorciado hace rato. Con un primer beso de amor estos dos personajes literarios se casaron con un completo desconocido. Solms certifica que las parejas que inician su andadura en pareja en estas condiciones, tienen poca probabilidad de perdurar. Afirma que esos matrimonios de cuentos de hadas quedan grabadas en el subconsciente de los niños -sobre todo de las niñas- que luego se crean expectativas “irreales” de sus parejas “reales”. De ahí su deseo de desmitificar estos finales felices.
Me imagino esto siendo un golpe duro para Doña Letizia Ortiz, actual Princesa de Asturias de España casada con el Príncipe Felipe de Borbón. Ejemplo perfecto de lo que Solms opina que es la leyenda del zapato de cristal, el hada madrina y la calabaza convertida en carroza: un reflejo de los "sueños de muchas niñas que anhelan ser salvadas por un príncipe para no tener que abrirse camino en la vida ellas solas".
Si sólo la Leti hubiera sabido esto antes, en los tiempos en que hacía de locutora para el telediario de las 21:00 en TVE, y era sólo eso, un rostro que relataba las noticias más importantes de la jornada y que yo corría todos los días desde la universidad a mi casa para escuchar y deleitarme con su tan profesional tono de voz y sus elegantes y finas facciones.
Fue mi amor platónico en mis épocas de estudios periodísticos, y quién sabe si llevado por un oscuro y escondido deseo inconsciente de que la misma profesión uniera nuestras vidas como, justamente, un maravilloso, balsámico, cursi -y ahora veo que falso- cuento de hadas.
Cómo iba a saber yo que aquella bella periodista había ya cometido el grave error de leer demasiados cuentos de hadas cuando pequeña, y que ya estaba hechizada por las maquiavélicas ilusiones de realidades erróneas que Disney alimentaba a niños y niñas. Cómo adivinar que bajo la mesa y las cámaras que enfocaban únicamente su mitad para arriba, Letizia Ortiz escondía unos bonitos zapatos de cristal con el sueño de ser rescatada por un valiente príncipe de espada y armadura que la llevara cabalgando hacia un mundo monárquico de fama y riquezas. La Leti jamás se creyó eso de ir besando sapos.
Vine a caer en cuenta de ello cuando el rumor de que ella estaba comprometida con el Príncipe Felipe se materializó en un comunicado televisivo que confirmaba la noticia y acribillaba mis esperanzas de una vida en común con la distinguida locutora de TVE.
Ahora la Princesa de Asturias vive una vida enclaustrada entre los altos muros de la privacidad Real. Intercambió el micrófono y las cámaras por una corona invisible que enalteciera su común figura y le garantizara un linaje de sangre azul junto a un hombre que, todo sea dicho, ocupa un puesto simbólico en la política española mientras vive cómodamente de los impuestos del país peninsular.
¿Yo? Al final me desencanté de la Leti, y decidí no formar más parte de la fantasía de los cuentos de hadas y me incliné más por la vida del comic al casarme con la hija de un súper héroe, el Dr. Rayo. Pero ese es otro cuento que a lo mejor relate en alguna otra ocasión.
Lo dijo uno de los personajes de la película Mr and Mrs Smith: Los finales felices son sólo cuentos que no han acabado.
Así lo afirma el alemán Wilhelm Solms, que presenta su tesis en un congreso de la Sociedad Europea de Cuentos de Hadas que este año aborda el concepto de “Final Feliz”, y concluye que estos finales crean “expectativas irreales” en los niños.
Al parecer, si la Bella Durmiente y Blancanieves vivieran en el siglo XXI, ya se habrían divorciado hace rato. Con un primer beso de amor estos dos personajes literarios se casaron con un completo desconocido. Solms certifica que las parejas que inician su andadura en pareja en estas condiciones, tienen poca probabilidad de perdurar. Afirma que esos matrimonios de cuentos de hadas quedan grabadas en el subconsciente de los niños -sobre todo de las niñas- que luego se crean expectativas “irreales” de sus parejas “reales”. De ahí su deseo de desmitificar estos finales felices.
Me imagino esto siendo un golpe duro para Doña Letizia Ortiz, actual Princesa de Asturias de España casada con el Príncipe Felipe de Borbón. Ejemplo perfecto de lo que Solms opina que es la leyenda del zapato de cristal, el hada madrina y la calabaza convertida en carroza: un reflejo de los "sueños de muchas niñas que anhelan ser salvadas por un príncipe para no tener que abrirse camino en la vida ellas solas".
Si sólo la Leti hubiera sabido esto antes, en los tiempos en que hacía de locutora para el telediario de las 21:00 en TVE, y era sólo eso, un rostro que relataba las noticias más importantes de la jornada y que yo corría todos los días desde la universidad a mi casa para escuchar y deleitarme con su tan profesional tono de voz y sus elegantes y finas facciones.
Fue mi amor platónico en mis épocas de estudios periodísticos, y quién sabe si llevado por un oscuro y escondido deseo inconsciente de que la misma profesión uniera nuestras vidas como, justamente, un maravilloso, balsámico, cursi -y ahora veo que falso- cuento de hadas.
Cómo iba a saber yo que aquella bella periodista había ya cometido el grave error de leer demasiados cuentos de hadas cuando pequeña, y que ya estaba hechizada por las maquiavélicas ilusiones de realidades erróneas que Disney alimentaba a niños y niñas. Cómo adivinar que bajo la mesa y las cámaras que enfocaban únicamente su mitad para arriba, Letizia Ortiz escondía unos bonitos zapatos de cristal con el sueño de ser rescatada por un valiente príncipe de espada y armadura que la llevara cabalgando hacia un mundo monárquico de fama y riquezas. La Leti jamás se creyó eso de ir besando sapos.
Vine a caer en cuenta de ello cuando el rumor de que ella estaba comprometida con el Príncipe Felipe se materializó en un comunicado televisivo que confirmaba la noticia y acribillaba mis esperanzas de una vida en común con la distinguida locutora de TVE.
Ahora la Princesa de Asturias vive una vida enclaustrada entre los altos muros de la privacidad Real. Intercambió el micrófono y las cámaras por una corona invisible que enalteciera su común figura y le garantizara un linaje de sangre azul junto a un hombre que, todo sea dicho, ocupa un puesto simbólico en la política española mientras vive cómodamente de los impuestos del país peninsular.
¿Yo? Al final me desencanté de la Leti, y decidí no formar más parte de la fantasía de los cuentos de hadas y me incliné más por la vida del comic al casarme con la hija de un súper héroe, el Dr. Rayo. Pero ese es otro cuento que a lo mejor relate en alguna otra ocasión.
Lo dijo uno de los personajes de la película Mr and Mrs Smith: Los finales felices son sólo cuentos que no han acabado.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Lo que trae la marea
El señor García, un hombre de cincuenta y tantos años, es hoy un buceador certificado.
No es buzo de profesión, sino diplomático, y específicamente Embajador, máximo representante de su país, esta vez cumpliendo misión diplomática entre las cálidas costas de una isla caribeña donde además disfruta del buceo como pasa tiempo.
Representante de su país de origen en otras naciones del planeta, el diplomático tiene además, cierto conocimiento e interés por las relaciones (políticas, económicas, culturales, mercantiles, etc.) y tratados que mantiene su país, abre nuevos acuerdos, y es actor fundamental de los Ministerios de Asuntos Exteriores con el resto del mundo.
Ahora el señor García no sólo podrá hacerse cargo de lo que ocurre en el país en que se encuentra, aquí sobre la tierra, sino que además podrá apreciar las maravillas de otro mundo. Un mundo acuático, un mundo submarino, donde todo es mucho más silencioso y tranquilo, aunque no por eso menos vertiginoso. Donde las alteraciones, la muerte, los conflictos y la violencia son sólo parte del orden natural de las cosas oceánicas.
Ha nacido un nuevo Jacques Cousteau diplomático que explorará e investigará las profundidades del océano y toda la vida acuática conocida por el ser humano y aquella aún por conocer. Un hombre como nexo entre el mundo marino y el terrestre, que podrá desarrollar labores de “técnico oceanográfico” de aquel maravilloso y colosal continente azul para nosotros los terrícolas con hambre de saber algo más sobre él.
¿Qué relatos y descripciones de las profundidades de los mares nos hará a los que estamos anclados acá a la tierra con aquellos seres más interesados por la conquista del espacio o la lucha por ocupar territorios a costa de vidas humanas?
¿Con qué imágenes volvería a la superficie, ampliando nuestro conocimiento y enriqueciendo nuestros libros de ciencia y vida marina?
Si este gran ser humano se propusiera hacer del buceo algo más que un mero hobby, sería cosa de tiempo antes que el mundo contara con extraordinarias relaciones mar-tierra nunca antes vistas, y fuéramos testigo de algo que Cousteau sólo presenció en sus sueños de un mundo mejor. Ahora, gracias al Embajador García, esas visiones truncadas por el lamentable deceso del buzo francés en 1997 podrían ser una realidad y un aporte a nuestro entendimiento de aquel mundo sin sol.
Tendremos que esperar junto al mar para no perder de vista lo que la marea y/o el señor García nos podrían dejar esta vez.
No es buzo de profesión, sino diplomático, y específicamente Embajador, máximo representante de su país, esta vez cumpliendo misión diplomática entre las cálidas costas de una isla caribeña donde además disfruta del buceo como pasa tiempo.
Representante de su país de origen en otras naciones del planeta, el diplomático tiene además, cierto conocimiento e interés por las relaciones (políticas, económicas, culturales, mercantiles, etc.) y tratados que mantiene su país, abre nuevos acuerdos, y es actor fundamental de los Ministerios de Asuntos Exteriores con el resto del mundo.
Ahora el señor García no sólo podrá hacerse cargo de lo que ocurre en el país en que se encuentra, aquí sobre la tierra, sino que además podrá apreciar las maravillas de otro mundo. Un mundo acuático, un mundo submarino, donde todo es mucho más silencioso y tranquilo, aunque no por eso menos vertiginoso. Donde las alteraciones, la muerte, los conflictos y la violencia son sólo parte del orden natural de las cosas oceánicas.
Ha nacido un nuevo Jacques Cousteau diplomático que explorará e investigará las profundidades del océano y toda la vida acuática conocida por el ser humano y aquella aún por conocer. Un hombre como nexo entre el mundo marino y el terrestre, que podrá desarrollar labores de “técnico oceanográfico” de aquel maravilloso y colosal continente azul para nosotros los terrícolas con hambre de saber algo más sobre él.
¿Qué relatos y descripciones de las profundidades de los mares nos hará a los que estamos anclados acá a la tierra con aquellos seres más interesados por la conquista del espacio o la lucha por ocupar territorios a costa de vidas humanas?
¿Con qué imágenes volvería a la superficie, ampliando nuestro conocimiento y enriqueciendo nuestros libros de ciencia y vida marina?
Si este gran ser humano se propusiera hacer del buceo algo más que un mero hobby, sería cosa de tiempo antes que el mundo contara con extraordinarias relaciones mar-tierra nunca antes vistas, y fuéramos testigo de algo que Cousteau sólo presenció en sus sueños de un mundo mejor. Ahora, gracias al Embajador García, esas visiones truncadas por el lamentable deceso del buzo francés en 1997 podrían ser una realidad y un aporte a nuestro entendimiento de aquel mundo sin sol.
Tendremos que esperar junto al mar para no perder de vista lo que la marea y/o el señor García nos podrían dejar esta vez.
lunes, 15 de septiembre de 2008
Ceacheí
Se acerca el tan esperado 18 de septiembre, Día Nacional de Chilito lindo. Día con sabor a empanada y chicha, con aroma a choripán, todo acompañado con cueca, asado y pebre cuchareado, pisco, volantines y copihues al viento.
Y mientras hay unos que lo celebran por todo lo alto porque llevan a Chile en el corazón, estudiando y trabajando para sacar el país adelante y hacerlo el increíble lugar que es, otros probablemente festejarán por un lado pero por el otro crean causas en el Facebook tirando pestes al país y con ganas de irse al extranjero. Yo digo que dejen de ser hipócritas, sean más consecuentes y váyanse. ¿Para qué se quedan acá? Terminen con sus quejas, trabajen lo que necesitan o pídanle plata a sus papás y cómprense un pasaje al desarrollo.
Háganme caso, vale la pena, el desarrollo es algo extraordinario. Para empezar, todo funciona. El sistema de transporte, salud y educación pública funciona de maravilla; la corrupción, el desempleo, la contaminación, la impuntualidad, la pobreza y la incultura es prácticamente nula y en ciertos casos inexistente. Si tienen suerte se podrán ir a uno de los países donde la siesta es sagrada (no sé si España es el único país desarrollado que lo incorpora en su día a día) y tendrán un estilo de vida envidiable comparado con el de todos los que trabajamos como degenerados en un país que incentiva y ve con buenos ojos el quedarse hasta tarde trabajando por una miseria de sueldo para justamente emular los países desarrollados, cuando la verdad es que ellos trabajan lo justo y necesario… y para qué hablar de los sueldos.
Y cuando se tiene calidad de vida, se tiene salud y tiempo disponible para el ocio, las amistades y la familia. No hay por donde perderse, chilenos críticos e inconformistas, ustedes están en lo cierto, los que amamos este país hasta la médula vivimos una mentira y en un mundo de fantasía e ilusión, viviendo con personas egoístas, competitivas, envenenadas y cada vez más interesadas en la farándula, el deporte nacional e internacional y en las apariencias. Queremos ser algo que jamás podremos ser porque somos ratones, unos pobres diablos, somos chilenos.
Siempre es más fácil quejarse, sentarse ahí, maldecir un sistema incompetente, tirar piedras y bombas molotov. El mérito yace en hacer algo al respecto. Sé que por lo menos uno de los que creó esta causa en Facebook que aquí comento, es estudiante de Derecho. Me gustaría que además de su vocación por las leyes y el Poder Judicial, tuviera las ganas de hacer la diferencia o un cambio por más pequeño que sea. Después de todo, nosotros acá en Chile no la tenemos tan difícil. La democracia se restauró hace tiempo y las oportunidades en todos los sentidos están cada vez más al alcance de aquellos que estén dispuestos a dar un poco más, salir de su comodidad y no esperar de brazos cruzados que todo les llegue porque creen que se lo merecen o que alguien les debe algo.
Porque para qué estamos con cosas, en el caso particular de este individuo de quien les hablo, el que estudia Derecho, él tuvo muchísimos beneficios. Puede que no haya tenido grandes lujos, pero fue criado con muchas comodidades, tuvo la suerte de una gran educación que supo aprovechar, creció en un ambiente familiar grato, supongo que nunca le faltó comida en la mesa.
Puede que lo esté pasando mal por otros motivos y ya esté apestado de Chile y que el Transantiago sea una pena, que la bencina esté a precios absurdos, que la búsqueda de empleo esté cada vez más infructuosa, que la Justicia, las leyes y el Sistema Penal sea un chiste, que los “pingüinos” ya no tengan un norte que justifique sus marchas por La Alameda, que el precio del pan esté por las nubes, que la idea de cultura sean los programas nocturnos de la televisión que se pelean la sintonía con la ayuda de maniquís con gran delantera y nada de cerebro que cuentan sus intimidades con el jugador de fútbol de turno y opinan de política nacional.
Puede que la situación nacional esté difícil y para algunos insoportable, pero estoy en contra de estar ventilándolo injustificablemente por la web, y además renegando porque se quieren ir. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué tan terrible les ha pasado para querer irse? ¿Qué quieren que cambie en el país o que les ocurra personalmente para que queden contentos?
Y ellos se preguntarán por qué defiendo yo tanto Chile. Supongo que es porque conozco y he vivido la diferencia en el extranjero, y si por lo mismo soy más crítico con la precariedad de muchas cosas de este país, también agradezco vivir en un país único en el mundo y no precisamente por las cosas negativas de él.
Y lo dice una persona que jamás tuvo la oportunidad de permanecer más de 2 años en este precioso y muy querido país… Hasta ahora.
Neruda, Jara, Mistral, N. Parra, V. Parra, Huidobro, Lihn, Edwards, Donoso, Bolaño, Sepúlveda, Allende y otros poetas, cantautores y escritores nacionales e internacionales le han dedicado innumerables líneas, estrofas, párrafos y libros a Chile, y yo ni pude dedicarle siquiera una residencia permanente.
Me sentía como el protagonista de El Castillo, la novela de Kafka, pero en vez de un castillo, era mi país. No lograba llegar a él. Sentía que mientras más me acercaba a Chile, más distante lo encontraba. Hasta el 13 de julio pasado.
La última vez que había llegado a Chile con mi maleta bajo el brazo fue por allá en el año 2006, el 13 de julio. Eso quiere decir que el 14 de julio pasado, el día de mi cumpleaños número treinta superé oficialmente mi meta y ya llevaba acá más de lo que jamás había estado.
Me sentí más chileno que nunca. Tan chileno como el que jamás ha salido de estas fronteras. Sentí más que nunca que tenía una gran familia de más de dieciséis millones de personas y a todos los quería saludar y abrazar.
Hoy, veo la cordillera de los Andes más cerca, escucho el Océano Pacífico dándome la bienvenida como nunca antes lo había hecho. Hoy soy hijo de los más de 755.000 km2 de territorio, desde el desierto de Atacama hasta la Antártica Chilena, que florecen en colores, aromas y sabores; nacido en un país de contrastes geográficos, de incomparables paisajes y gente inigualable. Y me siento orgulloso de pertenecer a este gran país, donde quizás no todo sea perfecto, pero vivimos bien, vivimos tranquilo. Quizás sea subdesarrollado en muchos aspectos, es cierto, pero en muchos otros no tenemos nada que envidiarle a otros países desarrollados.
Este dieciocho voy a celebrarlo a lo grande y con ganas. Voy a brindar de forma especial y personal con chicha y vino tinto.
Y que viva Chile, mierda!
Firma, un hijo de Chile.
Y mientras hay unos que lo celebran por todo lo alto porque llevan a Chile en el corazón, estudiando y trabajando para sacar el país adelante y hacerlo el increíble lugar que es, otros probablemente festejarán por un lado pero por el otro crean causas en el Facebook tirando pestes al país y con ganas de irse al extranjero. Yo digo que dejen de ser hipócritas, sean más consecuentes y váyanse. ¿Para qué se quedan acá? Terminen con sus quejas, trabajen lo que necesitan o pídanle plata a sus papás y cómprense un pasaje al desarrollo.
Háganme caso, vale la pena, el desarrollo es algo extraordinario. Para empezar, todo funciona. El sistema de transporte, salud y educación pública funciona de maravilla; la corrupción, el desempleo, la contaminación, la impuntualidad, la pobreza y la incultura es prácticamente nula y en ciertos casos inexistente. Si tienen suerte se podrán ir a uno de los países donde la siesta es sagrada (no sé si España es el único país desarrollado que lo incorpora en su día a día) y tendrán un estilo de vida envidiable comparado con el de todos los que trabajamos como degenerados en un país que incentiva y ve con buenos ojos el quedarse hasta tarde trabajando por una miseria de sueldo para justamente emular los países desarrollados, cuando la verdad es que ellos trabajan lo justo y necesario… y para qué hablar de los sueldos.
Y cuando se tiene calidad de vida, se tiene salud y tiempo disponible para el ocio, las amistades y la familia. No hay por donde perderse, chilenos críticos e inconformistas, ustedes están en lo cierto, los que amamos este país hasta la médula vivimos una mentira y en un mundo de fantasía e ilusión, viviendo con personas egoístas, competitivas, envenenadas y cada vez más interesadas en la farándula, el deporte nacional e internacional y en las apariencias. Queremos ser algo que jamás podremos ser porque somos ratones, unos pobres diablos, somos chilenos.
Siempre es más fácil quejarse, sentarse ahí, maldecir un sistema incompetente, tirar piedras y bombas molotov. El mérito yace en hacer algo al respecto. Sé que por lo menos uno de los que creó esta causa en Facebook que aquí comento, es estudiante de Derecho. Me gustaría que además de su vocación por las leyes y el Poder Judicial, tuviera las ganas de hacer la diferencia o un cambio por más pequeño que sea. Después de todo, nosotros acá en Chile no la tenemos tan difícil. La democracia se restauró hace tiempo y las oportunidades en todos los sentidos están cada vez más al alcance de aquellos que estén dispuestos a dar un poco más, salir de su comodidad y no esperar de brazos cruzados que todo les llegue porque creen que se lo merecen o que alguien les debe algo.
Porque para qué estamos con cosas, en el caso particular de este individuo de quien les hablo, el que estudia Derecho, él tuvo muchísimos beneficios. Puede que no haya tenido grandes lujos, pero fue criado con muchas comodidades, tuvo la suerte de una gran educación que supo aprovechar, creció en un ambiente familiar grato, supongo que nunca le faltó comida en la mesa.
Puede que lo esté pasando mal por otros motivos y ya esté apestado de Chile y que el Transantiago sea una pena, que la bencina esté a precios absurdos, que la búsqueda de empleo esté cada vez más infructuosa, que la Justicia, las leyes y el Sistema Penal sea un chiste, que los “pingüinos” ya no tengan un norte que justifique sus marchas por La Alameda, que el precio del pan esté por las nubes, que la idea de cultura sean los programas nocturnos de la televisión que se pelean la sintonía con la ayuda de maniquís con gran delantera y nada de cerebro que cuentan sus intimidades con el jugador de fútbol de turno y opinan de política nacional.
Puede que la situación nacional esté difícil y para algunos insoportable, pero estoy en contra de estar ventilándolo injustificablemente por la web, y además renegando porque se quieren ir. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué tan terrible les ha pasado para querer irse? ¿Qué quieren que cambie en el país o que les ocurra personalmente para que queden contentos?
Y ellos se preguntarán por qué defiendo yo tanto Chile. Supongo que es porque conozco y he vivido la diferencia en el extranjero, y si por lo mismo soy más crítico con la precariedad de muchas cosas de este país, también agradezco vivir en un país único en el mundo y no precisamente por las cosas negativas de él.
Y lo dice una persona que jamás tuvo la oportunidad de permanecer más de 2 años en este precioso y muy querido país… Hasta ahora.
Neruda, Jara, Mistral, N. Parra, V. Parra, Huidobro, Lihn, Edwards, Donoso, Bolaño, Sepúlveda, Allende y otros poetas, cantautores y escritores nacionales e internacionales le han dedicado innumerables líneas, estrofas, párrafos y libros a Chile, y yo ni pude dedicarle siquiera una residencia permanente.
Me sentía como el protagonista de El Castillo, la novela de Kafka, pero en vez de un castillo, era mi país. No lograba llegar a él. Sentía que mientras más me acercaba a Chile, más distante lo encontraba. Hasta el 13 de julio pasado.
La última vez que había llegado a Chile con mi maleta bajo el brazo fue por allá en el año 2006, el 13 de julio. Eso quiere decir que el 14 de julio pasado, el día de mi cumpleaños número treinta superé oficialmente mi meta y ya llevaba acá más de lo que jamás había estado.
Me sentí más chileno que nunca. Tan chileno como el que jamás ha salido de estas fronteras. Sentí más que nunca que tenía una gran familia de más de dieciséis millones de personas y a todos los quería saludar y abrazar.
Hoy, veo la cordillera de los Andes más cerca, escucho el Océano Pacífico dándome la bienvenida como nunca antes lo había hecho. Hoy soy hijo de los más de 755.000 km2 de territorio, desde el desierto de Atacama hasta la Antártica Chilena, que florecen en colores, aromas y sabores; nacido en un país de contrastes geográficos, de incomparables paisajes y gente inigualable. Y me siento orgulloso de pertenecer a este gran país, donde quizás no todo sea perfecto, pero vivimos bien, vivimos tranquilo. Quizás sea subdesarrollado en muchos aspectos, es cierto, pero en muchos otros no tenemos nada que envidiarle a otros países desarrollados.
Este dieciocho voy a celebrarlo a lo grande y con ganas. Voy a brindar de forma especial y personal con chicha y vino tinto.
Y que viva Chile, mierda!
Firma, un hijo de Chile.
jueves, 4 de septiembre de 2008
Providencia, la divina
Providencia, mudo testigo de nuestros 2 años de alegre hospitalidad, hoy, a dos días de dejarte, te quiero dar las gracias.
Tú, para mí la comuna más entretenida e interesante de Santiago, nunca te ocultaste o dejaste de mostrar tu verdadero rostro cuando hace dos años atrás buscaba entre tus calles un lugar donde vivir con mi en aquel entonces novia.
Ahí vi tu lado más desfavorecido, contrastado por los sectores más pintorescos de la capital. Viviendas olvidadas por la mano de Dios y otras inalcanzables por su belleza y por lo mismo sus altos precios.
…Hasta que me llevaste a ver lo que me tenías reservado probablemente desde el comienzo: una joyita de departamento en un edificio de cuatro pisos sin ascensor, ubicado en la calle Padre Mariano, 64.
No me tomó demasiado ver en aquel departamento (número 43) administrado por el Hogar de Cristo y prácticamente al frente de la Iglesia de la Divina Providencia, el potencial de un hogar verdaderamente feliz y cálido para una pareja que en tres meses más estaría casada en el Registro Civil ubicado en Miguel Claro.
Providencia, con tus transitadas calles, avenidas y pasajes, con tu comercio, tu gente, tus sitios de ocio, restaurantes, bares, parques, discotecas, y actividades culturales y artísticas; gracias por todo.
Extrañaremos todos los lugares y rincones que convertimos con Andrea en favoritos:
El Parque de las Esculturas, el Cerro San Cristóbal con su teleférico, las orillas del río Mapocho para picnic, El Patio de Providencia con sus bares, cafés, librerías y tiendas, tu precioso edificio de Municipalidad, el Drugstore, el Café Literario, todas tus caras, esquinas, calles.
No hablemos de tus restaurantes que tanto gozamos más de una vez: el Wasabi, Los Chavales, Los Cuates, el Pad Thai, el Naukana, el Liguria de Manuel Montt, el Normandie, los de la plaza Orrego Lucco, “Little Italy”, el Vincent (Van Gogh), el Pimentón Rojo, el Barandarian, el Dominó y La Fuente Alemana de la calle Pedro de Valdivia, El Olio Santo, el Crepes and Waffle, el Mercado de Providencia (con sus inigualables empanadas, su pescado frito, sus pantrucas, su cazuela, su pastel de choclo, sus humitas, las naranjas de jugo para el desayuno), el de los Kebab cuyo nombre no puedo acordarme, el Villa Real, el SchopDog con su chorrillana “para dos personas”, El Museo Peruano, el SubWay al frente del Bravíssimo de Providencia y que Andrea por alguna extraña razón siempre tenía como primera opción para comer y que finalmente sólo fuimos tres veces, el Lomits, el Parrón, el Tierra Colombiana, el Cinema Paradiso, El Huerto, El Toro.
Gracias por tantas emociones, una que otra pena, pero tantas, tantas alegrías. Buenas y malas noticias. Nos viste crecer en tan sólo 2 años, como personas, pero más que nada como pareja, como matrimonio. Tú fuiste cómplice de nuestros primeros años de incursión en terreno matrimonial y nos diste muchísima felicidad y el día de mañana traeremos a nuestros hijos para que conozcan dónde vivieron sus padres sus primeros años de matrimonio. Porque aquí fuimos a las charlas pre-matrimoniales, aquí Andrea encontró su vestido de novia, se vistió preciosa para el matrimonio civil.
Aquí supimos de la muerte de mi suegro, aquí le dimos nombres a nuestros hijos que aún no tenemos – pero que aquí planeamos cuándo tener, aquí pasamos las mañanas de fin de semana en la cama, aquí hice de gigoló (El Zorro) para la despedida de soltera de Andrea, aquí tuve mi primera pega como Redactor Creativo, aquí alojamos a amigos, a familiares (hermanos, primos, tíos y gente que ni siquiera conocíamos).
Extrañaremos lo que con Andrea llamábamos cómicamente “El llamado del Señor”, que no era más que los alto parlantes a todo volumen de la Iglesia de la Divina Providencia que llamaba a misa a su entorno con música de órgano pregrabada y que no siempre se escuchaba muy nítida, afinada o continua que digamos.
Echaré de menos la Plaza Juan XXIII, cuyas palmeras -que aún sobreviven como banderas erguidas contra el progreso urbanístico y la fiebre inmobiliaria- veíamos desde nuestra terraza, asomadas entre los edificios.
Providencia querida, gracias por los recuerdos y experiencias que nos llevamos. Fuiste más que un barrio, una comuna, el lugar donde vivíamos y llegábamos al finalizar el día. Fuiste un verdadero hogar.
Hasta que nos volvamos a ver, te llevo en el corazón.
Tú, para mí la comuna más entretenida e interesante de Santiago, nunca te ocultaste o dejaste de mostrar tu verdadero rostro cuando hace dos años atrás buscaba entre tus calles un lugar donde vivir con mi en aquel entonces novia.
Ahí vi tu lado más desfavorecido, contrastado por los sectores más pintorescos de la capital. Viviendas olvidadas por la mano de Dios y otras inalcanzables por su belleza y por lo mismo sus altos precios.
…Hasta que me llevaste a ver lo que me tenías reservado probablemente desde el comienzo: una joyita de departamento en un edificio de cuatro pisos sin ascensor, ubicado en la calle Padre Mariano, 64.
No me tomó demasiado ver en aquel departamento (número 43) administrado por el Hogar de Cristo y prácticamente al frente de la Iglesia de la Divina Providencia, el potencial de un hogar verdaderamente feliz y cálido para una pareja que en tres meses más estaría casada en el Registro Civil ubicado en Miguel Claro.
Providencia, con tus transitadas calles, avenidas y pasajes, con tu comercio, tu gente, tus sitios de ocio, restaurantes, bares, parques, discotecas, y actividades culturales y artísticas; gracias por todo.
Extrañaremos todos los lugares y rincones que convertimos con Andrea en favoritos:
El Parque de las Esculturas, el Cerro San Cristóbal con su teleférico, las orillas del río Mapocho para picnic, El Patio de Providencia con sus bares, cafés, librerías y tiendas, tu precioso edificio de Municipalidad, el Drugstore, el Café Literario, todas tus caras, esquinas, calles.
No hablemos de tus restaurantes que tanto gozamos más de una vez: el Wasabi, Los Chavales, Los Cuates, el Pad Thai, el Naukana, el Liguria de Manuel Montt, el Normandie, los de la plaza Orrego Lucco, “Little Italy”, el Vincent (Van Gogh), el Pimentón Rojo, el Barandarian, el Dominó y La Fuente Alemana de la calle Pedro de Valdivia, El Olio Santo, el Crepes and Waffle, el Mercado de Providencia (con sus inigualables empanadas, su pescado frito, sus pantrucas, su cazuela, su pastel de choclo, sus humitas, las naranjas de jugo para el desayuno), el de los Kebab cuyo nombre no puedo acordarme, el Villa Real, el SchopDog con su chorrillana “para dos personas”, El Museo Peruano, el SubWay al frente del Bravíssimo de Providencia y que Andrea por alguna extraña razón siempre tenía como primera opción para comer y que finalmente sólo fuimos tres veces, el Lomits, el Parrón, el Tierra Colombiana, el Cinema Paradiso, El Huerto, El Toro.
Gracias por tantas emociones, una que otra pena, pero tantas, tantas alegrías. Buenas y malas noticias. Nos viste crecer en tan sólo 2 años, como personas, pero más que nada como pareja, como matrimonio. Tú fuiste cómplice de nuestros primeros años de incursión en terreno matrimonial y nos diste muchísima felicidad y el día de mañana traeremos a nuestros hijos para que conozcan dónde vivieron sus padres sus primeros años de matrimonio. Porque aquí fuimos a las charlas pre-matrimoniales, aquí Andrea encontró su vestido de novia, se vistió preciosa para el matrimonio civil.
Aquí supimos de la muerte de mi suegro, aquí le dimos nombres a nuestros hijos que aún no tenemos – pero que aquí planeamos cuándo tener, aquí pasamos las mañanas de fin de semana en la cama, aquí hice de gigoló (El Zorro) para la despedida de soltera de Andrea, aquí tuve mi primera pega como Redactor Creativo, aquí alojamos a amigos, a familiares (hermanos, primos, tíos y gente que ni siquiera conocíamos).
Extrañaremos lo que con Andrea llamábamos cómicamente “El llamado del Señor”, que no era más que los alto parlantes a todo volumen de la Iglesia de la Divina Providencia que llamaba a misa a su entorno con música de órgano pregrabada y que no siempre se escuchaba muy nítida, afinada o continua que digamos.
Echaré de menos la Plaza Juan XXIII, cuyas palmeras -que aún sobreviven como banderas erguidas contra el progreso urbanístico y la fiebre inmobiliaria- veíamos desde nuestra terraza, asomadas entre los edificios.
Providencia querida, gracias por los recuerdos y experiencias que nos llevamos. Fuiste más que un barrio, una comuna, el lugar donde vivíamos y llegábamos al finalizar el día. Fuiste un verdadero hogar.
Hasta que nos volvamos a ver, te llevo en el corazón.
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