lunes, 4 de agosto de 2008

Delirios de Grandeza (Con Bonus Track)

Ya llevo tres semanas con estos recién estrenados 30 años sobre la espalda. ¿Qué quieren que les diga? Oh sí, claro, la vida me ha cambiado en 360º un 100%. Me siento más vital, llevo encima esa sensación de querer conquistar el mundo entero, que me recorre toda la espina dorsal y me llena la(s) cabeza(s) de sangre, y quiero gritar y cantar que amo a todos, que quiero escalar montañas y bañarme en pelota en el mar.

Quiero compartir con ustedes que soy un hombre nuevo, más maduro, más sabio, más conciente de mi verdadera misión en esta bola de lodo que es el planeta. Si antes estaba ciego ante todo lo que me rodeaba, ahora, con mis treinta, he encontrado la luz, una iluminación divina que me envuelve como una tibia manta que…

Pausa. Ahora diríjanse al baño más próximo, arrodíllense frente al inodoro, reclinen su cabeza hacia delante, introduzcan la cabeza a medio camino dentro del inodoro, y vomiten sin escrúpulo. Vomiten hasta que les duela, hasta el calambre. Hasta que les lloren los ojos.

¡¿Si ven lo que los treinta han hecho conmigo?! Me han transformado en un siútico, cursi asqueroso. ¡Malditos 30 de los cojones, métanselo por donde les quepa!

Me retracto de todo lo dicho. Los 30 no me han significado nada. Aún tengo otros 3 años antes que me crucifiquen, y cancelé mi suscripción a la resurrección hace ya unos cuantos años. Todavía me quedan tres años para comenzar una religión o hacer algo medianamente significativo.

Y bueno, el 14 de julio pasado envié un email que aquí quiero reproducir para aquellos que aún no han tenido el honor de leerlo:

MADRIGUERAS DE LA PESADILLA
O
EL GLASÉ DE LA TORTA

“Soy un hombre enfermo… Un hombre malo. No soy agradable. Creo que padezco del hígado. De todos modos, nada entiendo de mi enfermedad y no sé con certeza lo que me duele. No me cuido y jamás me he cuidado […]”

Esto lo escribió Dostoievsky a los cuarenta y lo convirtió en sus Notas del Subsuelo. Yo aquí las transcribo, hoy al cumplir los treinta y quien sabe si padeciendo qué tipo de enfermedades, a las puertas de la decadencia.

Es cierto, entre los treinta y los cuarenta hay un planeta de diferencias que son difícilmente comparables. Lo que no hace sino oscurecerme aún más el panorama, porque si ya estoy aquejado con algunos achaques de diversa índole, ¿qué me depara el futuro? ¿Qué será de mi en diez años más, si ya estoy durmiendo con esas ridículas almohadas que se adaptan al contorno de tu cuello y conservan el calor del cuerpo?

Y lo absurdo del asunto es que no son los años que uno acumula lo que va deteriorando este caparazón que es el cuerpo, sino el paso del tiempo. Tiempo que intentamos detener, aprovechar, o que pase inadvertido por nuestro aspecto físico o estado mental. Obviamente en vano, como le recuerdo inútilmente a mi señora que se empeña en creerle a la docena de envases de productos dermatológicos que se aplica antes y después de acostarse. Retroceder la aparición de arrugas, espinillas, celulitis, estrías, manchas, piel fláccida, carnes de sobra… para qué, si el tiempo siempre se sale con la suya, deja su huella, no se puede conquistar, como dijo W. H. Auden.

A Dostoievsky algo le dolía, pero no sabía (o no quería saber) con certeza el qué. ¿Qué achaques o desperfectos me atormentan que vale la pena mencionar? Sufro de jaquecas de forma recurrente, ya me están doliendo los huesos, el cuello, la espalda. Hace ya un tiempo me vengo cortando los pelos de la nariz. (Padre nuestro, que estás sobre los cielos contaminados, otórgame otros treinta años sin pelos en las orejas). Ya hay ciertas comidas que me caen pesadas. Sí, si como mucho queso, mucha carne, un poco más de fritura o algo muy pesado; luego ando con el estómago resentido, o directamente con cagadera o vómito. Y ya que estamos en el tema de las comidas, ni me recuerden lo del metabolismo, porque se me fue a la chucha hace rato y me cambió drásticamente para mal. Ya no es comer cantidades titánicas de comida y salir triunfante con una sonrisa dibujada sobre el rostro, no, ahora se ve directamente reflejada en el esparcimiento de las carnes… de mi guata. Y puede que no lo quiera aceptar, pero me tinca que la choclera no la tengo muy sanita que digamos. Tendría que lavarme los dientes por lo menos tres veces al día, o ir al dentista a hacerme un chequeo, pero no hago ninguna de las dos. Tampoco he ido a hacerme un chequeo médico general. El último que me hice habrá sido por allá en 1988. Tampoco creo que me haga uno luego, total, el cumplir treinta me permite ciertas libertades, como por ejemplo la terquedad. Terquedad que pienso poner en práctica de inmediato.

Terquedad a la orden del día:
• Quiero aclarar que el tema ese de cambiar a calcetines limpios todos los días no me queda nada de claro y no pienso implementarlo hasta entenderlo.
• Señores, no soy bueno para los números, mientras antes lo entiendan mejor será para todos. Soy de los que se complican entero o empiezan con convulsiones cuando ven algún número, sea de teléfono, precios, de temperatura -ahora mi número de años- o de cualquier naturaleza. No insistan.
• No compro paraguas. Puedo llevar bastón, reloj de bolsillo, bufanda, sombrero de copa, u otros complementos masculinos, pero un paraguas ni hablar.
• No como betarraga, cochayuyo, guatita, pepino o pepinillo. Tampoco me gusta mi café con leche caliente o tibio por la mañana. Me lo tomo frío.
• Quisiera dejar claro que no me gusta la poesía. Por eso es que me encuentro muchas veces leyéndola. No porque quisiera que me gustara o por masoquismo, pero porque el hecho de que no me gusta me obliga de cierta manera a leerla. Es difícil de explicar aquella atracción, pero es como cuando no puedes dejar de admirar una persona fea o deforme.
• Mi primer impulso es decirle “sí” a todo. Algo pasa en el camino que todo queda en un “no” y me deja en un negativismo que desespera a muchos.
• Soy zurdo sólo para mear. Curioso, pero cierto.

Otra libertad que me pienso permitir es ponerme verde, ser un viejo verde. ¿Será que es muy temprano para estar mirando jovencitas? En mi defensa diré que tengo las canas suficientes para estar mirando veinteañeras. Sí, decidido: desde ahora soy un viejo verde despiadado e incurable.

Pero no todo es negro, o verde. No me gustaría que pensaran que ando con el negativismo y pesimismo con que se les suele caracterizar a la tercera edad. Viejos cascarrabias y verdes de porquería! Me gusta creer que la edad te hace apreciar más las pequeñas cosas de la vida. Y por ahora no hay cosa más rica en el mundo para mí que llegar a mi casa a los brazos y la sonrisa de mi querida señora esposa. Eso, y un buen asado, mierda!

Y como ya estoy más cerca de la muerte natural -debido a mi ya avanzada edad- No podría irme sin antes decir unas cuantas cosas. Cosas importantes que querría sacar a la luz y que no quisiera que se quedaran sin esclarecer. Llámenlo una desclasificación mayúscula de mi mismo, pero transmitido a través de las palabras de Neftalí Reyes Basoalto. Aquí va: “Soy profesor de la vida, vago estudiante de la muerte, y si lo que sé no les sirve, no he dicho nada, sino todo”. Lo demás está de más. Lo demás sobra.

Quiero sí agradecer, por ejemplo, que aquel octubre de 1977, durante una noche estrellada y fría de Chiloé, dos seres se unieran en amor y de ese lazo naciera nueve meses después, en la capital uruguaya, un niño morenito (para gran pesar de algunos y alegría de otros), con “manos de empanada”. De eso hace treinta años. Mucho ha transcurrido desde entonces, y lo que fue de aquel niño, ya es motivo de otro escrito, de otro testimonio, para algún otro día… a lo mejor.


Pero en resumen:
- Está hecho un viejo decrépito.
- Fiel amante de su esposa, su familia, de Chile con su Océano Pacífico y su cordillera, su empanada y su buena uva.
- Platónicamente enamorado de la ciudades de Europa y con España y Colombia en el corazón.
- Lector empedernido de los anti-poemas del viejo Parra, de los cuentos de Benedetti y de autores varios de novelas.
- Inexplicable buscador de libros de Julio Cortázar por las esquinas de toda ciudad.
- Dedicado escritor de los temas más variados.
- Oxímoron de profesión, periodista concebido en Chiloé, nacido en Montevideo, chileno de nacionalidad, patiperro de espíritu y fumador rehabilitado (por ende, eterno arrepentido por la perdida de nicotina).
- Apasionado por la buena mesa y cocinero aficionado con una copa de tinto en la mano.
- Creyente del Pisco como religión y de su muerte a manos de las múltiples jaquecas que padece a la semana.
- Acusado por su propia familia de estar demasiado cómodo en su sequía creativa.

(A todos ellos les digo, aquí está mi sequía, aquí estoy revolcándome entre el polvo de mi sequedad, bailando entre la polvareda de mi creatividad, riéndome hasta el calambre, con sed, esparciendo tierra desde la yema de mis dedos.
Cuánto polvo, cuánta sequía! Y mis palabras se van dibujando sobre el papel en blanco como un refrescante vaso de agua fría. Y el desierto de repente floreció, las dunas llegaron hasta el mar y la arena se levantó para alcanzarte y tocarte).

Así que por favor: respeto a los mayores. Las personas de más edad se van poniendo más sentimentaloides con los años y se sienten por todo tipo de manifestaciones en contra. Como me contradigan en algo de lo que aquí he expuesto, me va a entrar la pataleta, echaré espuma por la boca y comenzaré a repartir guantazos a la cara. Me declararé ignorante de la autoría de cualquier gesto obsceno, escupitajo o puñalada aclaratoria que reciban. Soy terco como mula, como la tercera edad que ya me ha alcanzado y que ya he aprendido a aceptar que me pertenece. Eso.

Si este viejo está con sequía literaria, estas palabras son un beso burlesco que deposito aquí como prueba de existencia, para refutar, desmentir y entrar en debate. Para declararles la guerra.

Ahora les cedo la palabra.

Trinquete.

Para serles sincero –porque al menos eso les debo- escribí todo esto, luego lo leí y sentí el enorme deseo de destruirlo, un impulso de borrarlo completamente sin dejar rastro, de hacer un acto de último momento, algo Kafkeano.

Después de todo no dice nada, no alumbra luz sobre ningún secreto tenebroso sobe mi persona, no desvela ni un misterio o desentierra ningún cadáver. Fue tal el sin-sentido de escribirlo que el solo hecho de imaginármelos leyéndolo me produjo carne de gallina.

Después recapacité, ¡malditos vampiros chupasangre! Amigos, enemigos, familiares y desconocidos: Qué me importa que esto no toque sus vidas o que vaya a pasar prácticamente desapercibido por vuestra insoportable cotidianeidad e insignificante existencia. Es más, si mañana siguen echando sangre por la nariz y vomitando bilis, cuestiónense si ese no era precisamente la impresión que les quise dejar desde un principio, mis queridos gonorreas. Habré cumplido treinta –podrán burlarse si quieren- pero, modestia aparte, creo seriamente que estoy más cerca de alcanzar la perfección.

Me tendrán que disculpar, pero el egocentrismo viene predeterminado en el paquete treinteañero.

Conclusión: Aún estoy muy joven para estar escuchando boleros.

Moraleja: Nada de lo anterior.

Stgo. 140708.

1 comentario:

Unknown dijo...

realmente I'm very proud of U!!!!
y como te decia la Piba en un comentario mas abajo....dobre valor ya que aprendiste el castellano casi como segundo idioma.
quien iba a pensarlo cuando llegaste a los 9 años a Chile y los problemas que tuviste en el colegio batallando con el español....
Vamos Trinquete seguí dandole al teclado!!!
un beso de la mama